No podía hacer una revolución manteniendo la esclavitud (V)

El Libertador Simón Bolívar con el tiempo de percata, que a pesar de haber realizado reuniones con personalidades políticas y altos funcionarios del gobierno en la isla, que no recibirá ningún auxilio para su idea de regresar a Venezuela e invadirla. Se sumaba a este infortunio diplomático la frágil garantía hacia su seguridad personal. Kingston, capital de Jamaica, se hizo sitio inseguro para su vida después del atentado fallido del esclavo Pío. Un español y un americano realista pagados muy bien, según era la fama fama de Salvador de Moxó, Gobernador y Capitán General de Venezuela, fueron a Kingston: buscaron y consiguieron hacer amistad con un Oficial, Rafael Páez, que había sido edecán del Libertador, y entre ellos lograron ganar al negro Pío, esclavo de Bolívar, ofreciéndole dos mil pesos para que le diese muerte a éste, pero el Negro Pio falla en el intento homicida. En 1826 surgieron acusaciones de participación en el complot contra Claudio Viana, amigo de Bolívar.

En carta al almirante Luis Brión, quien por entonces estaba en el territorio haitiano dirigido, por Pétion, negociando armas, Bolívar revelaba el por qué de su reserva en ir a tal destino antes: "Yo no voy a esa isla, porque no quiero perder la confianza que hacen en mi estos señores, pues como Ud. sabe, las manías aristocráticas son terribles" Bolivar se refiere a los comerciantes ingleses y autoridades neogranadinas con las que mantenía contacto. En realidad, Haití era un Estado marginado de la América, asociado con la inestabilidad y la guerra racial. En Venezuela los criollos, mantuanos, nunca vieron con beneplácito la independencia haitiana por representar aquella un catastrófico ejemplo para sus esclavitudes y, por ende, una amenaza a su supervivencia como clase terrateniente. Se aunaba el prejuicio racial y toda la publicidad anti-negra generada por los medios impresos manejados por los blancos, sea en Estados Unidos, Europa o en el Caribe. Los negros, condicionados por las ideas sociales dominantes de la época, no eran considerados aptos para formar y menos dirigir un Estado sin tutela blanca. Bolívar, sin embargo, dejó de lado el recelo racial y comprendió que no debía excluir ningún tipo de ayuda. En 1804, libre Haití de la dominación francesa, el Gobernador General Jean Jacques Dessalines proclamó el Imperio y se coronó como Jacques I. Dos años después Dessalines fue derrocado y asesinado por sus colaboradores Henri Christophe, Alexandre Pétion, Jean Pierre Boyer, André Rigaud y Bruno Blanchet. La nación quedó repartida con Christophe al norte y Pétion al sur.

 A partir de Haití, El Libertador comprendió que no podía hacer una revolución que mantenga las cadenas de la esclavitud negra. En 1813 no había proclamado ni promovido con fervor la emancipación general de los esclavos por razones políticas y todavía ideológicas. Los principales apoyos con que contaba Bolívar en lo político provenía de los blancos criollos. No podía El Libertador atentar contra los intereses de quienes le dieron el Mando Supremo en San Francisco. En ese tiempo la libertad sólo la dio a la mayoría de sus esclavos; sin embargo, ningún decreto de abolición general fue emitido en la llamada Segunda República. El Bolívar de entonces no era esclavista, si pragmático y consciente de que la liberación implicaría el fin del apoyo mantuano a su gobierno. Para 1816 el escenario era otro, ya Boves y su influencia sobre los esclavos habían desaparecido, los blancos criollos estaban, la mayoría muertos o en el exilio, y la gente de color estaba comprometida con la causa bajo el mando de José Antonio Páez Páez, Manuel Cedeño o Pedro Zaraza. El Libertador proclamó la emancipación negra, si bien condicionada al servicio militar activo, el 2 de junio de 1816. Simón Bolívar decretó la libertad absoluta a todos los esclavos que se alistaron en las filas del Ejército Patriota, conjunto de milicias que luchó en las guerras de independencia de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela contra el imperio español.



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José M. Ameliach N.


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