* El desespero de un presidente y su escudo, Miguel Diaz-clame.
Sartre, en sus teorías existencialistas nos hablaba que el hombre es libre, porque la libertad, no es libre de no optar. Por eso, en esta multilateralidad debemos construir al hombre nuevo hacia sí mismo, afirmando que la tarea ha de ser dura, ardua y digna. Consciente de los mejores valores, contra el vacío cotidiano lleno de automatismos y hábitos indignos del don de la libertad
Hoy, Venezuela asiste a una coyuntura política, sin ideología patentizada por el socialismo globalizado y grupos anárquicos de la política mundial para destabilizar los sistemas financieros y comerciales y, de este modo originar un caos, donde la democracia es agotada progresivamente con el fin de esclavizar el pueblo hacia un colonialismo de ejercicio agotador para romper con la verdad y seguir mintiendo de una manera delictiva.
La patria, no puede seguir en vilo y el pueblo llevando penurias porque le hacen sentir miedo y traición, gobernar una patria, no es cualquier cosa.
Por mala política entiendo el nacionalismo xenófobo y la supresión de las libertades civiles internas, que se ven en países con gobiernos populistas. Por buena política entiendo el internacionalismo, la libertad de expresión y la gobernanza responsable que prevalecieron durante la era de prosperidad de la posguerra.
Por mala economía entiendo permitir a los mercados financieros dictar lo que sucede en la economía real. La buena economía, en cambio, reconoce el deber de los gobiernos de proteger a la ciudadanía de tensiones, incertidumbres y desastres. A los liberales se les hace muy difícil aceptar que la mala política puede producir buena economía, y que la buena política puede producir mala economía. Sin embargo, Hungría ofrece un claro ejemplo de lo primero. Bajo el primer ministro Viktor Orbán, el país se ha vuelto cada vez más autoritario. Pero el programa económico del gobierno, la “Orbánomics”, tiene una sólida base keynesiana. Del mismo modo, la buena política puede sin duda coexistir con la mala economía: las políticas de austeridad del ex ministro de hacienda británico George Osborne condenaron al Reino Unido a años de estancamiento. A los nacionalistas les resulta más fácil que a los liberales seguir políticas de protección social. Esto incluye históricamente a los nazis (que eran nacionalsocialistas) y a Mussolini, que comenzó su vida política como un activista socialista.
Los liberales, en tanto, defienden el libre movimiento de bienes, personas e información, mientras que la política nacionalista trata de restringir las tres cosas. La extrema izquierda también ha hecho avances tras la recesión que siguió a la crisis. Pero la historia sugiere que el principal beneficiario de la ruptura política y social es el nacionalismo, y es fácil ver por qué. El socialismo clásico es descendiente del internacionalismo liberal, es un credo globalizador que, en principio, no reconoce fronteras nacionales.
Pero frente a quiebres económicos a gran escala, el internacionalismo queda en entredicho. Al no estar atado a la política nacional, no rinde cuentas a nadie. En un colapso del sistema internacional, los nacionalistas pueden presentarse como la única alternativa. Y, en este sentido, el presidente, Nicolás Maduro Moros, debe asumir su verdadera identidad política, muy alejada a la realidad cubana, donde fue preparado, para que asumiese una conducta militante.
El presidente, Lenin Moreno, del Ecuador fue muy claro en su exposición, América Latina esta siendo sacudida por un socialismo falso que rompe las estimaciones dadas al hombre universal que lucha por los derechos de su libertad.
Casi todos los días tenemos más y más denuncias de corrupción. Día a día se descubren indicios de corrupción de sobreprecios en la construcción de carreteras, hidroeléctricas, escuelas, edificios, en el sector eléctrico, en el petrolero, y la lista va para largo. La pregunta sería: ¿está la justicia de nuestro país capacitada para enfrentar y esclarecer esta inmensa corrupción?
Después de un gobierno que no se manejó con ética, donde el respecto a los demás jamás existió, es necesario volver a enrumbar a una sociedad enferma, donde muchos valores han perdido vigencia predominando la viveza criolla.
Una de las tentaciones de la política es unir a todos los adversarios en uno. Es una manera de economizar y de simplificar la lucha política. Todos mis adversarios pueden definirse con una sola etiqueta. Para la izquierda durante décadas esa etiqueta ha sido el neoliberalismo. Es un fenómeno real, pero a menudo se usa el concepto de manera indiscriminada. Se ha convertido en un sinónimo de capitalismo, y tiene también un sentido cultural: son las reglas del capitalismo tardío, y explica desde la “uberización” de la economía hasta la cultura pop contemporánea.
Todo lo que no le gustaba a la izquierda era neoliberalismo, hasta que llegó una ultraderecha contraria al neoliberalismo, que defiende una democracia auténtica, dice representar a un precariado político que ha perdido la voz, y propone un chovinismo del bienestar: redistribución económica, sí, pero para los de casa. El cierre de fronteras, entonces, se explica tanto cultural como económicamente: es una defensa de los valores nacionales y a la vez una defensa de la clase trabajadora nacional frente a las inclemencias de la globalización.
Esto ha despistado a una parte de la izquierda más materialista, a menudo nostálgica y todavía marxista. Si la ultraderecha es antineoliberal y protege a las clases trabajadoras, sugiere, entonces quizá hay que valorar lo que dice. Es lo que han planteado tres figuras cercanas a Podemos e Izquierda Unida (Monereo, Illueca, Anguita) en un artículo polémico. En él defienden el llamado “Decreto Dignidad” del gobierno italiano, que para los autores “constituye un notable esfuerzo por defender al pueblo italiano contra los señores de las finanzas y de las deslocalizaciones”.
Para los autores, el hecho de que el nuevo Gobierno italiano luche contra el “neoliberalismo” de Renzi es sinónimo de que no es de ultraderecha. Porque si me gusta, no puede ser de ultraderecha. El sector multicultural y más posmaterialista de Podemos, que es el mayoritario, les respondió con dureza y les acusó de blanquear a Salvini y sus políticas autoritarias y xenófobas.
La izquierda radical europea está coqueteando con los argumentos de la ultraderecha. En Francia, Mélenchon dijo hace poco que las élites económicas deberían sentir vergüenza por utilizar la inmigración para hacer presión sobre los salarios y los derechos sociales de los franceses (una postura falsa no muy alejada del “vienen a quitarnos el trabajo”). En Alemania, el movimiento “En pie”, formado mayoritariamente por miembros de Die Linke, apela al votante que se ha ido a la ultraderecha con una mezcla de nacionalismo y proteccionismo.
Es cierto que las clases bajas cada vez se sienten más atraídas por el discurso del populismo de derechas. Hay causas objetivas de descontento. Los Gobiernos europeos no han redistribuido los beneficios de la globalización. Pero el debate entre nacionalismo y globalismo es una falsa dicotomía. La globalización es un hecho, no una elección. El nacionalismo y el repliegue identitario sí que son una elección, y es la peor de todas.
Hoy hay indicios suficientes para concluir que, como poco, estamos jugando con fuego. Dado el inmenso crecimiento económico chino y su cada vez mayor presencia e influencia en zonas como el Pacífico o la propia África, el reto de China a la anterior hegemonía estadounidense es, de hecho, una obviedad. Y si además tenemos en cuenta quién está ahora mismo al mando de la potencia amenazada… deberíamos estar más pendientes de Tucídides que de Stormy Daniels.
Donald Trump y Lenin Moreno, fueron muy claros en sus breves discursos en la ONU y es evidente, todo se encuentra globalizado y más que un hombre, necesitamos un pueblo capacitado para una realidad política.
El fundador del gigante del comercio electrónico Alibaba, ya no creará un millón de empleos en EE UU, como había prometido hace un año. “El compromiso se hizo bajo la premisa de una asociación amistosa entre Estados Unidos y China, y unas relaciones comerciales racionales”, ha declarado esta semana el magnate a la agencia Xinhua, pero “la situación ya no es la misma”.
Estados Unidos, China, Cuba y Nicaragua han estado asociados en algunos negocios mercantiles, pero, la injerencia venezolana insultando las colonias orientales colonizadas por EEUU, han provocado una distención hacia Venezuela, es el momento de reflexionar.