Estos son tiempos difíciles de caracterizar. Nos tocó una transición indescifrable en pleno reacomodo geopolítico del capitalismo mundial. Estamos en el ojo del huracán como país rico y apetecido por varios hegemones.
En este panorama sombrío habitamos un tiempo de desdibujo del militante revolucionario. Se acaba una generación formada por los clásicos, la ética, el heroísmo. En su lugar nuevos yuppies, pragmáticos, sin mística, semi funcionales al Estado burgués asumen la política. El hombre nuevo se entierra como perspectiva del ser.
Un proyecto global del poder diseña otro mundo de muerte en su estrategia geopolítica: Borrar lo que nos unía: Estado, Patria, amistad, solidaridad, hombría, familia... destruidos estos, levantar un quién sabe qué.
Conspiran con el horizonte migraciones aluvionales de toda una generación que ya no piensa en el país. Jóvenes que cuando vuelvan no serán los mismos.
Progresismos inofensivos al capital con la emergencia de nuevas burguesías enriquecidas por robos y amansamientos de fortunas mal habidas, como "sujetos históricos de cambios".
Otras pinzas de estos aciagos momentos son las pandemias programadas, las mafias globales unidas a la delincuencia común. La judicialización como arma. La privatización de la red pública. Los derechos humanos controlados. La ruptura del contrato social. El totalitarismo globalista. La censura en los medios globales de comunicación. El control del dinero. Un globalismo que ha tomado a la izquierda como aliada y la ha convertido en inofensiva.
La reducción de la población es un objetivo corporativo. Con base en este tipo de objetivos, occidente en su conjunto ha puesto en marcha políticas de distinto signo destinadas de hecho a la reducción progresiva de las tasas de natalidad. Políticas que han resultado especialmente efectivas en Europa y Estados Unidos. Por supuesto, tal como los documentos de la guerra fría planteaban con claridad, la aplicación de estas políticas siempre se ha justificado con otros motivos, como la salud reproductiva, la emancipación de la mujer, la defensa de las minorías sexuales, o la ecología, aunque su verdadera finalidad ahora sabemos que no era otra sino la reducción de la población.
Entre la desconexión que nos fue causando la guerra fría interna por la consolidación del liderazgos, la externa con la invasión silente y constante del paramilitarismo con su cabeza de playa guarimbera, la guerra económica que nos hundió en la sobrevivencia y limitó la capacidad de reunirnos y ayudarnos, luego la pandemia, enfermando, matando y aislando lo más sólido que poseíamos.
Sabotearon una gran fortaleza nuestra, el debate, la conversa, la praxis cotidiana porque de allí salía mucho conocimiento colectivo. Son tiempos estos de mucha soledad militante.
Dentro de este marco apocalíptico tendríamos que levantar algunas perspectivas y propuestas. Es nuestra tarea. No podemos ahondar en el pesimismo, aunque el pesimismo sea la lectura de los bien informados.
Caracterizar la nueva complejidad económico social y la geopolítica del poder global, debe seguir siendo nuestro objetivo: Contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional, en la cual tome cuerpo el mundo multicentrico y pluripolar, que permita lograr el equilibrio del universo y garantizar la paz planetaria.
Debemos estudiar alianzas para lograr tales objetivos.
A la par continuar desmontando el sistema neocolonial de dominación imperial en todas las dimensiones de existencia de la sociedad. Ello implica en lo interno promover lógicas y valores diferentes al cultivo de la angustia del mercado como eje definidor de nuestra psiquis y comportamientos existenciales
Desvincular a Venezuela de los mecanismos internacionales de dominación imperial y saber con quién aliarnos
Afianzar el proceso de ruptura de amarras del imperialismo y blindaje económico del país, reconfigurando el sistema financiero, comercial y logístico internacional de la República.
Supeditar al criterio de soberanía, el relacionamiento económico y tecnológico con los centros imperiales de dominación, propiciando niveles de relación que no comprometan la soberanía ni la independencia nacional. Es parte de las nuevas tareas, unidas a tejer subjetividades socializantes que alumbren una posible sociedad naciente en la perspectiva de una nueva civilización.
En lo interno nos encontramos desmovilizados, en un predominio de la sobrevivencia en nuestro tiempo del pensar y actuar. Al no haber una teoría de la transición edificada sobre la base sólida del socialismo caemos en el tacticismo acomodaticio. Sin una visión estratégica sería existir en el poder por el poder mismo.
Asumir la complejidad implica saber avanzar aún en la incertidumbre. Se derriban viejos dogmas y nacen otros paradigmas para acercarse a la realidad y transformarla. No nos está permitido la inacción ni el pesimismo liquidacionista.