Desorden no es igual a crisis

 

Tratando de ver el bosque por encima de los árboles para no perderse en la hojarasca, la dura circunstancia que hoy vive Venezuela requiere tanta reflexión propositiva como decisiones y acciones estructurales que permitan crear y consolidar, estratégicamente, un modelo de nación tal como fue esculpida por la Constitución vigente.

Cada día que pasa es una puñalada más, oxidada y filosa, contra el país. Desde afuera el gobierno norteamericano y sus aliados tácticos,  se afincan en el ataque económico, financiero, mediático, diplomático,  independientemente de quién presida la Casa Blanca ni cuántos militares halcones  dirijan el Departamento de Estado  ni el número de espías y confidentes de la CIA, sembrados en la Oposición y al interior del gobierno.

El imperialismo gringo no perdona un instante de “locura” en su “patio trasero” como se refieren a NuestrAmérica. Les resulta intolerable el  mínimo grito de Soberanía Nacional, Identidad Cultural, Multipolaridad en las relaciones internacionales, Democracia protagónica, Poder Comunal, Economía Solidaria, es decir, para ellos América Latina y el Caribe solo son vacas lecheras ciegas, sordas y mudas.

De tal manera que, con garrote en mano, invade mediática, política, económica y militarmente donde huele señales de rebeldía. Se siente Goliat con casi dos siglos de dominación. Acecha como la serpiente y ataca como las hienas, en grupo y descarnadamente. Desde 1826, el Libertador Simón Bolívar advirtió que “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad”. Entonces, hace 192 años  EEUU tiene el dedo en el gatillo, el hacha lista y el alucinógeno neo-colonizador inoculado en la conciencia colectiva de más de 600 habitantes, radicados en los veintisiete países que habitan esta porción real-maravillosa del planeta.

Al reflexionar el país desde las entrañas, vemos a flor de piel cómo, finalmente, después de 1.830 estalló la sociedad que se estaba pudriendo, éticamente. Los valores nobles fueron arrinconados mientras  los contravalores se posicionaban a sus anchas, deshaciendo cuanta organización fuera fundada con visión de  avanzados. Se desprestigiaron los principios humanizantes para ensalzar los que promovían complicidad, avaricia y violencia. La sociedad entera permitió que el dinero sobornara a la honradez. El egoísmo aplastara la solidaridad. La individualidad destruyó el sentido colectivo. El político, hipócrita y codicioso, fue electo Alcalde, Gobernador, Diputado y hasta llegó a ser Embajador, Ministro y Presidente de la República. Los ineptos y oportunistas que hábilmente se colocaban detrás del líder del partido de gobierno, dos días después ocupaba un puesto clave dentro de la estructura administrativa oficial,  de donde salía luego de haber aperturado  cuentas cifradas en EEUU, Suiza y otros paraísos fiscales. Algunos han sido capturados, otros permanecen perfectamente disfrazados y muchos gozan de privilegios incalculables en ciudades europeas y norteamericanas.

Desde el punto de vista estrictamente político, tenemos ante nuestras narices un panorama cargado de conjeturas “profesionales”, críticas a toda hora hasta por la cantidad de gotas de agua que caen del cielo, burlas quiosqueras que banalizan  situaciones peligrosas. Hacia el futuro se vaticinan tormentas catastróficas que dejan en pañales cualquier libro de ciencia ficción. Un escenario probable es “vendido” como irreversible. Antes de que aparezca el sol existe la tendencia en masa de asegurar que la luz del día, empeorará la situación del país.

Cada quien habla, en tercera persona, del país que está “inservible, acabado, destruido”. Cada quien intenta “pescar en río revuelto”, dejando en manos del Gobierno la total y absoluta responsabilidad (culpa, dice la mayoría) hasta por el ladrido de los perros callejeros en horas de la madrugada.

La palabra CRISIS está metida debajo de la lengua y es nombrada doscientas veces al día. Si la torta del cumpleañero no llega a tiempo, es “por la crisis”. Un encuentro de viejos amigos, con licor de por medio, termina a golpes por culpa   “de la crisis”. La infidelidad de un esposo se produjo, “por la crisis…”.

Hay un país con una población multiétnica, excluyente, de ricos y pobres, de hombres, mujeres y sexo-diverso, profesional, obrero, artista, ganadero, campesino, en general, atrapado por la irracionalidad de una sociedad concebida para triplicar vicios y decepciones, falsas ilusiones,  estados de desaliento y servilismo extra nacional. No hay en el mundo, una sociedad con este modelo de organización económicamente explotador, inmoralmente impune y políticamente farsante que muestre señales de buena salud.

Pero esta Crisis estructural, expansiva y de larga data tiene como hermana gemela el Desorden latente. Con las mínimas excepciones del caso, la vanguardia política en el poder desde hace 19 años, no acelera el proceso de transformación  porque no sabe capitalizar la audacia y los riesgos con que actúa la mayoría de la población para “chapotear” la rudeza del día a día. Han aparecido nuevas formas de organización, nada convencionales, que logran resolver el suministro de alimentos, fármacos, servicios, transporte. Dejan a un lado la burocracia inepta y corrupta, avivada en el gobierno, actúan con prontitud y dan respuestas visibles. Se comunican entre sí, con una claridad meridiana, sin  necesidad de asistir a reuniones con los “representantes oficiales”. Hablan poco y muestran resultados concretos.

El poder constituido no está a la altura del momento que atravesamos, porque hace tiempo dejaron de gobernar obedeciendo para gobernar imponiendo. Ante la crítica razonada y la realidad acumulando testimonios de rabia reprimida, se responde con frases ofensivas y argumentos mediocres. Los elegidos y designados para timonear el barco, lentamente están provocando el naufragio, que siempre deja un saldo doloroso para todos.

El Desorden latente revienta la Crisis estructural, pues, además de la escasez de productos de primera necesidad, dirigencia política aullando con frenesí, un pueblo acostumbrado a pedir hasta un avión que los traiga de regreso porque allá, en aquellos países, no los esperaban con alfombra roja, se ha desatado un caos de responsabilidades individuales y colectivas. La mayoría se queja y clama por un Mesías como Presidente. Sueña con un wiski 12 años, un perfume de marca, dinero para derrochar en objetos suntuarios y una viveza para inflar los precios.

Pareciera que el país estuviera pintado en la pared y a disposición del mejor postor. Casi un cadáver insepulto sin dolientes a la vista. Piensan en sí mismos sin importar cómo está al resto de los habitantes. El canibalismo se apoderó de nuestros pensamientos y  conducta a tal magnitud que, lastima ver la magnitud del cáncer mental  esparcido en el aire que respiramos.

La profunda Crisis es partera del Desorden, en tanto en cuanto todos sospechamos del otro. No sabemos si el militar es un contrabandista de gasolina en la frontera, al servicio de mafias internas bien disciplinadas o “el pueblo en armas”. Dejamos de creer en el sacerdote como ministro de Dios porque se descubrió que era un pedófilo protegido por la Curia. El Alcalde, electo para salvaguardar los intereses de la comunidad, impulsar el desarrollo local y promover la buena administración del presupuesto asignado, es un incapaz, prepotente, deshonesto  con media docena de camisas rojas en el closet. El revolucionario que hace pocos años se rasgaba las vestiduras por los “desposeídos de la tierra”, ahora se rodea de guardaespaldas, mira con arrogancia y se molesta porque “la tierra de los desposeídos” le ensucia el traje HRH y le desagrada la fetidez de la pobreza. 

La Crisis estructural y el Desorden latente es como el hambre y la prisión, par de escuelas que enseñan los errores cometidos a título personal y en sociedad, así como el tipo de conciencia que debemos adquirir para hacernos fuerte y vencer este amargo periodo que la historia nos había advertido. Momentos llenos de lecciones para dejar de ser presas de la ignorancia como pueblo.

 



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Elmer Niño


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