**En clara alusión a Francisco de Paula Santander, la "Libertadora del Libertador" le puso a uno de sus canes el nombre del reconocido colombiano, a quien siempre consideró -dentro de la causa patriota- uno de los más conspicuos enemigos de Simón Bolívar
De Manuela Sáenz, la "Libertadora del Libertador", se han escrito muchas anécdotas y episodios, aunque tardíamente, sobre todo, mientras mantuvo, durante 8 años, su relación amorosa con el Libertador Simón Bolívar, pero hay quienes ignoran que está consagrada mujer, que legó su vida a la lucha independentista, le colocó a sus perros los nombres de los enemigos del Padre de la Patria, entre ellos uno se llamaba Santander.
Manuelita a lo largo de su vida se caracterizó, según el semblante histórico de su imagen, que fue una mujer de templé, caprichosa y exaltada, que incluso retaba a la muerte, como varias veces lo hizo, solo por apuestas o antojadiza.
En una ocasión se hizo encerrar por más de ocho días, sin alimentos y sin nada, en un camarote mientras viajaba en plena mar, para demostrar que podía resistir a ese tormento, sin apoyo de nadie.
El francés, Jean Baptiste Boussingault, experto en minería y amigo personal de Manuelita, quien fue contratado para estudiar los suelos de Colombia, cuenta en sus Memorias que le intrépida mujer en otra ocasión se hizo morder por una serpiente venenosa solo por reto para ver si tenía capacidad de evitar la muerte, pero gracias a los remedios que recibió a tiempo logró salvar su vida.
Conocedora de los actos conspirativos internos que giraron alrededor de Bolívar, Manuelita supo con su audacia y sus permanentes relaciones personales desenmascarar a quienes deseaban ver sucumbir al Libertador, entre ellos al propio Santander, quien la historia lo señala de haber fraguado el atentado que sufriera el 25 de septiembre de 1828, mientras se encontraba acompañado de la heroína en el palacio de gobierno en Bogotá.
Ya antes Manuelita, "en una fiesta en la "Quinta de Bolívar", ella y varios amigos hicieron un muñeco de trapo al que pusieron un letrero que decía, "Francisco de Paula Santander muere por traidor".
"Lo colocaron contra una de las paredes de la quinta dando la espalda a la concurrencia, le prestaron los debidos auxilios espirituales y, enseguida, un pelotón del batallón "Granaderos" procedió a fusilarlo, disparando sus rifles en medio de los aplausos de los invitados", según reseña Rumazo González, en la página 183, de su obra histórica.
Santander nunca perdonó la ofensa y, llegado el momento, ejerció su venganza en contra de Manuelita.
Cuando Bolívar parte en 1830 para el exilio, Manuela permanece en Bogotá trabajando por su causa, pero en 1834, ya muerto el Libertador, es desterrada por Santander, quien la obliga partir hacia Jamaica.
"La había acusado de participar en una conspiración que debía estallar la noche del 23 de julio de 1833. El 1º de enero de 1834 se le extendió un pasaporte y se le dieron trece días para abandonar Colombia"
Desde Jamaica, Manuela solicita al general Juan José Flores, primer presidente del Ecuador, un salvoconducto para volver a Quito. En posesión de este documento, intenta el regreso en 1835 para ser nuevamente desterrada por Vicente Rocafuerte, quien sucedió a Flores en la presidencia.
Rocafuerte teme que el regreso de Manuela a Quito sea para vengar la muerte de su hermano José María, acaecida en 1834 mientras combatía contra el gobierno.
Manuela obedece la orden de Rocafuerte de regresar a Guayaquil. Se dirige entonces al puerto ballenero de Paita, en Perú. Allí vivirá hasta su muerte en 1856. En 1837 recibe permiso para regresar a Ecuador, pero para ese entonces ha decidido no retornar a su país.
"En Paita vive en la pobreza. Elabora dulces y bordados y vende tabaco. Se rodea de varios perros que siempre estuvieron entre sus predilectos, a los cuales bautiza con los nombres de sus enemigos: Santander, Páez, Padilla y Lamar, entre otros".