Embebidos en libros hechos para realidades muy distintas a las nuestras, situaciones políticas muy precisas de principios del siglo XX, leídos como si fueran manuales para, no sólo hacer una revolución, sino hasta para construir el socialismo, algunos honestos militantes hemos desaprovechado los aportes de algunas teorías gerenciales, algunas muy divertidas como la que comentaré ahora, pero bien certeras y apropiadas para afrontar el terrible compromiso de gobernar un país, sobre todo en una situación como la actual, en la cual vamos rumbo a convertirnos en la Zimbabue de Suramérica, como sugirió hace poco Luís Salas, con una hiperinflación que dura ya demasiado, un grave proceso de desintegración social e institucional y sin planes viables y efectivos a la vista, mucho menos un gesto de rectificación `por parte de unos gobernantes que creen que se la están comiendo.
Me refiero a "El principio de Peter", un viejo texto de los sesenta que seguramente casi nadie con formación marxista ha leído porque, efectivamente, no se refiere para nada al socialismo; al contrario habla del capitalismo, específicamente y de manera humorística de las artes gerenciales, especialmente enfocado al problema de la incompetencia en las organizaciones jerárquicas, como lo son, no sólo las empresas industriales, sino también los gobiernos, los estados y los ejércitos, amén de las Iglesias.
Jorge Giordani en un reciente artículo, que comentaremos en otra oportunidad, ha señalado cuatro crisis yuxtapuestas que sufrimos hoy los venezolanos: la general del capitalismo, la de hegemonía, la del capitalismo rentista y la económica. Habría que agregar una crisis de incompetencia generalizada.
Síntomas de esta última crisis son muchos de los que agrupamos en las cuatro anteriores, pero también hay específicos: los continuos cambios de gabinete con anuncios rimbombantes (porque la retórica repetitiva también es señal de incompetencia), los ya famosos "enroques" en el tren ministerial, la culpabilización de la vaca-imperialismo-oposición apátrida-sabotaje contrarrevolucionario, la incapacidad de realizar virajes auténticos, rectificaciones sinceras, "golpes de timón" que merezcan ese nombre. La incompetencia se agrega en sus nefastos efectos a la corrupción, a la pugna por el poder entre clanes y grupos de poder y la intromisión extranjera.
El principio de Peter reza así: "en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia". Dicho de otra manera, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado incompetente y el trabajo tiende a ser realizado por aquellos que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia. Un empleado puede ser muy competente haciendo una labor, pero apenas lo ascienden a un cargo superior, es muy probable que evidencie su incompetencia. En esto se cumple otro gran principio: "zapatero a tus zapatos". La demostración de su incompetencia no se resuelve simplemente con su despido. Al contrario, en las organizaciones se recurren a otros mecanismos, tales como la creación de un puesto nuevo, con un nuevo nombre y un nuevo lugar de trabajo.
En el caso del gobierno chavista y luego el de Maduro, este mecanismo es demasiado conocido. Es el "premio" de una embajada, usado para ministros que sólo sirvieron para hacer bulla como el inolvidable Samuel Moncada en Educación Superior, o un verdadero castigo para aquellos que esbozan una peligrosa rebelión, como es el ejemplo de Ramírez, que de poderosa mano derecha petrolera de Chávez, hoy en día es un perseguido más. También el "enroque" es un ejemplo de este "arabesco lateral" (como se dice en el argot de Peter) por el cual las figuras van de cargo en cargo, a un ritmo desconcertante, sin que pare el carrusel de la incompetencia. Hay figuras que se llevan los records: por ejemplo, Elías Jaua, quien, a juzgar por sus nombramientos, es el verdadero hombre renacentista de conocimiento universal, pues al parecer sabe de agricultura, de Educación, de desarrollo, en fin… También Arreaza va por ese camino. Y Erika Farías, Jorge Rodríguez, Blanca Ekhaut, entre otros, claro.
Otra consecuencia de este síntoma de incompetencia, es la multiplicación creciente del número de ministerios. Aunque es también la tendencia propia de la burocracia en el peor sentido de la palabra, el de reproducirse a sí misma como un cáncer. Nótese que estos principios generales se cumplen en la vida normal, ordinaria, de toda jerarquía. La cosa empeora cuando en la conformación de esa jerarquía entran consideración políticas, como los compromisos con clanes o pandillas de poder, "cuotas" a sectores de presión, nepotismo, amiguismo, maffias, etc.
El caso más espectacular de este criterio de reparto de cuotas entre clanes, es el del sector militar. Los comentaristas de oposición llaman a este síndrome "pretorianismo". Pero en el madurismo es algo más. Algunos voceros hasta le dan dignidad de principio político, casi en el status teórico de la lucha de clases: la unidad cívico-militar. Nótese que, mientras Chávez fue presidente, los militares jamás fueron más de dos de cada diez ministros. Con Maduro esa proporción se duplicó, llegando a ser los militares más de la mitad del gabinete. Otro indicador es que, de ocupar carteras políticas-administrativas, los militares pasan a ocupar cargos relacionados con la economía: 3 de cada 4 ministros relacionados con la alimentación, 6 de cada 4 relacionados con la producción, sin contar la presidencia de PDVSA. Esta ubicación militar en cargos relacionados con la economía, tiene su culminación con la creación de CAMIMPEQ, empresa que dirige el ministerio de Defensa (no la persona, sino la institución armada), que se encarga de todo lo relacionado con el petróleo y las minas. Amén de las varias decenas de empresas del estado dirigidas hoy por militares con muy malos resultados.
Hay algunos datos históricos acerca de los gabinetes de Maduro que nos llaman la atención acerca del principio de Peter: ha habido más de 80 cambios ministeriales en estos 6 años, pero hay, por otra parte, una decena de nombres que siempre se repiten. Esto nos indica varias cosas: el obvio reparto de los cargos entre los "clanes" (el de El Aissami, el de los Rodríguez, el de Cilia-Nicolás, por supuesto). Por otro lado, hay ministerios que de verdad han tenido muy mala suerte, pues la lista de los seleccionados crece y crece sin cesar: el de Educación, el de Educación Superior, el de Salud y, gravísimo, el de los ministerios de la economía. Incluso hay casos, como el del mencionado Luís Salas (quien sí es muy competente para escribir análisis y artículos; más que la profesora Curcio, por ejemplo), en que los ministros no duran ni un mes. Igual ocurre con los directivos del BCV que, a estas alturas y en violación completa de la Constitución, es tan solo un ministerio más, un cargo más para jugar en el reparto de los clanes. Por cierto, con la creación de ese organismo supuestamente supraconstitucional, como lo es la ANC, no queda muy claro si el nombramiento de Delcy Rodríguez como vicepresidenta de la república, después de haber sido presidenta de la ANC, constituye un ascenso o una degradación para el clan de los Rodríguez. La elección de Cabello al frente de la ANC nos indica que ese cargo no es más que un pseudoascenso, un cargo ahí para negociar las cuotas de los clanes.
Por supuesto, el principio de Peter se refiere a lo que ocurre en jerarquías de organizaciones como empresas y hasta gobiernos. Pero ensaya también algunas generalizaciones. Una que se puede hacer es pensando en que llegar al poder ejecutivo es una suerte de ascenso muy especial. Es el tope del tope, en un país como éste tan presidencialista, para no decir que caudillista. Es muy posible que Nicolás Maduro haya sido un sindicalista competente, un militante de la Liga Socialista muy leal y obediente, incluso puede que haya sido un canciller competente (claro, con la supervisión permanente del hiperliderazgo de Chávez), y hasta un político bastante capaz para lidiar con el nido de alacranes del chavismo oficial y haber derrotado políticamente a una oposición que, desde 1999, no da pie con bola, evidenciando una incompetencia histórica. Pero todo lo expuesto aquí nos parece indicar que como Presidente de la República, ha llegado a su nivel de incompetencia. Porque, hablando francamente, como gobierno (que al final se trata de eso y nada más) este ha sido uno bien malo.