Es innegable que la crisis que afecta a casi todos los venezolanos ya ha traspasado las fronteras de la intolerancia, incluso, de lo sorprendente o de lo inverosímil.
En una anterior entrega nos referimos a la afamada "dieta de Maduro", que en mi concepto es consecuencia clara del asedio del imperio, de la "guerra económica" y de las triquiñuelas que nos aplican, casi a diario, los comerciantes inescrupulosos.
En ese entonces, de manera jocosa, dijimos que gracias a esa dieta forzada habíamos recuperado nuestra estampa. Que ahora nos veíamos más elegantes y más atractivos. Pero lo mejor de todo, más sanos, pues eso de botar 25 o 30 kilos, sin duda alguna, redunda en un cuerpo más saludable, sin colesterol y sin triglicéridos, al menos.
Ahora lo malo de la dieta forzada es seguir rebajando, inevitablemente, sin ningún tipo de control. Eso nos preocupa, pues al vernos en el espejo nos damos cuenta que la cosa es en serio, y si la situación no mejora pues por el contrario podríamos enfermar por mala nutrición o por otras tantas causas. Y eso es grave.
Lo malo también de no alimentarnos, como debe ser, es que se pierde igualmente casi todo el vestuario que usamos a diario, sencillamente porque no nos queda o no nos viene.
En mi caso, modestia aparte, aun preservo en mi closet viejas camisas y pantalones cuando tan solo contábamos con unos tres lustros. Eso nos ha permitido solventar, por ahora, la carencia de ropa a la talla y lo más importante evitar gastos dispendiosos.
Pero hay algo que verdaderamente nos preocupa y nos impide ya lograr la felicidad plena. Si amigos lectores, así como se escucha, cuando la cosa de la dieta se refleja en el sexo, la cosa comienza a ponerse "peliaguda", pues sin ese tipo de alimentos, de verdad, lo confieso, yo no rindo, no soy nada, al menos, por ahora, que mi cuerpo se preserva aun y está en condiciones aceptables de continuar "peleando en el ring".
Antes de aclarar a que se refiere este último punto por igual debo destacar que mi amada esposa también ha perdido esos kilitos que tenía de más, pero que en el fondo a mí no me afectaban, y por el contrario hoy los extraño, porque sentía que de verdad me estaba alimentando con una buena y suculenta carnita.
Hoy mi esposa, tal como yo, ya parece un ring de bicicleta, flaaaca, al extremo que se ve demacrada y lo peor sin nalguitas…yo la veo, incluso, toda "chupadita", pero en fin es lo que tengo y con ella debo morir a su lado.
Volviendo a lo del sexo yo no sabía que estar muy flaco afecta las relaciones íntimas…si señores…al menos a mí me está causando serios problemas, no solo de apetencia y estímulo, sino también por el choque inevitable de tantos huesos, que a la final se traduce en dolor.
¿Cómo es eso?...se preguntarán algunos….muy sencillo… yo flaco y esquelético, sin carnes, prácticamente, cuando abrazo a mi bella consorte lo único que logro es enfrentar en esa desventajosa pelea a un poco de huesos, que incluso con el bailar constante en el ring lo único que produce son ruidos extraños, además de dolor.
Desde luego, ninguna actividad placentera, sobre todo para el cuerpo humano cuando sufre dolor, es buena, y eso hace que el encuentro romántico, que debería denotar complacencia y alegría, se convierta en un caos y en una acción frustrante.
Así pues que de seguir el ritmo a que nos lleva obligadamente la crisis por falta de una alimentación adecuada y otras tantas cosas más, muy pronto el resto de los venezolanos pasaremos a integrar también el afamado Sistema Nacional de Orquestas y Coros, que orgullosamente fundó para toda la juventud del país el maestro Abreu, pues desde nuestras alcobas y a la media noche ya comienzan a oírse de manera sincronizada las notas "melodiosas" o "musicales" del tropezar de tantos huesos.
El autor es: periodista
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