Pablo Morillo, un pacificador español derrotado (II)

Ya en 1812, Pablo Morillo, había pasado de Teniente a Capitán y pronto a Coronel, para al año siguiente obtiene el grado de Mariscal de Campo, gracias a su perseverancia, acciones militares acertadas y valor demostrado en combate. Finalmente el Rey Fernando VII retoma el trono y recupera su monarquía. Las fuerzas francesas no sólo habían sido expulsadas de España sino que el propio Napoleón estaba fuera del poder, preso en una isla. Fue en ese momento cuando el monarca español volvió a mirar hacia las colonias americanas y decide que era la hora de recuperarlas, para volver al esplendor de la España imperial. El designado para esa misión no fue otro que el General Pablo Morillo, oficial eficiente, victorioso y sobre todo leal a la corona española. Pronto se organizó el gran ejército expedicionario que devolvería las grandes riquezas de las colonias americanas al reino ibérico. La misión era obvia, Morillo la tenía bien clara cuando dijo que iría a una guerra más peligrosa y cruel de las que conocía. En abril de 1815 Morillo arriba a la isla de Margarita, Venezuela, donde hubo alguna batalla menor, pero como todo el territorio costero de Venezuela estaba más o menos dominado por los realistas, pronto siguió su camino rumbo a Cartagena de Indias, la actual Colombia. El plan era incuestionable: Desde la Nueva Granada iría avanzando hacia el nor-occidente hasta controlar la región que se había soliviantado por las acciones de Bolívar y los suyos. Efectivamente en julio de ese mismo año el ejército de quince mil hombres, embarcado en 65 navíos, llegó a Santa Marta y procedió a sitiar a Cartagena. Desde el 17 de agosto al 5 de diciembre las tropas españolas atacaron a esta ciudad la cual había sido muy bien fortificada y abastecida por los patriotas, así que de buenas a primeras los españoles no pudieron tomarla.

Pasados tres meses los cartaginenses ya no podían sostenerse y el 4 de diciembre, al contar 300 muertos por hambre y epidemia, decidieron abandonar la ciudad por barco, lo cual resultó bien a medias, pues el capitán los traicionó, entregándolos a los españoles. Es en ese momento cuando el comando del ejército invasor tuvo su primera equivocación. El General Morillo en vez de ser magnánimo con la población, perdonar y auxiliar a los vencidos, en una falta garrafal de conocimiento de la realidad, se fue por el camino de la represión. Tan cruel fue el accionar del ibérico que aquel 1816 fue llamado el año del terror. Ganar el sitio y aplicar la crueldad fue uno solo, y así también en los alrededores en donde se ubicaba un pueblo conocido como Bocachica, del cual casi todos sus habitantes fueron pasados por las armas. Luego se procedió al fusilamiento de personas en la plaza de La Merced, y para la historia quedaron nueve dirigentes, de los más reconocidos en la ciudad, quienes fueron sometidos a juicio sin defensa y condenados a muerte. Morillo comenzó a gobernar a sangre y fuego, pero aconsejado por asesores decidió ofrecer la libertad a los esclavos negros si delataban a jefes revolucionarios. Esa propuesta hecha en Ocaña en abril de 1816, surtió efecto y hubo varias traiciones. Después, en julio del mismo año, Morillo llega a Santa Fe de Bogotá, pero se negó a participar en el recibimiento que le habían preparado; dejando a la ciudadanía engalanada. Allí llevó al patíbulo a conocidos miembros de la sociedad bogotana como Francisco José de Caldas, Camilo Torres, Joaquín Camacho, Miguel Pombo y otros. Su crueldad no se limitaba a los revolucionarios a quienes colgaba o fusilaba, sino que también se extendía a esposas e hijos, a quienes sentenciaban al destierro una vez que fueran despojados de todas sus propiedades, viviendas, haciendas o cualquier cosa que tuvieran.

Según dicen los historiadores, esta actitud de Pablo Morillo fue trascendental en contra de la propia España, pues con esta política del terror prácticamente inclinaba la balanza a favor de sus enemigos; los patriotas. Pacificada la Nueva Granada mediante el terror, con Bolívar exiliado en Jamaica, Morillo decide seguir adelante con su plan de apoderarse de todo el territorio de las colonias y por eso dirige sus tropas a Venezuela. A finales de 1816 deja al mando en Bogotá a Manuel Sámano y parte con su gran ejército entrando a Venezuela por Casanare y Apure. Durante todo el año 1817 estuvo enfrentando a los llaneros de Páez y a los patriotas en Margarita, perdiendo y ganando batallas, hasta que decidió irse contra Caracas, ciudad a la cual arribó a finales de año.



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José M. Ameliach N.


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