Maduro I prometió en su campaña que Maduro II iniciaría "una gran ofensiva para construir una nueva economía que satisfaga las necesidades verdaderas del pueblo, un nuevo comienzo económico", reconociendo implícitamente que la terrible crisis que padecemos, no se debe solo a la guerra económica, sino además, a su fracaso al frente del Estado. Al proponer reinicializar la economía, aceptó que la ruta seguida por su gobierno para estabilizarla ha sido totalmente equivocada. A 5 meses de aquel momento esa promesa se esfumó en el vacío, como tantas otras propias de un caradurismo aberrante sin fin.
En política, es en los hechos que se revela la verdadera intención de los actores. La primera señal de su nuevo viraje gatopardiano, fue el enroque del gabinete con la "novedad" del movimiento de la cabeza de la ANC a la Vicepresidencia, mostrando que el poder "supra" es uno y su centro está en Miraflores. Las medidas tomadas delatan a un piloto que mantiene las mismas coordenadas suicidas sin un plan de vuelo alterno. Repite tercamente el anclaje temporal de precios manus militaris (plan 50), ignorando que en un ambiente hiperinflacionario como el que vivimos, eso es echarle más leña al fuego y su efecto será generar más escasez impulsando la inflación, el contrabando, el bachaqueo, la corrupción y la profundización de la depresión económica. En este contexto, los ajustes salariales son espejismos que se desvanecen casi al instante y paradójicamente, lejos de recuperar el salario real más bien lo deterioran, porque a cada incremento del salario nominal sigue un descenso del salario real calculado en divisas ¿Rumbo al "socialismo" o al capitalismo salvaje?
Mientras discurre la tragicomedia escenificada por un liderazgo político fracasado, desconectado del drama social que padecen los venezolano, inmerso en una polarización inercial en extinción, ha comenzado a tomar vida la protesta pacífica y la movilización unitaria de trabajadores para exigir un salario digno, denunciar la corrupción y defender, desde sus centros de trabajo, el derecho de los ciudadanos a la salud, a la educación y la vida. Las batallas que vienen librando valientemente los indígenas, las enfermeras y enfermeros, los trabajadores de CORPOELEC y de las universidades, son señales esperanzadoras de un poder popular que renace para ser protagonista del cambio.