El primer compromiso de esta historia popular, no es conformarse con recrearse en lo anecdótico, con lo que siempre se confunde o mejor dicho se manipula con el concepto: Popular, no sólo como símbolo del pasado o símbolo cultural, sino vincular estos saberes con sus "dueños", los hombres de carne y hueso que lo han producido. No es un saber mercancía que se compra y vende en las ferias artesanales. Nos interesa su análisis social, su ubicación contextual, en las relaciones de poder, en una clase social determinada, su papel de excluidos y de víctimas de un sistema.
Diferenciamos el saber popular con la simbología a la que ha sido cercenado este concepto: delimitándolo a las expresiones artísticas, lo que no deja de ser cierto pero es insuficiente ya que no aborda la naturaleza vivencial de los actores, los seres humanos que lo producen: indígenas, afro descendientes, campesinos, pobres, excluidos y víctimas de un sistema social que históricamente los ha sometido. Sin embargo, a través de sus manifestaciones artísticas y junto a su forma de organización y experiencias de trabajo, del cómo han abordado los problemas de salud, vivienda, recreación han creado brecha en el sistema que los somete.
También está la concepción del saber popular que lo cataloga de retrograda, ignorante, común, vulgar, charlatanería, brujería. En el fondo lo que se subestima o se pretende controlar es al pueblo que lo produce, eliminando o apropiándose de su cultura y su organización socio económica. El saber popular puede y debe ser tomado en cuenta para un proyecto de sociedad distinta, en donde se reconozca y dignifique a estos seres humanos, que son la mayoría.
Es necesario rescatar el saber popular, de ese conocimiento práctico que es producto de la experiencia, de las tradiciones, herencia de las culturas que nos antecedieron, pero que tienen la capacidad de dar respuestas a su contexto, que rompe con el razonamiento frío y calculador, que es más libre, menos dogmático, que ejerce una ética permanente de respecto al otro y a la naturaleza.
El pensamiento de todos los seres humanos que hizo posible su sobre vivencia le fue despojado, arrebatado, para imponer un tipo de conducta, un modo de vida homogenizarte, que favorece el mantenimiento de estatus quo. Esto es lo que Marx llamó la alienación. Pero esta realidad, que en parte es cierta e innegable, tampoco puede ocultar o ignorar eso que llamamos saber popular que en buena parte es el que ha hecho posible una especie de socialismo rudimentario o espontáneo que ha permitido a través de formas de trabajos de organización y de cooperación la sobrevivencia de estas poblaciones. En los barrios, en el campo, hay formas de organización social que históricamente han garantizado la subsistencia de esta población pero también han abierto una brecha importante en el modelo de mercado capitalista, predominante en las grandes urbes.
A este respecto uno de los términos que requiere una reformulación urgente es el de lo Popular, con lo cual se pretende hablar en nombre de las mayorías sin distinción de status social, económico, étnico y cultural: "Lo popular, es en esta historia lo excluido: Los que no tienen patrimonio, o no logran que sean reconocido y conservado." (García Canclini 1989. p.230)
Autores como Vargas, I. (1999), insisten en este sentido de lo popular como manifestación de la resistencia y cuestionamiento a la cultura dominante: "Ello quiere decir que el símbolo popular, el producido por la gente como parte de su discurso escondido de resistencia, no sólo se hace abierto y público sino que pierde su carácter cuestionador y subversivo."(p.153)
La omnipotencia del conocimiento científico ha subestimado a los conocimientos de origen mucho más antiguo: al conocimiento cotidiano, que es numéricamente superior e imposible de ser sustituidos. Pero también hay un cuestionamiento del pensamiento lineal de aquel que se supone es producto de un proceso: el paso obligatorio por sucesivas etapas cognoscitivas. Así mismo, se cuestiona la razón occidental que pretende explicar al mundo partiendo de un punto de vista intrínsecamente dependiente del modo de vida de las civilizaciones occidentales, que subestima o ignora al resto de las civilizaciones
En su obra El Conocimiento Ordinario, Michel Mafesoli (1993) dedica amplio espacio a refutar esta omnipotencia del conocimiento científico y de la racionalidad lineal, a la idea de que sólo la razón nos permite entender y comprender el mundo. No se trata de llamar al irracionalismo, tan reduccionista como el racionalismo puro, sino de entender que el pensamiento humano se compone de ambos y de otras cosas:
Existen, en efecto, dos obstáculos que con regularidad surgen en el orden del pensamiento y de la acción social: el racionalismo y el irracionalismo. Como si se tratara de una pareja perversa, interactúa el uno con el otro, se llaman, se complementan, se cortejan y no puede de ningún modo prescindir el uno del otro. (p.37)(…)Acaso hay que considerar que nuestro conocimiento del mundo es una mezcla de rigor y de poesía, de razón y de pasión, de lógica y de mitología. (p.66)