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Los mudos charlatanes. San Agustín habla de los mudos charlatanes, que abundan en este paraíso de seres inconformes, que nadie sabe para qué vinieron a este mundo. Que vagan y divagan, piden y se quejan, y que viven pecando y rezando para empatarla…. Que nacieron para eso. Que hablan y gritan cuando callan, que sus rostros están llenos de incógnitas lamentables y sudorosas, y para los cuales no hay lógica ni razonamiento claro que los convenza de nada. Perdieron toda brújula. Son los que se llevarán tantos secretos a esas tumbas que llevan en sus hombros. Para mayor desgracia, estos mudos charlatanes nunca podrían tener capacidad de confesar sus pecados, de escribirlos, porque también son reos de las tumbas en que viven.
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Le preguntaba San Agustín a Dios: ¿qué crímenes pueden cometerse contra ti, a quien nadie puede hacerte daño? Y agrega: lo que tú castigas es lo que los hombres cometen contra sí, porque hasta cuando pecan contra ti obran impíamente contra sus almas y su iniquidad se engaña a sí misma, ya corrompiendo y pervirtiendo su naturaleza.
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Decía San Agustín: "Pensaba que había de ser muy desgraciado si me veía privado de las caricias de la mujer", y añadía que a sus treinta años se le instaba solícitamente a que tomase esposa. Que ya había hecho la petición, que ya se le había concedido la demanda, que habiendo pecado mucho una vez casado sería regenerado por las aguas saludables del bautismo…, que le pidió matrimonio a una niña que aún le faltaban dos años para ser núbil; pero como era de su gusto, tenía que esperar.
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¿Nacieron las mujeres para dividir a los machos? San Agustín pensó llevar una vida de hippie: "También muchos amigos, hablando y detestando las turbulentas molestias de la vida humana, habíamos pensado, y casi ya resuelto, apartarnos de las gentes y vivir en un ocio tranquilo. Este ocio lo habíamos trazado de tal suerte que todo lo que tuviésemos o pudiésemos tener lo pondríamos en común y formaríamos con ello una hacienda familiar, de tal modo que en virtud de la amistad no hubiera cosa de éste ni de aquél, sino que de lo de todos se haría una cosa, y el conjunto sería de cada uno y todas las cosas de todos. Seríamos como unos diez hombres los que habíamos de formar tal sociedad… Pero cuando se empezó a discutir si vendrían en ello o no las mujeres que algunos tenían ya y otros las queríamos tener, todo aquel proyecto tan bien formado se desvaneció entre las manos, se hizo pedazos y fue desechado".
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Cuánto le costó a San Agustín dominar su locura por poseer mujeres, que a los treinta y más años no hacía sino gozarlas sin control ni contención posible: "Entre tanto multiplicábanse mis pecados, y, arrancada de mi lado, como un impedimento para el matrimonio, aquella con quien yo solía partir mi lecho, mi corazón, sajado por aquella parte que le estaba pegado, me había quedado llagado y manaba sangre. Ella, en cambio, vuelta al África, te hizo voto, Señor, de no conocer otro varón, dejando en mi compañía al hijo natural que yo había tenido con ella. Mas yo, desgraciado, incapaz de imitar a esta mujer, y no pudiendo sufrir la dilación de dos años que habían de pasar hasta recibir por esposa a la que había pedido-porque no era yo amante del matrimonio, sino esclavo de la sensualidad-, me procuré otra mujer, no ciertamente en calidad de esposa, sino para sustentar y conducir íntegra o aumentada la enfermedad de mi alma bajo la guarda de mi ininterrumpida costumbre al estado del matrimonio. Pero no por eso sanaba aquella herida mía que se había hecho al arrancarme de la primera mujer, sino que después de un ardor y dolor agudísimos comenzaba a corromperse, doliendo tanto más desesperadamente cuanto más se iba enfriando.
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Recuerdo que Gertrude Stein, luego de leer todo lo que Hemingway había escrito en su juventud, le aconsejó que no hiciera tantas excelentes descripciones y que se atreviera a escribir sobre sí mismo. Es decir, que en sus escritos tratara de confesarse un poco. Hemingway se ofendió profundamente por este consejo y nunca se lo perdonó. ¿Qué sería lo que ella descubrió de su escritura que tanto ocultaba don Ernest? Entonces Hemingway desarrolló contra esta famosa escritora un odio bestial y hasta monstruoso, llamándola sucia porque se acostaba con su secretaria Alice B. Toklas. Fue Gertrude Stein quien acuñó el término GENERACIÓN PERDIDA. "Todos sois una generación perdida", le dijo la fea Gertrude.
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¿Qué generación no estará perdida en este mundo?
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Los grandes escritores buscan y desean confesarse, aunque no puedan hacerlo en total estado de pureza humana, como pudo hacerlo San Agustín. Les gustaría llegar a una crudeza sin moral ninguna, pero… toda confesión tiene un límite, por eso alguien dijo que todos los diarios estaban llenos de mentiras. Hemingway tenía cierto horror a hablar de sí mismo. ¿Por qué? A la final, para probarse que era un hombre se fue a matar grandes animales a África, y se casó cinco veces. Él, para tener mujeres tenía que casarse, dijo el escritor Argenis Rodríguez.
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Hermann Hesse dice que el artista sobre estima la confesión, le dedica amor y cuidado como a ninguna cosa en el mundo y cuanto más sincera, concienzuda y completa, cuanto más implacable sea la confesión tanto más peligro corre de convertirse en arte, creación, finalidad de sí misma.
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Añade Hesse, que el artista propende siempre a entregarse en la confesión, a transferir su misión y su esfuerzo en la confesión y errar así siempre en el círculo mágico de sus asuntos personales. Porque el artista es de por sí un ser obligado a exagerar la importancia de su obra, ya que ha trasladado a ella todo su esfuerzo vital y con él su autojustificación.
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Los que van al confesionario de su propia soledad diariamente, suelen tener sus pasiones: conversar con mujeres, leer buenos libros, caminar sin rumbo fijo; meterse en burdeles o bares y pasar largas horas dialogando con las putas; escuchar salsa (aunque no baile un carajo), boleros, canciones llaneras y rancheras, y contemplar cuadros.
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Solía yo llevar un diario, pero es una tarea tremenda, y requiere de un pulso especial para describir los detalles. Tengo varios libros en el horno, algunos de ellos realmente impublicables.
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He tenido la dicha de que algunos lectores de mis libros acabaron siendo amigos personales, sólo por la manera confesional que había en ellos.
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Soy escéptico pero jamás pesimista. Me hiere la crítica, y trato aprender de ella. Trataba de recoger todas en esas cosas en mi diario. Me afectan todos los minúsculos detalles, sin embargo antes los tomaba demasiado a pecho, y muchas veces me desconsolaba viendo que casi nadie sentía lo que a uno le devoraba.
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Llevo el destino de mi país como una torturante brasa, con toda su carga histórica, con su cúmulo de grandeza, de dolores y frustraciones. Pero lo peor siempre es buscar salidas que no están en nosotros. Lo más horroroso ha sido copiar los modelos europeos o el norteamericano. No hay nada más muerto que Europa, no hay nada más envilecido que EE UU.
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Valoro profundamente la precisión en el lenguaje, también la precisión en el silencio.
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Ciertamente, ahora que he emprendido el camino de la madurez todo lo que voy haciendo me parece ganancia, y seguiré confesándome...