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Vuelvo a bucear en las aguas oscuras de la "Historia constitucional de Venezuela" de José Gil Fortoul. No hubo nunca diálogo en nuestra historia. Las constituciones no lo permitían. El sólo título de este libro de Gil Fortoul, me parece un contrasentido antidialogante, porque lo que menos podía darse era un "orden constitucional" entre nosotros que sólo en dos siglos habíamos tenido un gran guía como lo fue el Congreso de Angostura, pero que siempre lo habíamos dejado de lado. Y si además tomamos en cuenta que Gil Fortoul fue de los intelectuales más serviles del oprobioso gobierno más anticonstitucionalista del mundo, el de Juan Vicente Gómez… ¿Cuándo coño, Gómez dialogó?
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¿Cómo podía escribirse una historia constitucional de Venezuela, si nunca habíamos hecho una constitución a nuestra medida, sino hasta el 2000?
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Todas nuestras fulanas Cartas Magnas, hasta el 2000 habían sido viles de copias de las constituciones europeas y de la Constitución gringa. Páez sentía horror por el diálogo, un día Leocadio Guzmán se fue a buscarlo a Maracay para dialogar y allí empezó la gran guerra en Venezuela que provocó la Guerra Federal. A Antonio Guzmán Blanco sólo le gustaba dialogar con los que él dejaba bien muertos.
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Las constituciones nuestras además estaban envenenadas del prurito de los godos, de cuanto los enfermizo godos nos metieron en la sangre como era quemar y quemar indígenas, y aquí relato a continuación uno de los casos emblemáticos: el de Francisco Fajardo (¿cuándo este gran carajo dialogó?), por ejemplo, que fue uno de los más crueles conquistadores, el que se "engrandeció" ante los ojos de la corona española por empalar, quemar y descuartizar indígenas. Muy digno el que su nombre engalane una avenida del Este de Caracas, un lugar en el que los viles guarimberos tomaron como su mejor estandarte o alcázar en su propósito de destruir a Venezuela. La quema de Orlando Figuera, fue por atavismo una ofrenda que los burguesitos de Altamira hicieron ante los altares de sus tatatarabuelos godos.
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Uno de los más grandes incineradores de indígenas fue el conquistador Juan Rodríguez Suárez, llamado por la Conferencia Episcopal de Venezuela y muchos imbéciles "el fundador de Mérida". Juan Rodríguez Suárez que jamás tampoco dialogó, el día que no que quemaba a un indígena se sentía mal. Lo confesó. Francisco Fajardo gozaba empalando indios, pero su querido amigo Juan Rodríguez Suárez prefería verlos arder en una hoguera. Su mejor manera de dialogar.
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Mariano Rajoy en nombre de Torquemada, el Gran Inquisidor, agradeció el gesto de sus hijos de Altamira que andaban gritando que querían libertad y diálogo. Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe Vélez reconocieron en la quema de Orlando Figuera un extraordinario reconocimiento a Francisco de Paula Santander, quien nunca dialogó con nadie. No olvidemos que el vicepresidente de la Gran Colombia sentía un odio hormonal y sangriento contra los negros, indios, zambos y mulatos. Que por esta razón Santander ordenó el fusilamiento del capitán guariqueño y muy valiente prócer, Leonardo Infante. Infante era zambo y Santander no le perdonó que en la Batalla de Boyacá le tomara por la solapa y le dijera: "Bandido, gánate tus charreteras en combate, no te escondas en el puente y sal a dar la cara por la patria como lo estamos haciendo los venezolanos…".
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Por cierto, cuando Bolívar le pidió a Santander que se procediera a un diálogo con los realistas para canjear al general Barreiro y sus 37 oficiales capturados en la Batalla de Boyacá por patriotas, el vicepresidente de Colombia corrió a fusilarlos. Santander confesó que la única manera que él pudo de matar realistas fue llevándolos a un paredón porque jamás tuvo bolas para matarlos en combate.
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José Gil Fortoul era un tipo que se creía una gran cosota, y amaba el diálogo pero de sus acuerdos con el tirano Gómez. De trato muy fino, de educación europea siempre ricamente exquisito en su indumentaria, siempre llevaba en ojal de su saco una flor, y fumaba pipa con picaduras compradas en Londres o en París. Se creía un dandi. En su Historia de Venezuela refiere que Diego de Losada el fulano "fundador de Caracas", luego de quemar, empalar y acribillar a cientos de indios, se retiró a vivir en El Tocuyo donde murió como un gran capitán; refiere con pompa Gil Fortoul, que hasta el siglo XX, todavía en este lugar de El Tocuyo existían descendientes de la noble casta de este conquistador pero "bastardeados" por los cruzamientos de tres siglos.
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Los gachupines muy asesinos y descuartizadores de negro y de indios, introdujeron en América el término "PACIFICAR", que era una manera de dialogar pero matando, masacrando y asesinando sin control ninguno a numerosos habitantes de una determinada población para que se acogieran en el cielo o donde fuera, a los deberes que en las Indias emanaban del gran monarca de los godos. El general Pablo Morillo fue un GRAN DIALOGANTE a plomo limpio. Luego también fueron pacificadores: Francisco de Paula Santander, José Hilario López, José María Obando, José Antonio Páez, los Monagas, Julián Castro, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez.
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Todo esto lo escribo, porque hace poco vi un letrero en una distinguida urbanización de Mérida en la que decía: "Quema un negro y habrás dialogado con Dios".
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Empezaron primero por quemar basuras y cauchos, llamando al diálogo.
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Luego la cogieron por derribar árboles, y quemar entonces perros y gatos.
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Más tarde todo aquel que anduviera vestido con trajes indígenas le prendían fuego.
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Más tarde quemaron ambulatorios, 18 universidades, trolebuses y metros, miles de autobuses, quince sedes de los ministerios del Ambiente y de Vivienda. Quemaron ciento doce carros de la Guardia Nacional y de la Policía,… y el diálogo iba bien chévere.
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Como les ardían los oídos quemaron 29 negros, de los cuales nueve fallecieron. Quemaron 125 policías y guardias nacionales de los cuales treinta quedaron inválidos. Y algunos obispos como en las leyendas de horror de la Edad Media salieron a bendecir a estos dialogantes pirómanos.
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Infinito ha sido el polícromo sueño de estos dialogantes monstruos. Anduvieron jacarandosos con los Jinetes del Apocalipsis, en dichas dulces y atorrantes por Caracas, Valencia, Barquisimeto, San Cristóbal, Maracaibo y Mérida.
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Perdieron el chivo y el mecate entre tantos ardores de mesas redondas, tuertas y ovaladas. Hediondos a gasolina a pólvora un día arriaron sus banderas. Se recogieron con sus largas y encochinadas dagas, viendo cómo sus jefes enterraban sus luengas lenguas para vivir luego como reyes en Bogotá, Madrid o Miami.
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Hay gritos lejanos aún de aquellos incendios. Balbuceos que piden el regreso de aquellos horribles días de desesperación dialogante. Pero carecen de capitanes que den la cara porque el cuento se les ha ido acabando en circunloquio de todas las pláticas, conversaciones, charlas, coloquios, acuerdos, conferencia, interlocución, entrevista, discusiones y debates.
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Ya perdieron todos los cuentos del Gallo Pelón, por las que recibían catajarrias de dólares. La vaina se les puso muda; han perdido tantos frentes, y están en desbandada quienes les financiaban que dejaron las arcas en el pelero. No hay para dónde coger, se achicopalaron en muda mudez la OEA, la OTAN, la CDIH, la SIP, la OIT, HRW, PROVEA, BRST, ONU, ENVU, JWNM, GDL, …
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Bendito DIÁLOGO. Eso que algunos consideramos que se trata del diálogo con el inconsciente. Que es como entrar en contacto con fuerzas enfermas extraterrestres. Porque en la agonía de este horrible derrotado que deambula errante, al darle aliento podríamos correr el peligro de que vuelva a devorarnos.
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Ojo e´ garza, queridos camaradas, y no le vayamos a pinchar a esas bestias otra vez sus instintos primitivos para que oigan de nuevo la voz de Fernando VII, esta vez encarnada en el muermo de Pedro Sánchez.
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Yo he caminado mucho tiempo con los ojos bien abiertos, y vi a tantos seres cegados, que aún siguen dando tumbos, hablando solos en mercados, plazas y bancos.
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Que acabe, pues, de una buena vez, el extravío de este largo peregrinaje; el eterno errar de esa gente presas de sus miedos y errores. Que el presidente pueda ahora encontrar el milagro de hacerlos ver y entender que esta es su patria y que no hay ninguna otra allá afuera. Digo yo, que de vez en cuando escucho las voces de tantos que murieron…