Hace pocas horas, Jesús Farías se unió a las voces que piden "liberación de precios". Aunque sólo dijo que entre las causas de la crisis estuvo la "fijación de precios que no permitieron cubrir costos ". Espera que "el mercado, movido por fuerzas distintas a los afanes desestabilizadores, podría establecer un precio mucho más racional". Pero debo advertir que Farías pone énfasis en libertad del mercado cambiario, del cual espera aquello, pese apenas dice que eso "podría". De dónde uno cree que, esa libertad, de concederla, habría que cuidarla. Uno que más que estudiado en escuela formal alguna, ha vivido la vida, si no sabe exactamente por dónde le entra el agua al coco, tiene sus ideas. Uno ha visto muchas cosas transcurrir y eso forma parte del aprendizaje. En veces eso hace que uno aprenda más que las lecturas y explicaciones de los teóricos o especialistas. Es cierto que todo control excesivo es malo. Todo abuso es nocivo y contrario al orden. Las cosas tienen un normal concurrir. La Ley de gravedad se cumple fatalmente y es por demás necesaria; forma parte del orden. Pero cuando el hombre intercede en el desarrollo de las cosas, tiende a cerrar o abrir en demasía las válvulas según le convenga, hace daño y se hace necesario alguien eso evite. Es bueno lo de mercado y Estado como sean necesarios.
Esa vieja prédica de borrar al Estado, sobre todo en materia económica, que ahora uno escucha algunos decir que es nueva, viejo es lo contrario como el control, dicen estos, cuando lo viejo y lo nuevo van y vienen según quien tenga las manijas en las manos. El "liberalismo económico", aquello del "dejar hacer y dejar pasar", fue la novedosa propuesta de las nacientes potencias capitalistas para penetrar los mercados de los países pequeños y simples productores de materias primas. Se trataba de romper trabas para comprarles y venderles de todo con la máxima ganancia. Venderles a los precios más altos, sin carga impositiva alguna y hasta lo que sus potenciales clientes pudiesen producir y de la misma manera comprarles lo más barato posible. Si se trataba de quebrar algún esfuerzo productivo de un pequeño país, inundaban el mercado con los suyos a precios menores dada su capacidad Ella es más vieja que las propuestas económicas de la escuela marxista.
De aquella nació la idea de un Estado que no interfiriera en la economía porque según "el mercado se encargaba de regularlo todo". Por eso mismo, Farías apenas dice "podría". La competencia entre mercaderes y fabricantes sería tan intensa, que los precios siempre estarían lo más bajo posible. Pero esa prédica, hasta bello poema, fue descalificada y hasta borrada por los carteles, monopolios, mafias, hasta estatales y en fin de cuenta, las distintas formas de ponerse de acuerdo los productores y mercaderes entre sí, para no perder energía y ganancia en una guerra de precios. En lugar de pelear entre ellos, era mejor ponerse de acuerdo y entre ambos hacerle la guerra al consumidor. Hoy el señor Trump, le está diciendo a los partidarios de esa escuela su verdad. Para él y sus socios se acabó la libertad, el "Laissez faire et laissez passer" y le impone trabas arancelarias a China y hasta a sus aliados de la OTAN. ¿Por qué no le piden a Trump esos economistas que suspenda sus barreras arancelarias contrarias a su prédica y leyes sacrosantas de la economía?
Si hay algo en lo cual mienten descaradamente quienes le hacen oposición al gobierno mediante la guerra, en distintas formas, es en el decir que aquí hay una dictadura, un férreo control de la economía y particularmente de precios. Si alguna dictadura funciona, no es la del Estado sino de quienes tienen de aliado a marcadores artificiales del precio del dólar y ayudan a grandes mercaderes y productores a estafarnos. ¿Dólar to day no tendrá un registro del volumen de mercancías que entran al país con fecha y todo para mover la cotización de la divisa de acuerdo a eso? ¿Será puro capricho?
Decir que es necesario levantar "el control de precios" que existe en Venezuela, como suele decirme un amigo economista de la vieja escuela que cree en lo inocente del mercado, es admitir que hay de eso. Lo extraño es que eso lo diga Jesús Farías. Pero quienes vivimos en Venezuela sabemos que eso, como de dictadura, son solemnes disparates. ¿Cómo hablar de control de precios cuándo aquí todo el mundo pone a sus mercancías el que le venga en gana? Incluso se llega a alegar, no subida del dólar estando Dólar to day como en descanso, sino cualquier cosa. Que se movió sin hacerlo y hasta habiendo bajado. Que el aumento del salario mínimo. Pero sin atender al peso de éste en el costo del producto, sino en lo que al productor y vendedor de la mercancía le da la gana; normalmente en porcentajes que ninguna relación tienen con lo acontecido.
El asunto del control de precios y de todo lo relativo a las actividades económicas por parte del gobierno, dan ganas de reír. Es posible haya por allí algunas regulaciones en papel, hasta de los tiempos de la IV República, a cuyos gobiernos acusaban de lo mismo, pero en el caso de ahora la verdad verdadera es que nadie a eso le hace caso. El control cambiario no es un invento de ahora y ya sabemos lo que aquí pasó por no manejar eso de conformidad a lo que acontecía. Lo que no niega una política cambiaria más flexible y hasta realista. No es que aquí vivamos un estado de libertad económica envidiable sino que entre nosotros, quienes producen y venden, si se han puesto de acuerdo para hacer lo que venga y dé en gana sin hacerle caso a regulación alguna. Repito, por saber eso, Farías habla apenas de "podría".
Voy a poner un solo ejemplo. Cuando compro un pollo entero se entiende que compro sus vísceras – molleja, hígado, etc,- y sus patas. Pero los vendedores de pollo, suponemos comienza en el sitio donde les sacrifican, a éste sacan todo eso. Le ponen en envases o tanques con agua a muy baja temperatura para que su musculatura se impregne del líquido y suba de peso y el espacio que queda libre por la sustracción de lo primero y dónde deben colocar las extremidades, porque pertenecen al comprador, le llenan de agua. Al someterle a congelación el pollo tiene mayor peso, menos de lo que debería tener y el consumidor termina siendo víctima de una estafa, de la cual "el férreo control del Estado" no le salva. Le roban de su pollo hígado, molleja y patas y a cambio de eso le venden agua congelada que aumenta el peso y por consiguiente el valor del producto.
No es exagerado pensar que el líquido que impregna todo el tejido y llena el vacío que dejan las vísceras y las patas, más el que penetra en la bolsa donde viene el pollo, hay más de medio kilo. Y todavía creo me quedo corto. Y eso se lo roban al comprador o consumidor y no hay quien lo evite. Pese digan que la "dictadura todo controla". Pienso lo contrario, tenemos un gobierno por demás débil al cual tienen de "mamadera de gallo", sobre todo en esto del pollo. Y sordo, pues esta denuncia que no es nada novedosa, caerá en el olvido.
Y lo que es peor, hígado, molleja y patas que roban al consumidor o sustraen a cambio de agua congelada, venden a precios escandalosos. ¿Cuándo una dictadura, digamos la de Pérez Jiménez, permitiría esos abusos de todo vendedor de pollo? Este gobierno más parece una mojiganga.
Por supuesto, flexibilizar el mercado cambiario parece necesario porque la rígida postura gubernamental en ese sentido ha sido ineficaz, pero también debe cambiar la actitud de un Estado que no se deje embaucar por vivos y sobre todo por lo tanto que guarda el caballo de Troya.