Son tantas las mentiras que nos meten a diario que, vale la pena ponerse a pensar si tendremos futuro más adelante o, moriremos de desesperanza tirados en el basurero de la historia. Tratando de escarbar en ella por un pedazo de razón que nos dé la fuerza de seguir aguantando este vendaval de circunstancias que nos forran de malvivir.
El que se va sabe porque lo hace. Se va en busca de consuelo de este país que hace años que lo perdimos y, si nos entusiasmamos en seguir en él es porque se nos esfumó la esperanza de ser mejores y, nuestro abrigo de años que no podemos esparcir en un nuevo camino pesan, como pesa pasar hambre que te acerca cada día al infierno en que te metió: una revolución que siguió de largo detrás de un valiente personaje que -murió desorientado- y, que nos atrajo como un relámpago la luz que soltó de fulgor un momento que pudimos tener Patria y, la que con el correr de los años se te alejó con el mismo decir, tenemos Patria. La Patria que te ve morir sin poder luchar por ella cuando, la lanza de tus sueños no es candil de luces, sino de atraso y rencores como un veneno que corre por tus venas, las venas abiertas de tu desilusión.
Si con esta Navidad pudiéramos reconquistar la esperanza, sería como pedirle a Dios que se apiade de nosotros y, Dios, nos -diría- entre sueños de tristeza: una revolución no se hace con mentiras, sino con el Pan Nuestro de cada día, uníos los unos con los otros, trabajéis con honestidad, castiga al que haya que castigar y no le muestres piedad ni consideración a los corruptos que esos te comen por dentro y te secan por fuera y, se multiplican así como -dicen- que, Yo multiplique el pan cuando el pan es la vida misma y, ese egoísmo de ir de error tras error no hace fácil un socialismo que el pueblo espera y, que más bien le tuerce el camino de su felicidad y, el camino del venezolano se pierde de vista que, hoy día son millones los que pululan por el mundo mostrando la dignidad de ser venezolanos abandonados a su suerte.
Piedad, término hermoso dentro de un devenir que te ahoga de problemas, problemas que se complican en un pasar de días que te envuelven dentro de la catástrofe que te han acostumbrando y, ni llorar puedes porque tu alma anda errante, se hizo soledad, no tienes gobierno, nadie lo respeta ni se da a respetar, y gritar como comodín de furia es risa del viento, y mire que el aguantar pesa como el hambre que te enflaquece que te mata que, pasa por tu lado como si no existieras, espanto andante y, esa es la vida del venezolano, la fotografía que se lo traga vivo tratando de aguantar, pues, sabe lo que le espera.
¿Qué es Venezuela actualmente? Un cementerio de repeticiones de clamores muertos donde, las campanas de un criticar se esparcen dentro del desespero de la supervivencia que, se fue de parranda por las Navidades tras de un pernil que anda suelto, y no ha podido entrar en la boca de los venezolanos, al quedar flotando dando vueltas en las brasas de las mentiras, de un año que se va cobijado de penas sin gloria alguna que resaltar y, otro que vendrá furioso por aplacar las necesidades que arderán y que, lo cubrirán de desvelo en desvelo por un telón que será tan negro como el carbón de la revolución que la truncó una "guerra invisible" que la han dado en llamar, guerra económica que invadió al gobierno de Maduro que se trago: el pan de jamón, la ensalada de gallina y, las hallacas, pero el pernil no.
Por este mea culpa del gobierno que fructifica sus razones con una ANC que ha hecho de tripas corazón en seguirle la corriente, Julio Escalona, se abanderó como uno de los mejores alumnos de la política de su tiempo y, como un chavista más, resabiado de vergüenza: soltó su pensamiento de clamor que, aunque hoy no se come carne, ni pollo tampoco, hubiera lastimado a Diosdado Cabello, que con su Mazo Dando en privado, haberle llevado a Maduro una queja de vergüenza, aunque ellos no se pisen la manguera de su revolución.
Mientras seguiremos viviendo en los espacios cálidos de nuestro malvivir.