La estupidez de muchos seres humanos llega a tal grado que las experiencias no le sirven de nada. Después del invento del cine, es decir la forma de plasmar los hechos en una cinta, los registros de los eventos no solo se hacen por escrito, lo cual permitió en su tiempo el conocimiento de lo sucedido a través de la historia documental y crítica. Es decir, antiguamente solamente se podía recordar o evocar lo acaecido mediante la lectura, bien mediante una carta, o un decreto, o un manuscrito o en mejor de los casos, en un libro. A pesar de la narrativa existente desde hace siglos, después que los hombres concibieron la cosa más estúpida, más cruenta, inclemente y súper depredadora, como es la guerra, todavía en el siglo XXI estas prácticas continúan en beneficio de unos pocos y las desgracias de muchos.
Modernamente la historia no está plasmada solo en los libros, como ocurrió en los siglos que antecedieron al siglo XIX. Hoy por hoy se pueden conocer los sucesos a través de las fotografías, cintas cinematográficas, mediante los videos, también por Internet, los celulares, así mismo por las redes sociales las cuales contribuyen, en buena parte, a presentar evidencias de alguna contingencia y de las secuelas de un acontecimiento que puede ser grave, según afecte a un grupo humano.
Las guerras, el nefasto invento de los estúpidos y de los brutos que hacen de esta un negocio, en oportunidades dejan lamentables resultados que se recogen durante mucho tiempo después de empezada. Me voy a permitir traer a mi desgastada pensadora el problema de España con dos de sus diversas autonomías, como la zona vasca y la Cataluña las cuales perdieron, mediante cruentas guerras, su independencia por allá en el siglo XV. Por esta vía fueron anexados tales dominios a los reinos de Aragón y Castilla. Como vemos, todavía hoy en pleno siglo XXI los pueblos vascos y catalanes sufren la secuela de aquellas invasiones. Otro ejemplo fue la guerra de indochina iniciada en el año 1946, en el enfrentamiento de Francia contra Camboya, Laos, Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, en el afán de los franceses de apropiarse y controlar esta zona. Una vez derrotado los galos por los asiáticos, estos enfrentaron a otro imperio, el de EEUU, que intentaron reemplazar a los franceses en su afán colonialistas. Lamentablemente las acciones de estas pugnas duraron hasta el año 1975 dejando como resultado millones de muertos, tierras desoladas y culturas arrasadas. Tal como los ejemplos citados existen otros como las guerras de los Balcanes que derivó en el desmembramiento de Yugoslavia. Estas refriegas datan desde el siglo XIX y terminaron en el 2006 con la partición de este país en Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia y Serbia.
Imposible olvidar las invasiones en el Medio Oriente que datan del siglo XIX en el afán de los antiguos imperios y de EEUU de apoderarse de las riquezas energéticas de Afganistán, Libia, Irak, Yemen y Siria, cuyos habitantes, hoy por hoy, padecen los sufrimientos ocasionados por estas cruentas guerras. Casi todos los días la prensa escrita y televisiva registra numerosos muertos, heridos y ciudades destruidas consecuencia de bombardeos, actos terroristas, hambrunas enfermedades y millones de refugiados, apátridas que buscan en otros lugares, como corolario de esta crisis migratoria, un sitio donde vivir en paz.
Lamentablemente los mensajes de paz no les llegan al cerebro ni al corazón de los hombres de la guerra, a los dueños de los grandes consorcios fabricantes de armas con sed de dinero y de materia prima robada para mantener sus negocios. Para ellos los muertos no son más que estadística que no tiene nombre ni apellido. Vivimos en mundo deshumanizado donde muchos no tienen ojos para ver los destrozos, ni oídos para escuchar los clamores de aquellos que sufren durante los bombardeos y después de las incursiones de los invasores.
Pero los despiadados de la guerra han modernizado sus estrategias, estas no son las prácticas ortodoxas a los que nos tiene acostumbrado. En ocasiones ya no invaden a los pueblos con artillerías, ni cazabombarderos, ni portaviones, ni tanques de guerras, ni bombas, entre tantos artilugios mortales para subyugar a los pueblos. Ahora disponen de otras estrategias, no menos cruentas que las acostumbradas. Ahora disponen de técnicas comunicacionales y diplomáticas puestas al servicio la maldad. Actualmente se recurre a las sanciones económicas contra los pueblos, al ahorcamiento financiero que impide que los gobiernos no sumisos acudan a los bancos internacionales para solicitar préstamos, se recurre a carteles plenipotenciarios que actúan como verdaderas mafias financieras. Bandas que a escondidas operan detrás de organizaciones internacionales, para apabullar a los gobiernos que no aceptan los lineamientos ni del Departamento de Estado de EEUU, tampoco de la UE y mucho menos del FMI, del BM y la OMC, organismos que actúan como defensores de los intereses de los grandes capitales.
EEUU y la UE está utilizando las sanciones económicas para doblegar a los pueblos y tal como se mantiene el bloqueo económico contra Cuba desde hace más de 50 años, actualmente utiliza las sanciones económicas en su intento de someter a Rusia, China, Irán y a Venezuela. A las tres primeras por unas razones y a nuestra patria por otra.
Venezuela, una vez que se declara antimperialista comenzó a padecer la violencia de la guerra de cuarta generación, operaciones, que a pesar de no utilizar armas de forma directa, sus acciones afectan el desarrollo económico normal de nuestro país. Las sanciones prohíben la convertibilidad de los bonos venezolanos impidiendo a Venezuela el acceso al crédito. Consecuencia de esto el gobierno bolivariano no podrá remediar las necesidades básicas de los venezolanos. El bloqueo económico perjudica la producción petrolera dado que el tratamiento del petróleo pesado necesita fuentes de inversión. Todo esto ha traído como secuela una hiperinflación galopante que, si a los problemas de las malévolas sanciones económicas se le suma la especulación de los empresarios y de los comerciantes, nos percataremos de las razones de los sufrimientos que cada día soportan los venezolanos, consecuencias de esta pérfida guerra económica.
No hay ningún erudito en economía capaz de explicar la razón de los aumentos de precios de los productos tantos alimenticios como medicinales, así como los criminales exabruptos que comenten los prestadores de servicio sobre todos los clínicas y los colegios. Ya es descarado los cobros en dólares que hacen las clínicas para operar a un paciente, los colegios privados de forma insolente cobran en dólares la inscripción, mensualidad, la venta de uniformes y de los útiles escolares. Los bancos no poseen efectivo y algunos de estos, incluyendo los del estado, entregan irrisorios efectivos (Bs. 10.000, Bs. 12.000, Bs. 100.000) que en algunas oportunidades no alcanzan ni para un pasajes., Los taxistas exigen millones de bolívares por una carrera, los camioneteros suben los pasajes cuando y como les da la gana. Los buhoneros, exhibiendo unos fajos de billetes en la mano, venden solo en efectivo para luego revender los billetes a las mafias colombianas. Y todos estos abusos ante la mirada impasible de los funcionarios que tienen que ver con el asunto.
A manera de ejemplo les relato una lamentable anécdota: conocí a una señora que gastó desde Barcelona (de Anzoátegui no de España) 50 millones de bolívares en un pasaje en auto (ida y vuelta) para tratarse una dolencia en una clínica del este de Caracas. Cuál no sería la sorpresa de la enferma que al preguntar por el precio de la consulta la secretaria le informó que eran ¡Bs. 38.000.000! Que inclemencia, que felonía la de un médico que pretende hacer de su evangelio una manera de convertirse en millonario. Al final la señora tuvo que regresar decepcionada sin el codiciado récipe y con una cantidad de dinero menos en su cuenta bancaria. Necesitamos un gobierno socialista fuerte que detengan estos abusos que se multiplican ante el estoicismo de algunos funcionarios.
En una situación como la que estamos viviendo los venezolanos Bolívar exclamaría: "En la guerra no se comete falta impunemente, y la inexactitud en la ejecución de los planes trae frecuentemente graves e irremediables males". (Oficio a Jerónimo Urquiola 1817). No dejemos de hacer algo de la cual tendremos que arrepentirnos. Lee que algo queda.