"Un gobierno carente de valores, perdidos en medio de la corrupción, la trapacería, la ambición y la manipulación, nada de altruista tiene cuando el presidente Nicolás Maduro Moros se lleva a la cara pletorica de ambición, besando con fruición los lingotes de oro producto de las componendas hechas a espaldas del pueblo con las concesiones del arco minero."
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Poseer puede llegar a ser una pasión avasalladora. Es una de las inclinaciones que más enloquecen. Se refuerza con el deseo de seguridad, de poder y de presumir, que proporciona el tener mucho. La tendencia desordenada a poseer suele manifestarse en el amor al dinero. El dinero no es propiamente un bien, sino un medio convencional de cambio que permite obtener bienes reales. Por eso, el dinero da lugar a una forma de avaricia peculiar, que no se centra en bienes, sino en el medio que parece proporcionarlos todos. Aparte de que no es cierto que pueda proporcionar todos los bienes, especialmente los más importantes, su deseo da lugar con más facilidad al desorden. En este sentido, en el amor al dinero se manifiesta en su esencia más pura la avaricia: el deseo de poseer, sin contenido real, sin bienes concretos que se amen: es como amar el poseer en abstracto.
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Se discute si el dinero huele o no huele. El emperador Vespasiano, que había hecho una gran fortuna gracias a los lugares que llevan su nombre, juró que el dinero no tiene olor cuando se lo preguntó su hijo. En cambio, otros aseguran que cualquiera puede percibir el mal olor que despide y que para ello basta con no taparse la nariz. Y algunos hacen notar que no se trata de hedor, sino de perfume embriagador, que aturde.
El dinero produce una música irresistiblemente fascinante. El sonido melodioso de una moneda, el crujido discreto de un cheque... y se derrumban principios definidos como irrenunciables. Se arrinconan valores solemnemente declarados "no negociables"; individuos sedicentes "no disponibles" se vuelven de repente dispuestos a negociar y llegar a componendas; personas "de una sola pieza" se rompen miserablemente y van dejando jirones por la calle hasta aparecer en su desoladora miseria, en cuanto perciben ese sonido inconfundible.
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El símbolo del tener es el dinero, el becerro de oro al que se sacrifican frecuentemente lo más preciado de la persona. En el psicoanálisis Sigmund Freud se presenta la relación simbólica entre el dinero y las heces (el oro y el excremento), de la que cita varios ejemplos. La ecuación freudiana de dinero = heces es una crítica implícita al funcionamiento de la sociedad burguesa y a su afán de posesión. El dinero, como símbolo de posesión, significa para Freud que la persona obsesivamente preocupada por tener y poseer es neurótica y tiene un carácter preadulto. Y, si la mayoría de los componentes de una sociedad está afectada de este mal, entonces nos encontramos frente a una sociedad enferma.