Soberanía Indígena para Salvar la Vida
Demarcación y lucha territorial
indígena en Venezuela
José Angel Quintero Weir
"Nunca fuimos pobres, hasta que llegaron los labagdou .
Así nos llamaron, y así nos hemos quedado"
Benito Askeraya. Barí de la Sierra de Perijá.
"Hay cosas que por sabidas se callan, y por calladas, se olvidan"
Don Pedro Colina
Voz radial de la ciudad de Maracaibo.
I.- Dos precisiones históricas fundamentales
a.- Primera precisión
Abya Yala: un continente totalmente territorializado
Es un hecho histórico indiscutible que a la llegada de los europeos a las costas de Abya yala, una gran diversidad de pueblos y lenguas se encontraban originaria y milenariamente establecidos a todo lo largo y ancho del continente, así como también en la mayoría de las islas de nuestro hoy llamado mar Caribe; de tal manera que (y esto de ningún modo lo someteremos a debate), el arribo de los "ayouna"[i] (los allegados) europeos a nuestras tierras, sólo pudo ser interpretado como un descubrimiento por ellos mismos, esto es, como expresión de su conquistador y colonialista lugar de ver el mundo y, por supuesto, de nosotros y de nuestras milenarias existencias; por el contrario, para todos y cada uno de los pueblos-naciones-etnias-culturas todas las posibles sierras y serranías, cordilleras y montañas, sabanas y desiertos, selvas, ríos y lagunas que, indistintamente y a fuerzas del corazonar de la tierra misma se hacen presentes aquí o allá en nuestra extensa geografía, corresponden siempre a lugares conocidos, re-conocidos y, por tanto, nombrados y/o geo-grafiados por cada una de las lenguas-pueblos que así les nombran y describen porque previo los han aprendido y aprehendido como pertenecientes al espacio territorial de cada uno de ellos y esto, como sabemos, sólo puede ocurrir como resultado de una experiencia de cientos y, a veces, hasta miles de años en y con los lugares; esto es así, porque sólo el proceso de conocer es capaz de convertir un lugar/tiempo en espacio territorial y, tal proceso de transformación, es lo que hace posible que un determinado lugar en un preciso momento, pueda llegar a constituir o formar parte del cuerpo colectivo y social del grupo que, mediante su propio conocer, lo incorpora a su "ser territorial"; vale decir, como expresión geográfica de su pensar-cuerpo-ser-territorio como pueblo o, para decirlo más claramente, como manifestación material y simbólica del sentipensar de la cultura.
Así, pues, previo a la llegada de los conquistadores europeos cada uno de los pueblos-nacionesetnias en toda Abya Yala se encontraban totalmente territorializados en sus respectivos espacios; por tanto, cada uno de ellos había logrado conformarse material y simbólicamente en el largo, continuo y permanente proceso de creación y ejercicio de territorialidades correspondientes a las cosmovisiones y cosmovivencias que, en cada lugar, se expresaban como práctica político-territorial de los pueblos. En este sentido, las dimensiones territoriales así como las diferentes formas de organización socio-política, y las expresiones materiales y simbólicas de las territorialidades, evidentemente, mostraban no sólo el particular proceso de cada uno de ellos de acuerdo al lugar de ver el mundo desde el que así se territorializaba, estableciendo con ello un orden propio al grupo como tal, sino también, a partir de un horizonte ético con el que orientaban sus vidas y sus relaciones con los otros diferentes; de tal manera, que es igualmente un hecho histórico la comprensión de la praxis político-territorial de cada pueblo así como las relaciones económico-políticas entre pueblos vecinos o equidistantes en todo el territorio de Abya Yala.
De allí que, para nosotros, la dimensión y complejidad de la organización y ejercicio de las diferentes territorialidades deben ser comprendidas como parte de la continuidad del proceso de creación correspondiente a la práctica de las mismas por cada pueblo en su territorio. Así, por ejemplo, desde la llamada Confederación de Naciones conformada por los pueblos Iroqueses[ii] , cuya expresión territorial se sustentaba en la consideración del mundo como una "Gran Casa" con cuatro puertas y un corazón, y cuya protección estaba a cargo de cada uno de los cinco pueblos constituyentes de la Confederación, lo que cada uno debía hacer a partir de un horizonte ético regido por la llamada "Ley de la Gran Paz". Pero también, cabe mencionar, las sociedades de tributo centralizado impuesto, por ejemplo, por los Mexicas a sus vecinos Chichimecos y Zapotecos[iii] ; o el orden político-territorial de los Ayllu entre los Quechuas del Tahuantinsuyo de los Andes; pasando por la organización socio-política de la "carne" (eirükü) desarrollado por los wayuu (Arawakos de Venezuela), hasta los supuestamente simples grupos familiares itinerantes de los Kaweskar en las orillas del Pacífico en el muy sur de Chile; esto, por sólo mencionar algunas de las formaciones socio-económicas y políticas como expresión de las relaciones sociales y de poder de los pueblos de Abya Yala en sus respectivos territorios.
Dicho de otra manera, las relaciones sociales y de poder siempre forman parte del proceso de configuración y conformación histórico-territorial de cualquier cultura presente en el mundo, ya que ésta sólo se encarga de ejercerlas como expresión de su particular territorialidad; por tanto, muy justo es pensar que toda relación social y de poder siempre responde a una construcción material y simbólica generalmente particular al grupo que la práctica y, por eso mismo, ha de ser entendida como creación cultural histórica y territorialmente determinada, por tanto, siempre sujeta a alteraciones generadas por la misma comunidad que la ha creado, o como reacción a cambios impuestos desde fuera del en-grupo por los otros; en cualquier caso, ellas siempre forman parte del continuo y permanente ejercicio de la territorialidad de la cultura.
En este sentido, y muy lejos de cualquier relativismo (o esencialismo[iv]), consideramos nuestro deber dejar bien asentado que el ejercicio de las territorialidades poco o nada tiene que ver con supuestas "naturales" o "creadas" "superioridades" o "minusvalías" de unos pueblos en relación a otros; más sin embargo, la evidente existencia en Abya Yala de pueblos sometidos u obligados a tributar a otros (ya por imposición numérica-poblacional o poder militar), ha resultado ser un propicio argumento para "naturalizar" todo colonialismo y toda subsecuente colonialidad; muy a pesar que, sabemos, históricamente tal idea fue efectivamente instalada entre nosotros como noción en virtud del supuesto natural ejercicio territorial del conquistador europeo y que, teóricamente, la misma ha sido sustentada, sobre todo, a partir de la naturalización del derecho de posesión de la tierra, histórica herencia de la imposición del derecho positivo territorial del imperio romano sobre buena parte de Europa pero que, si seguimos a Mignolo, debemos comprenderla como parte de ese "lado más oscuro del Renacimiento", aquí revitalizado como principio orientador de la conquista, el establecimiento del orden económico-político colonial y que, hasta el presente, ha sido mantenido como expresión de la colonialidad de los actuales republicanos Estados-nacionales que, sin importar ideologías (derecha o izquierda), siempre es enarbolado como poder natural o como naturaleza del poder por aquellos que, circunstancialmente, detentan el gobierno de los mismos.
En fin, lo que nos interesa destacar en este punto es el hecho histórico generalmente escamoteado por tratarse, supuestamente, de una cosa sabida, sin embargo, es igualmente cierto que lo que se da por sabido se calla y, por callado, se olvida; en este sentido, hemos querido subrayar que desde el extremo Ártico hasta el lejano Antártico, la totalidad de Abya Yala durante miles de años había sido totalmente territorializada por centenares de naciones-pueblos-culturas que, como parte de grandes familias lingüísticas pudieron llegar a ocupar amplias extensiones territoriales, pero también, como pequeños grupos quienes, de igual forma, habían logrado conformarse territorial y políticamente desde sus ontológicas cosmovisiones y en pleno ejercicio de sus territorialidades y cosmovivencias; por tanto, la conquista y colonización europea implicó, con todo, el proceso de desterritorialización política de los pueblos originarios, lo que fue ejecutado como un vaciamiento material y simbólico de sus territorios y de sus territorialidades.
Mapa N.º 1. Principales pueblos y familias lingüísticas y sus territorios en Abya Yala antes de la conquista europea.
[i] Todos los términos en lengua indígena que usaremos en este artículo corresponderán en su mayoría, al añunnükü del pueblo añuu, precisamente, por ser la lengua materna de nuestros ancestros; sin embargo, no descartamos el uso de otros términos pertenecientes a otras lenguas y pueblos aún presentes en Abya Yala; en tal caso, señalaremos y explicaremos la lengua-pueblo-fuente.
[ii] Una de las formaciones socio-políticas más estudiada por el pensamiento europeo, y a la que algunos de sus pensadores llegaron a considerarla como ejemplo de una sociedad verdaderamente democrática.
[iii] La existencia de este orden político-social-territorial Mexica e Inca, no sólo fue aprovechado por los conquistadores españoles para el establecimiento del orden económico-político colonial en el que las regiones dominadas bajo este sistema tributario fueron conformadas con la figura de Virreinatos (de la Nueva España, en México, de la Nueva Granada, en la actual Colombia, y el del Perú, para toda la región del Tahuantinsuyo), sino que también, permitió al pensamiento europeo “naturalizar” la idea del “imperio” como expresión “natural” del curso en la “evolución” y “complejizacion” de todas las sociedades, en cuanto a sus relaciones sociales y de poder.
[iv] Recientemente, en México, de esto fui acusado por una científica social que, bien apegada a la tradición científica cartesiana, parecía disfrutar al negar toda palabra que no le permitiera afirmarse a sí misma, no como boliviana o latinoamericana en virtud de su ejercicio de una territorialidad, sino como científica que sólo vive porque hay algo que abstractamente comprueba su existencia, y el camino más expedito para esta desterritorializada comprobación siempre resulta ser la negación del sentipensar de los otros como expresión de territorialidades concretas.