¡Qué ignorancia, Dios mío!

Esto será un ejercicio de confesiones. Estoy cayendo hondo en la lógica de la mayéutica socrática: yo solo sé que no sé nada. He escrito artículos, participado en debates, ensayado peroratas, respondido entrevistas, diciendo cosas aquí y allá, a veces con falso aire de seguridad. Pero cuando me veo en la íntima oscuridad de mis madrugadas, me sumo en mi mar de dudas y confusos soliloquios (quizá debería decir "soli-locos"). Cada día me sorprende más que haya tanta gente con tal cúmulo de seguridades, que es como si vivir en este mundo fuese cosa de coser y cantar. Algunos hasta se molestan si uno es capaz de poner ligeramente en cuestión alguna de sus sentencias.

Yo he leído algo de Historia, no tanto, no estoy ni cerca de ser un erudito. Pero me basta con lo abordado para barruntar que algo no funciona en la especie humana. Como mi mente se va quedando vacía de certezas, es como un espacio abierto donde entran sin obstáculos pájaros, moscas, perros, cucarachas, hojas arrastradas por el viento, plumas de edredón y todo lo que pueda andar revoleteando por allí. Nada en mi cabeza desquiciada tiene alguna estructura determinada, es un manicomio, un caos. Esto tiene como consecuencia que no como cuentos, nada me convence porque sí, se me van alejando los ídolos conceptuales y todas las idolatrías.

Lo mejor de todo es que este caos que me coloniza lo juzgo tan natural como las galaxias (cosa que también tengo en duda, por supuesto). Me importa un bledo el orden, cualquier orden, estoy retrotraído a una especie de niñez postrera de la cual me agrada el gustico.

Alguien dirá que soy un irresponsable al pensar de esta manera. Qué problema, porque igual me importa un comino cualquier responsabilidad que no sea la que me impone el amor, que no es obligatoria pero tampoco opcional: si amas, las responsabilidades del amor te vienen por añadidura.

En fin, seguiré escuchando las múltiples ideas sobre las soluciones económicas, la construcción del socialismo, los conflictos planetarios, los desastres ecológicos, que presentan tan infinita variedad que no pueden dejar de contener eventuales manifestaciones de imaginería, especulación, mezcolanzas, despropósitos, exageraciones, arbitrariedades, intolerancias y pare usted de contar. Tendré que opinar en algunas reuniones de trabajo y lo haré disciplinadamente, haciendo lo mejor que puedo para seguir viviendo dignamente en medio de esta rara especie en peligro de extinción.

Digo todo esto para que mis lectores (que son unos cuantos) sepan que voy a eximirme por un tiempo, que puede ser eterno, de andar opinando a diestra y siniestra sobre todo, como si yo fuera un sabio cuando en realidad soy un soberano ignorante. Voy a escribir solo poesía y elucubraciones seudo filosóficas, pues no puedo dejar de escribir, es un vicio incurable. Pero dejo a la multitud de sabihondos, que a menudo sobran, la tarea de iluminar el mundo. Yo por lo pronto apago la luz para activarme hacia nuevos parajes de mi mente febril.



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Néstor Francia


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