El día de ayer, domingo 19 de agosto, estuve con mis queridos amigos Roberto Malaver y Roberto Hernández Montoya en su programa de VTV. Como siempre, disfrute mucho con estos dos galanes de la televisión que me abruman con su afecto y su ingenio. He aquí un resumen de lo que dije en esos gratos momentos.
Primero que nada los felicité por ser un gran ejemplo para los venezolanos, ya que son los únicos que practican realmente la autocrítica en este país. No tienen ningún problema en reconocer públicamente que su programa no sirve para nada, que es una lata y que no lo ve nadie. Porque aquí todo el mundo dice "¡Hay que ser autocríticos!", pero es básicamente para criticar a los demás. Yo personalmente no me autocritico, ya que a mí me critican demasiado (soy muy criticable) ¿A qué entonces echar más leña al fuego? Estoy tan desprestigiado que al programa estaban invitados también Earle Herrera y Luis Britto García, pero cuando se enteraron que yo iba, se inventaron unos pretextos para rechazar la invitación.
Los Robertos presentaron el imperdible segmento del Profesor Lupa, en el que este aconsejó a Malaver que fundara su propio partido de oposición, ya que el hijo predilecto de Tacarigua Despacio había dicho que quería aspirar a la secretaría general de Acción Democrática. Yo apoyé la idea de Roberto, ya que él es muy gobiernero y AD es el segundo partido de gobierno en Venezuela, pues manda en cuatro gobernaciones. Estuvimos de acuerdo además en que los adecos no se acaban nunca, son como las chiripas, que tú les echas Baygón y se desaparecen por unos días, pero después vuelven a aparecer, tal como aportó sabiamente Hernández Montoya.
Malaver me preguntó qué pienso yo de lo que va a pasar a partir del 20 de agosto. Primero hice notar que ahora resulta que en Venezuela todo el mundo es experto economista, así como todo el mundo es comunicador y astrólogo. Confesé que soy lego en la materia, por lo que suelo preguntar a los que saben, tal como lo hice con Julio Escalona. Julio me explicó por qué las medidas anunciadas por el presidente Maduro son correctas y están bien concebidas, pero él de todas formas teme por el daño que puedan hacer el burocratismo y la corrupción. A mí eso no me preocupa tanto, porque a esas dos lacras estamos acostumbrados desde que mandaban los adecos, es una herencia que nos quedó de ellos. Me preocupan mucho más cosas como las que hicieron algunos comerciantes inmediatamente después de los anuncios del Presidente. Los aumentos de precios del fin de semana fueron un real escándalo. Uno que tenía los cambures a 200 bolívares el kilo (en efectivo) el viernes, los subió a 2.000 el sábado. Expliqué que un ladrón, si tú le cierras la puerta, tratará de meterse por la ventana. Los efectos macroeconómicos de las medidas van a ser muy buenos, a todas luces, pero no serán bendecidos por el pueblo si no se reflejan en la economía cotidiana más temprano que tarde. Malaver replicó que el Presidente dijo que el Gobierno iba ahora a gobernar no solo lo social, sino también la economía. Yo recordé otro señalamiento presidencial ante los altos funcionarios que lo acompañaban, y es que el Gobierno está obligado a gobernar. Amén.
Mucha gente opina que es hora de sacar los militares a la calle para controlar los desmanes de los comerciantes. No sé si eso funcionaría, mas recordé no obstante que Chávez lanzó el Plan Bolívar 2000 para ayudar al pueblo ante la crisis que le dejaron los gobiernos de la Cuarta República, ese es un buen antecedente del papel que pueden jugar los militares en una situación de emergencia.
Opiné que muchos hemos dicho que la oposición en Venezuela no existe, pero eso no es verdad. La oposición es como el Hombre Invisible, que no se ve pero se sabe que está allí, actuando y conspirando, por eso estamos obligados a hacer las cosas mucho mejor que como las hemos venido haciendo.
En todo caso, comenté lo que me ocurrió con una vecina mía opositora, quien me preguntó: "Señor Néstor, usted cree que esto del Bolívar Soberano y el Petro funcione". Le respondí que no podía asegurarlo, pero que la invitaba a que nos fuéramos ahí mismo a la iglesia Santa Teresa a rezar para que funcione, porque en Venezuela esta es la única propuesta real e inmediata que existe, si no funcionara, estaríamos fritos.
Dije igualmente que el magnicidio frustrado era obra de toda la oposición, ya que quienes no participaron directamente, se hicieron cómplices al no condenarlo y además negarlo o banalizarlo. Hernández Montoya se refirió a casos como los de Patricia Poleo y Jaime Bayly. Le asomé mi sospecha de que Bayly habría mentido, que no se habría reunido con nadie y que lo dicho sería otra de sus macabras payasadas para satisfacer sus enfermizas ansias de figuración.
Sobre la posibilidad de que se diera en Venezuela un nuevo Caracazo, aseveré que es muy difícil, porque Chávez generó en el pueblo una cultura de paz y contra la violencia, que está sembrada de raíz, pero sí temo que puedan venir acciones puntuales de violencia contra los comerciantes, lo cual sería muy grave. El problema es que no va a ser fácil controlar la especulación, porque en cuanto al control de ese flagelo, el Gobierno no tiene suficiente capacidad y el pueblo no tiene suficiente poder. Le pregunté a Hernández Montoya si sabía cuántas panaderías había en Caracas y me respondió que una vez se puso a contar las panaderías que hay solo en Catia y no llegó a terminar. Es obvio que el Gobierno no posee esa capacidad de control ¿Y en cuanto al pueblo? En mi parroquia, por ejemplo, los consejos comunales no pasan de ser organismos gestores, los CLAP solo reparten comida y las Ubch básicamente organizan marchas y elecciones, pero el poder real de los ciudadanos es muy limitado. Los especuladores y bachaqueros se aprovechan de estas debilidades.
Sobre la reciente marcha roja rojita afirmé que no me gustaba el concepto, pues el magnicidio frustrado no fue un atentado solo contra Maduro y el PSUV, sino sobre todo contra todo (¡todo!) el pueblo de Venezuela, incluidos los opositores. Ese es el concepto que considero era más conveniente. Por supuesto, el PSUV tiene derecho a hacer una marcha con sus colores y sus símbolos, así como AD puede hacer una marcha blanca blanquita, Primero Justicia una amarilla amarillita y el PPT una azul azulita, pero que en este caso hubiese sido mejor que la convocatoria partiera de sindicatos, organizaciones campesinas, organizaciones populares, grupos culturales, una marcha multicolor que convocara a todos los venezolanos, no solo a los chavistas. En este sentido, y fuera del aire, les comenté a los Robertos que uno de los daños colaterales del magnicidio frustrado era que reforzaba a los factores más extremistas y sectarios tanto del Gobierno como de la oposición.
Pienso que la vanguardia social no puede andar por su lado, separada del pueblo. Debe tratar de convocar al pueblo todo sin distingos de colores. En ese mismo sentido, dije que el PSUV, por ejemplo, no puede estar, en un momento como este, solo marchando u ocupándose de su Congreso, sino que es pertinente un trabajo intenso de organización y entrenamiento de la militancia para ayudar en la tarea de control de la especulación que se le hace tan cuesta arriba al Gobierno y al incipiente Poder Popular. Al fin y al cabo, el PSUV es el sector del pueblo mejor organizado y mejor dispuesto para tales tareas, así que no puede limitar su actuación a lo meramente propagandístico, a la discusión ideológica o al lento trabajo de hormiguita de desentrañar los vericuetos de la organización de base. Debe desarrollar la suficiente capacidad y flexibilidad para adaptarse rápidamente al acompañamiento del pueblo en sus batallas cotidianas. Ser mucho más que un partido de Gobierno, ser sobre todo una bujía permanente de nuestra calle doliente de cada día.
Me preguntaron mis panas sobre de qué va ahora la Constituyente. Primero que nada aseveré que para mí no era fácil responder a eso, pues formo parte del perraje de la Constituyente. Agregué que Earle Herrera y Alberto Arangibel gustaban de sentarse entre los chivos, pero no por ello dejaban de ser parte del perraje. Aclaré que no se trata de una división de clases, puesto que allí todos nos llevamos muy bien, sino de una división zoológica: los chivos y el perraje, como en cualquier sociedad que se haya conocido.
Respondí, no obstante. Afirmé que la ANC había cumplido muy bien, en esta difícil etapa, su papel de instrumento político del chavismo, pero que ahora le tocaba acelerar aquello que constituye su rol principalísimo, abordar la transformación profunda del Estado y convertirla en letra constitucional. Replanteé mi convicción de que el Estado actual es básicamente el mismo que el de la Cuarta República, un Estado disfuncional, hecho a la medida del burocratismo y la corrupción. Apunté que el mal funcionamiento de este Estado no depende tanto de si un ministro o cualquier funcionario es eficiente o no, sino de su estructura, que está caduca, que no permite que la participación del pueblo se convierta en real protagonismo, que es una especie de mastodonte lento, pesado e inútil para las grandes tareas de transformación política, económica, social y cultural radicales que están pendientes. Eso es lo que todavía debe la Constituyente.
Agradezco altamente la nueva invitación que me hicieron los Robertos. La pasé muy bien compartiendo con ellos, una vez más, su rotundo fracaso.