La independencia fue el primer principio que guió su ideal anticolonial. En el transcurso de su obra la constante es que los pueblos americanos debían ser libres de toda dominación extranjera. Planteaba que cada nación tenía que decidir sobre su propio destino. La independencia, más que un acto de separación de España, era el respeto propio, la dignidad del pueblo de ejercer su libertad. No se trataba de cambiar un imperio por otro, era el modo en que los latinoamericanos existieran en el mundo.
Otro de sus fundamentos fue la soberanía nacional. Ella afirma la libertad del pueblo frente a toda tiranía interna o externa, a la vez, la emancipación se podría especificar por dos tesis capitales: nacionalidad afirmada como rechazo al vasallaje y algunos acercamientos a la justicia social que por las limitaciones de la época se tradujo en dos proposiciones: la libertad de los esclavos y su exigencia de crear el buen ciudadano.
La soberanía y la dignidad del pueblo como única autoridad legítima de las naciones son tratadas en diferentes documentos. En defensa de ese ideal escribió en una de sus cartas: "Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende". Incluso, ante la injerencia de otros países encabezados por la Santa Alianza, llegó a manejar la concepción de "guerra universal" dentro de un carácter popular y prolongado. En carta a Sucre el 20/01/1825 le confiesa su preocupación por la Santa Alianza quien apoyándose en Brasil buscaba destruir la revolución. Tres días después le escribe a Santander: "Yo sé que al Brasil han llegado 2000 alemanes y 6000 rusos para sostener el partido monárquico" (Doc. 840). A dos meses de estas comunicaciones lanza las siguientes orientaciones: "... preparamos para sostener la contienda más ardua y más grande de cuantas han ocupado y afligido a los hombres hasta ahora. Esta debe una guerra universal. (…..) Prepararnos para una lucha muy prolongada, y muy ardua muy importante". (Doc. 859)
Evidentemente su visión latinoamericana se radicalizaba en la medida en que aumentaban sus dificultades, su estrategia unitaria buscó siempre consolidar las victorias alcanzadas manteniendo la perspectiva americana. Ubicar el carácter internacional de la lucha independentista tendría que ver con la unificación de los distintos sectores patrióticos conjuntamente con otros internacionalistas identificados con la causa independentista. Las tropas libertadoras se integraron por latinoamericanos nacidos en diferentes países, habida la nacionalidad latinoamericana forjada por Bolívar y por la independencia. Los primeros antecedentes parten de la participación de Nueva Granada en la Campaña Admirable. Recuérdese que el Libertador llegó a Caracas con un ejército prestado que enarbolando la bandera de Cartagena ayudó a instaurar la Segunda República.
Años más tarde vuelve a producirse otra manifestación internacionalista cuando los llaneros venezolanos se unen en Casanare con las tropas de Santander, pasan los Andes y el 7 de agosto de 1819 dan la victoriosa batalla de Boyacá, forjando la independencia de Nueva Granada. Luego de desafiar serios problemas regionalistas en el Congreso de Angostura proclama la unión de Venezuela y Colombia dejando como vicepresidente a un neo-granadino: Don Francisco Antonio Zea quien preside los destinos de Venezuela al continuar Bolívar su campaña.
Otro antecedente se ubica en la discusión que suscitó el Decreto de Guerra a Muerte: las consideraciones oscilaban entre si era una guerra civil o una guerra nacional. Pesó en esta diatriba el hecho de que participara un ejército extranjero para definirla como nacional y no como guerra civil: Pueblo venezolano a la cabeza del cual se colocó la nobleza territorial y coloniaje español unido a sectores de la sociedad venezolana. En lugar de determinar si era o no una guerra civil por la circunstancia de la participación, en mayor o menor grado, de bandas de la misma sociedad, más bien viene dado porque en ella no haya injerencia extranjera ni dominación colonial. La concepción de guerra de liberación nacional en el contexto hispanoamericano se ilustra en esta carta a Santander: "el enemigo no tiene fronteras, ni es país extranjero el que ocupa el enemigo; (…) nunca se debe considerar como extranjero el país que se disputa" (Doc. 849). El Libertador tenía una concepción de patria grande, a diferencia de muchos de sus colaboradores.
Para él, la dominación colonial no podía ser derrotada en un sólo país: La Campaña del Sur la integran llaneros venezolanos y colombianos, montañeses ecuatorianos, cholos peruanos, gentes de otras lejanías identificadas con el ideal nuestro americano. Todo un ejército internacionalista sin contar con la oficialidad de variados países europeos. Para Bolívar según Pividal, "Las fronteras se borran cuando es cuestión de implantar el derecho y la paz o de aplastar la tiranía y la injusticia" En la oportunidad que Santander le pide no continuar hacia el Perú, porque ese territorio no es casa propia sino la ajena, Bolívar contesta: "Usted me repite que debemos cuidar de preferencia nuestra casa antes que la ajena; esto no merece respuesta, porque el enemigo no es casa ajena sino muy propia".
En la marcha libertaria por los Andes peruanos, las memorias del general inglés Guillermo Miller, se refieren a las tropas que el Libertador dirigía: "Allí, en medio del espectáculo de la naturaleza, estaban reunidos hombres de Caracas, Panamá, Quito, Lima, Chile, y Buenos Aires; hombres que se habían batido a orillas del Paraná, en Maipó, en Boyacá, en Carabobo, en Pichincha y al pie del Chimborazo. En medio de aquellos americanos valientes defensores de la libertad, había algunos extranjeros fieles aún a la causa en cuyo obsequio perecieron otros tantos paisanos suyos. Entre ellos hallábase algunos que habían combatido a orillas del Guadiana y del Rhin, y que presenciaron el incendio de Moscú y la capitulación de París".
En su ideal hispanoamericanita Bolívar parte de una táctica: "la unidad para la lucha". Concebía que sólo la América unida (Hispanoamérica en algunas de sus definiciones) pudiera vencer al enemigo común. Parte de su estrategia fue el Decreto de Guerra a Muerte: luchar sin cuartel contra todo aquel que se opusiera a la liberación de los pueblos. Lucha que no debía ser aislada sino que debía tener todo un mecanismo de denuncia para que no fuese tergiversada como crueldad extrema sino como una necesidad del momento histórico: la unidad y la presión ante la indefinición.
Como parte de esa estrategia buscó apoyo en otra potencia: Inglaterra, era parte de su política de alianzas. Estaba consciente del riesgo de cambiar un "patrón" por otro, pero en la coyuntura histórica esta alianza permitía "existir", neutralizar en cierta medida a la Santa Alianza y a la pujante potencia del norte. Estaba claro que en el arte de la política nunca hay dos enemigos principales. Nos deja esa enseñanza, antes fue España, ahora Norteamérica, aunque movilice otros gobiernos títeres.