La danza del poder

Lo fascinante de la actual coyuntura, aparte del suspenso y la incertidumbre, es lo intrincado de los pasos de la danza del poder. Llamo "danza del poder" a esos pasitos para adelante y para atrás, con la vista fija en el contendor, que hacen los boxeadores antes del primer trancazo, o el gato y el perro cuando se consiguen en la acera, a ver quién inicia la pelea o la carrera. Pocas situaciones reúnen tantos de esos factores que hacen impredecibles los asuntos sociales y políticos: información asimétrica (así le dicen los economistas a la simple ignorancia de uno de los detalles que a la postre resultan muy importantes: una manía de Cilia, un twitter de la hija de Chávez, un estornudo de Trump, una picadita de ojo de Putin), la multiplicación de los factores causantes (mientras más determinaciones tiene un fenómeno, más impredecible se vuelve: eso dicen hoy los físicos), el rol del azar y de los detalles. Lo único que se puede hacer es pasar revista de lo sabido y consabido. Pero siempre habrá un imprevisto, un outsider, algo sorprendente. Habrá entonces que ir quitándole las capas a la cebolla para ver que tiene en el centro. Por supuesto, ninguna cebolla tiene una semilla en su centro.

Están, en primer lugar de consideración, los elementos simbólicos y emotivos, espectaculares y morales, con los cuales se manejan la emotividad pública, los movimientos erráticos de la opinión. Pongámoslo todos entre paréntesis. Vamos a los hechos.

El primero, la fecha. El pasado 10 y el próximo 23 de enero son fechas de este tipo ¿Qué pasó? Vamos por partes. En primer lugar, un conjunto de gobiernos desconocen el mandato de Maduro; enseguida, surgen los matices: México no retira su embajada y se ofrece de mediador, igual Uruguay; Argentina y Guatemala, entre otros, se deslindan del artículo de la declaración del Grupo de Lima que prácticamente desconocen la soberanía territorial venezolana sobre el Esequibo. Hay una resolución de la OEA contra el gobierno de Maduro, pero se advierte que se aplica la Carta Democrática sin los requerimientos que ello implica. La Asamblea Nacional designa una nueva directiva cuyo presidente dice que asumiría la presidencia provisional del país si dispone de fuerza en la calle: un condicional importante. Esto es y no es un desconocimiento de hecho de la presidencia de Maduro. Si lo fuera ya clara y abiertamente, las amenazas de "los perros de presa" (Iris Varela; pronto no faltará el inefable Carreño) ya se hubieran materializado. Que metan a Guaidó y sus socios parlamentarios en la celda que con tanto cuidado le ha preparado Iris, depende todavía de varias cosas. Tal vez la experiencia de Chávez con la Plaza Francia de Altamira le sirva a algunos de la cúpula para recomendar calma. Antes, por supuesto, tiene que haber un trabajo de producción de memes y mensajes jocosos por las redes sociales, para ridiculizar al último de los dirigentes opositores y seguir cerrando las filas de los maduristas (quienes por cierto, tienen todo un sistema de "autoayuda" en sus grupos wassap que analizaré en un próximo artículo). El "Cabildo" convocado por Guaidó el 11 sólo reunió unas 500 personas (siendo generoso) frente a la sede de la ONU. Es lógico: se trata de recuperar toda esa capacidad de movilización de las protestas de años anteriores, en medio de una masa cuya mitad ya se fue del país, y la otra ya están sumidos en la depresión más profunda porque creyeron que podían impulsar una insurrección con los medios de los encapuchados de la década de los 80 y los 90. Ya veremos cómo estará (si se da) la demostración de fuerza de calle del 23 próximo.

Pero hay dos realidades diferentes en relación a la ola de protestas de 2017: primero, la disposición de las fuerzas internacionales (por un lado, aislamiento en una América Latina coordinada por el gobierno norteamericano, con una izquierda en caída libre; por el otro, el apoyo interesado en negocios, claro, de China, Rusia, Turquía, Irán); segundo, la catástrofe económica sin fin. Ya Jaua tomó una frase que resume el sentido de todo esto: una solución política a la incontrolable crisis económica: destrancar la Asamblea Nacional mediante la elección, con un nuevo CNE, de los diputados de Amazonas; promover eventualmente unas nuevas elecciones generales o, al menos, fijar fecha para el referéndum de la nueva Constitución, que se ha convertido en sólo un gastado recurso retórico. Villegas (ahora rayado por su vinculación con Gorrín), el "Drácula" Lacava y el grupo de Boston son la "mano zurda" de esa intención negociadora política, apoyada por algunos opinadores de oposición (Ochoa Antich, L.V. León, tal vez Falcón). Hay necesidades ineludibles: refinanciamiento de la deuda externa, en la cual estarían interesados los "amigos" (del queso, se entiende) de Venezuela: Rusia y China. Pero además, está el reparto del Arco Minero y de la industria petrolera que está pasando por encima de la legislación para hacerla más apetitosa todavía al gran capital transnacional (ahí entran empresas francesas, rusas, chinas, alemanas, norteamericanas, etc.). Maduro no deja de insistir en que se necesita capital extranjero (lo cual, es cierto) y lo respalda con la ley que le aprobó su Asamblea plenipotenciaria.

Es difícil pedirles consecuencia y lógica a estos actores políticos. Primero, porque ya han demostrado hasta la saciedad que son demagogos, mentirosos, indignos de crédito, hechos los "vivos". Segundo, porque ninguno cree en la Constitución y sólo la usan, uno para darle un barniz legal a un poder de facto, los otros, para sobrevivir como oposición beneficiaria de un abundante financiamiento internacional. Pero cabe recordar las consecuencias de sus discursos: por una parte, seguir promoviendo el éxodo nacional (que, en Cuba, por ejemplo, rindió el beneficio político adicional de desplazar la base social opositora), mantener los mecanismos de enriquecimiento ilícito, meter en la cárcel a la dirigencia opositora que queda en el país (adonde los esperan los protegidos de Iris), terminar de cerrar los resquicios de libertad que quedan, a la vez que intensificar la entrega al capital transnacional; por el otro, darle fuerza física, o sea militar, a un "gobierno de transición" lo cual supone bases en los países fronterizos enemistados, entrenamiento y armamento norteamericano de mercenarios y uno que otro "espontáneo" nacional (buen empleo para los desertores de las FAN), y, en consecuencia, sumergirnos en una guerra civil, que siempre será internacional, por el involucramiento de los grandes polos geopolíticos del mundo actual: Rusia y China.

Pero la inconsecuencia de los actores es aquí bienvenida. Ella sirve de contrapeso a los peores pronósticos, a saber, la guerra civil. Manuel Caballero, el desaparecido historiador, presintió que con Chávez se acabaría el largo período de paz civil que vivió la República a partir de Gómez, poniendo fin a las guerras civiles del siglo XIX. Yo mismo señalé una vez que estamos en camino de ser una nueva Ruanda o quizás una nueva Libia o Irak. Todo es posible, pero sobre todo la inconsecuencia de nuestros compatriotas de lado y lado que hoy, tal vez y ojalá, están moviendo la mano zurda para conseguir un acuerdo político que implique convocar al único que puede darle salida a este enredo: el pueblo venezolano a través del voto, en unas elecciones generales, con un nuevo CNE.

Apostemos entonces por la mano zurda. Ella tal vez nos sirva para que nos salgan bonitos esos pasos de la danza del poder.



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Jesús Puerta


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