El 15 de agosto de 2004, a sólo un mes del 3 de diciembre…

Sin orden ni concierto, pero con melodía verdadera, porque se oyó, está la siguiente sinfonía de hechos que marcó, entre otras muchas otras, el festival electoral previo al referendo revocatorio del 15 de agosto de 2004.

Aquel año el oposicionismo se llamaba Coordinadora Democrática y Súmate, denunciada esta última como “disfraz de asociación civil”, y se iniciaba con sendas reprimendas del Vaticano, tanto a Baltasar Porras (quien decía que Chávez pretendía erigirse en un gran gurú) como al otro adeco Mikel de Viana, voceros de la Conferencia Episcopal y de La Coordinadora Democrática y de la Universidad Católica Andrés Bello, respectivamente, insinuándoles que se dedicaran más bien a lo suyo, a la cuestión de las almas, así como con la certeza de que ese año lograrían una inédita consulta electoral, que pusiera fin al mandato de quien, con mucha precisión, y sin que resultara cuchillo para su propio pescuezo, la había instaurado en la Constitución de 1999: el mismísimo Chávez . ¡Qué molleja de avalancha de reto!

Pero resulta que unas siete maletas habían entrado al país ya con la bicoca de 21 millones de dólares americanos, y se hablaba también de un candidato único luego de la revocación, y que mantuviera, por cierto, los programas sociales de Chávez...

El director de Datanálisis explicaba, que se evaluaban dos escenarios: si el referendo no se realizaba, o que lo ganara el presidente, caso en el cual se tendría entonces a un Chávez fortalecido. La conclusión no es que tampoco fuera tan ingeniosa. Todas las encuestas hoy lo dicen, y, además, lo han venido diciendo.

Se iniciarían los cacerolazos pidiendo celeridad en el proceso, y con posterioridad se realizaría uno, ya culminante, para condenar al apacible Jimmy Carter “por chavista”…

No había terminado enero, cuando ya la campaña de descrédito contra el CNE comenzaba: Primero Justicia denunciaba que el CNE había extraviado más de 6 mil planillas contra Chávez. Comenzaba a encorajinarse el rector Ezequiel Zamora que parecía ser más bien afable, amenazando con crear una crisis institucional. (A la Coordinadora le convenía una crisis en el CNE). Comenzaba el dilema sobre las planillas chimbas (planas, en lenguaje técnico). Róger Noriega advertía que Estados Unidos usaría los niveles multilaterales que tenía si las autoridades electorales declaraban que no había suficientes firmas para convocar el revocatorio, donde las firmas planas justo gravitaban sobre la situación. Y Ezequiel denunciaba grave acoso por parte de la DISIP.

Al fin el CNE declararía oficialmente que iba el revocatorio por haberse “reunido” las firmas necesarias, y comenzaría más tarde la famosa batalla de Santa Inés, cuyo discurso televisado de Chávez (anunciándola) Jorge Olavarría catalogara de obra maestra política: Chávez convertía así, una derrota, en victoria. Ah, pero Estados Unidos, la Coordinadora, y Baltasar, brincaban en una pata…

Habría “revocatorio” entonces…

Según Daniel Hernández, hoy diputado, lo que se dilucidaba con la realización del evento, era: Venezuela como protectorado de Estados Unidos, o Venezuela soberana… El Miami Herald denunciaba lujoso nivel de vida de Chávez. Comenzaba Acción Democrática su guerra contra las captahuellas. Carlos Andrés Pérez vociferaba, desde Miami con una apariencia bien desgastada, que estaba echando vainas todavía… El fiscal Danilo Anderson solicitaba la detención de 59 ex militares encausados por el delito de rebelión. Planeaban bombardear a Chávez en un Aló Presidente con un F-16…

Y comenzaban a producirse algunos milagros también: Julio Borges se arrepentía de su posición durante el paro petrolero, por lo que Chávez alertaría al mundo sobre aspiraciones fraudulentas de la Coordinadora.

Colombia denunciaba incursiones de la Guardia Nacional en su territorio. También se denunciaba -dizque por “desertores de la guerrilla”- que un coronel de la Guardia venezolana proveía armas a los rebeldes de las FARC y el ELN que operan en la región colombiana de Arauca. Hasta ex chavistas, como Rojas Suárez ex gobernador de Bolívar, decían que Venezuela se convertía en zona de alivio para subversivos. Y hasta Kerry, el candidato demócrata, decía que Chávez se encaminaba velozmente a convertirse en un dictador...

Un curioso portavoz del Departamento de Estado, Adam Ereli, aseguraba que la intervención de EEUU en el caso de Allende había sido toda una historia de apoyo a la democracia… José Vicente, por supuesto, admitía diferencias políticas con Estados Unidos, y no sólo con motivo de tan cipote cinismo. Pero decía no preocuparle esas relaciones extrañas…

Bush y Blair estaban entre los nominados para el Premio Nobel de la Paz, como otro cinismo de antología.

Chaderton criticaba con dureza a Condoleeza, la entonces consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, quien acusaba a Chávez de no jugar un papel constructivo en la región, mientras subían de tono tales careos con motivo de las relaciones con Fidel.

Chávez predecía que ese año sería de expansión y consolidación económica. Para enero, el barril estaba alrededor de los 28 dólares y las reservas se hallaban en casi veintiún mil millones, y se esperaba un crecimiento del siete por ciento. También el precio de los bonos venezolanos, en el índice de mercados emergentes de JP Morgan, subía, y el riesgo país mejoraba seis puntos, y no estaba prevista una devaluación del bolívar. Comenzaban las inversiones rusas y chinas. Chávez creaba la Misión Vuelvan Caras, con el objetivo de combatir el desempleo.

Y Lauría concluía, con mucha “lógica” por supuesto, que Chávez buscaba la pobreza para dominar al país… ¡Qué molleja de avalancha de inferencia!

Se iniciaba la Cumbre de las Américas de Monterrey con fuertes disensiones entre Estados Unidos y Venezuela, Argentina y Brasil, como bloque, y Bush confesaría allí, de forma descarada por demás, que “trabajaría” por el referendo en Venezuela involucrando incluso a Vicente Fox, quien guardaría silencio para otorgar… Negarían incluso de entrada que el imperio financiaba organizaciones políticas con motivo de su interés en el revocatorio, para luego terminar reconociéndolo. Allí Chávez se declararía un hombre de izquierda antes de iniciar su andanada de críticas a la Cumbre, al Fondo Monetario Internacional, y al propio Estados Unidos, poniendo en evidencia el abismo y las diferencias insalvables con Bush, a quien acusó de estar planificando, sin descanso, su derrocamiento. Chávez allí dejaría plantado a Fox y se entrevistaría mejor con Cuauhtémoc Cárdenas, y rompería el protocolo en la Cumbre.

Luego, en la Tercera Cumbre de Guadalajara entre líderes de la Unión Europea, y de América Latina y el Caribe, Chávez comenzaría su discurso antiiperialista, cumbre que terminaría, a propósito, con un fuerte sabor a gas lacrimógeno…

Se iniciaría la revisión de las planillas y de las firmas, así como los ahoguíos de Enrique Mendoza como admirado vocero de la Coordinadora, que volvería a la calle pidiendo fecha (y no condiciones como ahora), prosiguiendo con las marchas; y con una OEA demandando más presencia por boca de un efebo mentado Jaramillo, al que Nicolás Maduro llamaría al botón para que se ubicara en su papel de simple observador.

Comenzaban las “emboscadas”. La primera contra el MAS en la Plaza Bolívar de Caracas, a cuyos presuntos perpetradores Lázaro Forero identificara, de inmediato, como chavistas...

Bush advertía a Chávez, a través de intermediario (Néstor Kirchner), que no avalaría un fraude en el referendo, mientras que García Carneiro anunciaba, como nuevo ministro de la Defensa, que Venezuela era un país libre y que no sería tutelado por nadie, prometiendo en adición reprimir cualquier intento de golpe.

Comenzaba a calentarse de nuevo el ambiente en la Asamblea Nacional con motivo de la sanción de un nuevo reglamento de interior y de debate, al cual combatía el oposicionismo amenazando con que, para el caso de que los parlamentarios oficialistas aprobaban su reforma en una sesión extra-muro, no podrían volver entonces al Palacio Legislativo.

Hasta Miquilena (que se creía momificado ya) reaparecería pidiendo unidad en la Coordinadora, mientras José Vicente temía un nuevo asalto a la constitución; extrañándole además las declaraciones ofrecidas por el Coordinador de la Oficina de Contraterrorismo del Departamento de Estado, Cofer Black, sobre la necesidad de una mayor cooperación por parte de Venezuela.

El ELN denunciaba que los paramilitares preparaban un complot contra Chávez.

La OEA y el Centro Carter instaban a todos los sectores a manifestar respeto por decisión del CNE, “observadores” estos que hubo en algún momento que parar, porque pretendían ponerse por encima del Poder Electoral. Chávez aprovecharía la coyuntura para denunciar, de una vez oficialmente, que Estados Unidos había estado activamente detrás del golpe de 2002 y acusaba a Bush de la masacre habida y de que, además, pretendía desestabilizar al país en aquellos tiempos tan cruciales.

Se conmemoró el 23 de enero de una manera bastante tímida, aun cuando la Coordinadora Democrática pretendió hacerlo de una manera rimbombante, pero, frustrados al final, por no tener el necesario fuelle de masas. Y contrariamente masivo, se mostraría más bien el quinto aniversario del gobierno revolucionario.

La Coordinadora comenzaba sus agendas en Washington (en la OEA primero) cuando el proceso se suponía enteramente venezolano, y donde se denunciaba que Chávez pretendía falsificar la realidad de Venezuela a nivel internacional. Los gringos ya comenzaban a apreciar, desde entonces, que no había líderes en la oposición…

Se iniciaban las marchas fúnebres de la Coordinadora (con caras de zombis y coronas en mano) poniendo como razón para ellas la violencia y lideradas por dos personajes bastante tétricos (Oscar Pérez y Mohamed Merhi), amén de una que amenazaba con asaltar al CNE como para revivir los sangrientos hechos del 11 de abril de 2002. Pero al igual se iniciarían las no fúnebres, donde el chavismo demostraría su fuerza… sobre todo en la avenida Bolívar. Y las dos últimas, previas al acto, serían: la de la Coordinadora en la autopista Francisco Fajardo que pareció haber sido trucada para hacer aparecer más gente ante los ojos de los televidentes, y la de Chávez, que fue tan contundente, que con ella demostraba que las suyas no habían sido espasmódicas en cuanto a concurrencia. El Departamento de Estado les hacía el juego (su juego), apreciando que, con bastante probabilidad, habría un brote de violencia en el país. Para eso Henry Vivas (en ese momento ex comandante de la Policía Metropolitana) y un equipo ad hoc, había ido a Viena a comprar armas sofisticadas. Pequeños grupos fomentaban la violencia en varias ciudades del país, mientras Jorge Rodríguez denunciaba la certeza de que se había cometido fraude en la colecta de las firmas: el uso de los nudillos, el codo, y la yema de otros dedos aparte del pulgar, como simuladores para la huella digital, que Chávez denunciaba como que a punta de presión, y chantaje, la Coordinadora pretendía tapar. Se decomisaban en el puerto de Maracaibo proyectiles para armas de la Coordinadora, y fracasaban con la denominada “marcha de los invisibles”, que pretendía alentar al referéndum.

Por otra parte, se iniciaría la campaña de que Chávez lo bloqueaba desde un primer momento. Por tal razón surgiría el grupo de los presidenciables, que, en principio, serían cinco, por lo que Chávez los llamaría, a guisa suya, el “5-G”… Y por tal supuesta posibilidad, Ledesma llamaría al pueblo a la calle para impedir una birla del CNE y, con todo eso, Escobar Salón sospechaba que la oposición no tenía planes en caso de no haber revocatorio. Un general comenzaba su campaña también contra la Fuerza Armada, afirmando que la corrupción la avasallaba.

Por haber el CNE decidido pasar a revisión 148.000 planillas planas, además de la demanda de la OEA y Washington de no caer en “exagerados tecnicismos”, Enrique Mendoza, de madrugada, leería un comunicado de la Coordinadora que llamaba a iniciar acciones de resistencia “pacífica” frente a las órdenes de las autoridades. Los empresarios descartaban paro nacional (“por ahora”). Estaba a punto de iniciarse la Cumbre del G-15, y la Coordinadora manifestaba ante cada una de las embajadas de los países que lo conforman. El CNE comenzaba a sesionar sólo con tres rectores. Ezequiel y Sobella se habían alejado hechos los locos. Se detectaban reuniones clandestinas entre miembros de la embajada gringa y activistas de la Coordinadora. Comenzaban los trancazos en Caracas con dos muertos, por agresiones de los coordinados. Venezuela pedía a Estados Unidos que condenara la violencia de los coordinados, pero nada. Hasta que por fin lo hiciera, pero con demasiada timidez. La Conferencia Episcopal también metía su cuchara contra el CNE. El deslenguado Lückert decía que la Iglesia Católica no se quedaría callada como perros mudos… Castillo Lara comenzaba con sus cosas eclesiales: ¡me da mucha lástima Chávez!

Luego se iniciaría la campaña de desprestigio contra la automatización del proceso, comenzando por la mismísima rectora Sobella Mejía, quien tildara a las máquinas Smartmatic como todo un arcano… Manuel Cova denunciaba zarpazos. Globovisión denunciaba que personal suyo fuera detenido por “individuos” armados.

Sin embargo, Collin Powel se comportaría decentemente al apoyar al CNE en el proceso de reparos a las firmas cuestionadas. Pero resultaba tan vulgar la intromisión, que el canciller venezolano (Jesús Pérez) se vería obligado a declarar que Venezuela no era aliada de Estados Unidos, y además, aduciendo que tenía razones suficientes como para romper relaciones. Secuestraban a presidente Aristide en Haití, y la Coordinadora lo señalaba como un grave indicio contra Chávez. El Washington Post acusaba al CNE de haber dado un “golpe kafkiano”. Ciertas mentes académicas y jurídicas (y coordinadas) hablaban ya de un país pre totalitario. Heinz Dieterich decía que el avance del tercer golpe de Estado permitía entender ya su anatomía. Se comenzaban a detectar “terroristas” en Margarita. Carrasquero (Francisco) decía que los observadores estaban sesgados. El saldo de la semana de violencia subversiva sería de nueve muertos y ciento once heridos. Marcel Granier alertaba que no bastaba salir de Chávez, sino que había también que extirpar sus raíces, mientras que Alberto Federico Ravell lo acompañaría más tarde diciendo que se debía utilizar hasta la última rendija para salir de él. Ambos, quizá compartían el criterio evidente, de que a todo chavista había que sacarlo aun del claustro materno a punta de bayoneta… No sé qué piensen hoy. Sin embargo, Ravel anunciaba que hacía un gran esfuerzo por mantener el equilibrio informativo. No sé si eso obligaría a Chávez a declararle la guerra comunicacional a CNN. Castro no, Castro más bien instaba a Estados Unidos a enviar médicos a Venezuela. El famoso Comando Sur no dejaba tampoco de participar: ¡populismo radical es una amenaza para América Latina!.. ¡Chávez es un terrorista emergente!.. eran sus consignas más moderadas. Ordenaban la libertad de Carlos Melo luego de que fuera detenido con un fusil Fal con sus huellas dactilares sospechosas impresas en su cuerpo mortecino. Jesse Chacón sería hasta acusado de reveronista al haberle atribuido la compra de un Reverón por ciento cuarenta mil dólares americanos. Capturaban a 56 paramilitares encaletados en una finca de un hermano de María Conchita Alonso, quien luego terminaría convertida en diva rosalera. Carlos Ortega entraría clandestinamente atraído por los actos de calle de la Coordinadora, y además, por los casinos... Enrique Mendoza aspiraba nueve millones de votos. A Lula también lo presionaba su oposición para que destituyera al presidente del Banco Central. Ramos Allup apreciaba que el fraude sería infructuoso ante la victoria del pueblo, pero el pueblo vencería, y aún se esperan sus pruebas sobre el supuesto fraude. Al encuestador Félix Seijas El Universal le atribuiría una encuesta falsa, donde se afirmaba que un 50% revocaría a Chávez y que un 44% lo apoyaba. Roger Noriega había dicho que su gobierno había invertido mucho dinero en el revocatorio. La encuesta de North American Opinion arrojaba 63% a favor del NO a una semana de la votación. Pero es que además, el dizque simpático Kiko, tendría que renunciar a la dirección de El Mundo por haber publicado también una encuesta fraudulenta realizada por un profesor que fuera denunciado –allá, por 1996- de haber llegado a un decanato mediante un acto fraudulento. ¡Qué molleja de avalancha de profesor! Venezuela abanderaba el crecimiento económico en América Latina según la CEPAL. Los observadores internacionales, solidarios con el proceso, eran hostigados por la Policía Metropolitana bajo la inspiración política de Peña, y hasta Lima llegaría la represión. Ramos Allup, desesperado ante la inminente derrota, calificaría a Chávez de malandro, delincuente y desarreglado mental, y que por haberse divorciado y estar sin pareja, cubría sus carencias afectivas y sexuales ensañándose con el pueblo venezolano… ¡Qué molleja de avalancha de falta de libertad de expresión! Y haría la predicción de que Chávez perdería por un millón de votos de diferencia. Pero poco después, en una de esas inmensas concentraciones que lo apoyaban, Chávez diría que sólo el proyecto bolivariano garantizaba la paz, el equilibrio, la democracia, en lo que estaría de acuerdo hasta el mercado petrolero mundial por boca de David Thomas, analista en la Commerzbank. El miembro de la Comisión de Enlace de la Coordinadora Democrática, Asdrúbal Aguiar, manifestaba que la oposición sólo aceptaría los resultados válidos y transparentes, una vez que la observación internacional así lo determinara, lo cual no cumplieron, alegando que tales observadores internacionales eran chavistas… (Dentro de ellos, la OEA y el Centro Carter). ¡Qué molleja de avalancha de calumnias! Y dentro de esa semanita previa, El Mundo de Madrid señalaba que el referendo mantenía en vilo a Estados Unidos y que, un tal Spencer, jefe de la CIA en el hemisferio sur, se reunía en Santiago de Chile con agentes suyos de Colombia, Perú, Brasil y Ecuador, para delinear planes contra Chávez una vez que saliera victorioso, asunto que daban por descontado, y con el objetivo de evitar la expansión bolivariana. Chávez bautizaba, a propósito, el libro Expediente negro de José Vicente Rangel, cuyo tema lo constituyen, tanto las torturas, como las desapariciones durante la Cuarta. Washington, sin embargo, hablaba de que estabilidad era la palabra clave. Y a ritmo de diana madruguera, saldrían los chavistas a votar ese 15 de agosto para fijar el marcador así: 59,06% a favor de Chávez con el NO, y 40,94% a favor del SI. Y luego el oposicionismo desconocería los resultados y denunciaría fraude, pero la auditoría sobre el 35% de las máquinas, ratificaría todo. Y Chávez celebraría su triunfo haciendo ver que había conectado un tremendo jonrón con un bate virtual que empuñaba a las puertas de Miraflores. Súmate chillaba, y los derrotados llamaban a la población a salir a la calle para protestar el presunto fraude, pero la población les resultó sorda. Aun así, Enrique Mendoza diría que la OEA sería garante del proceso, lo que el Departamento de estado adheriría de manera nada más que “coincidente”; pero así fue: la OEA pronunciaría esta frase muy contundente en horario de adultos: ¡a cagar mandó Requena! por lo que el tal Spencer de la CIA, tal vez aún se pregunte, ¿y quién carajo sería el Requena ese? Pues, con ella, la OEA lo que quiso decir fue que había habido juego limpio y que Chávez, por tanto, no se iba. Y a esa proclama se adhirió también el Centro Carter. El triunfo del gladiador de Sabaneta había sido claro y transparente. Al día siguiente, el rencor de los perdedores produciría en la Plaza Altamira la cifra fatídica de un muerto y cuatro heridos. No podían irse lisos. Como siempre, Estados Unidos no respaldaba tales hechos de violencia. Y para colmo, el New York Time los acusaba de no representar a los venezolanos mientras que el Tiempo de Bogota les restregaba que había Chávez para rato... No obstante, los precios del petróleo bajaron y una de las primeras declaraciones de Chávez sería querer una buena relación con Estados Unidos. Pero Manuel Caballero decía que él no se rendía, mientras funcionarios de Estados Unidos decían que oposicionistas debían aceptar resultados, o probar fraude, pero el Departamento de Estado diría luego que no emitiría juicio, y que esperaría los resultados de la averiguación sobre el hipotético fraude. Y en eso Ramos Allup, hasta hoy, les ha fallado. Al parecer Estados Unidos, tal Caballero, como que tampoco se daría por vencido: lo ha venido demostrando en esta gran revancha.

Hay algún material para parangonar ambas coyunturas. La de hoy pareciera sosegada. Pero aún falta un mes. Lo que si no debemos hacer es ponernos a discutir acerca de si la Gioconda está o no preñada…

-¡Moscatel!- como decía el gordo Elis en situaciones expectantes, y sobre todo expectorantes…


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Raúl Betancourt López


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