El imperialismo norteamericano y sus pares europeos andan sueltos como hienas salvajes, contra el derecho soberano que tiene Venezuela de escoger, entre errores y aciertos, un destino y construir su porvenir. Encontraron otro cipayo interino y desataron la furia mediática, aumentaron las presiones económicas, diplomáticas y políticas y tiene el dedo en el gatillo para provocar otra invasión criminal en un país latinoamericano.
El momento es crítico y relativamente predecible. Las fuerzas políticas están cruzadas porque se manejan conceptos de gobierno, relativamente diferentes. La derecha venezolana siempre ha estado de rodillas ante el amo del Norte, cumpliendo órdenes sin chistar y cobrando por adelantado aunque no logren cumplir con el manda’o. Carecen del mínimo respeto y amor por la tierra madre y se mueven al son que le toquen los dueños del circo que, en esta coyuntura se llaman Trump, Pence, Pompeo y los secuaces latinos y europeos.
La obsesión furibunda por derribar al Comandante Chávez los llevó a cometer todo tipo de torpezas desde el desconocimiento de un liderazgo emergente e indiscutible hasta quemar la nueva Constitución, provocar paros patronales, infames campañas mediáticas, saboteo petrolero, guarimbas criminales, y gritos desesperados para que los gringos invadan con sus tropas asesinas, sin olvidar el asedio diplomático y las sanciones económicas.
De tal manera que la actual coyuntura no es nada nuevo. Es la acción continuada y develada de una determinación clara y voraz por apoderarse de nuestra riqueza petrolera, capaz de garantizarle respiro a una sociedad norteamericana que consume diariamente 19.400.000 barriles de petróleo. De allí que es ridículamente ingenuo el discurso encubierto de promover la "democracia", "la libertad", "elecciones libres y justas". El lobo feroz siempre es mentiroso y nosotros no somos, caperucita roja…
Venezuela es hoy para Estados Unidos lo que una vez fuimos como continente para el imperialismo español, en los siglos XV, XVI, XVII. A lo que se añade el temor manifiesto de que la propuesta de soberanía nacional e identidad cultural, arropados en lo que se ha conocido como Revolución Bolivariana, "contamine" al resto de los pueblos latinoamericanos.
Pero también es cierto que en esta dura batalla por defender nuestra libertad como pueblo y país ante un gigante de la opresión y el neocolonialismo, recurriendo a sistemas electorales inventados por el liberalismo, aún no se ha logrado concientizar política e ideológicamente al pueblo del día a día, a un sector de la sociedad históricamente humillado y alienado.
No obstante estos desaciertos al no derrotar interna y continuamente los vicios cancerosos de la corrupción, la ineficiencia administrativa, el populismo, el clientelismo partidista y un modelo económica basado en el enriquecimiento personal, en la explotación del hombre por el hombre, hay que diferenciar entre el principal enemigo a confrontar y aquellos que forman parte de una sociedad anclada en falsos valores y pensamientos pro imperiales.
Estamos en el ojo del huracán haciendo de la historia una realidad viva, llena de contradicciones, que circula por la sangre entre el ensayo y error, atrapados en la inexperiencia de gobernar sin titubear. Más allá de tener "nervios de acero" es saber que el verdadero "arte" de gobernar está en darle al pueblo el poder para decidir. Al principal protagonista no se consulta por cortesía ni en apariencias sino que se involucra en hechos y acciones.
Hablar de revolución pero dejar en los cargos claves de la economía y la administración pública a fariseos y quintacolumnas, a mediocres funcionales y dirigentes políticos oportunistas y voraces con el dinero ajeno, es creer que los Estados Unidos tienen cariño por América Latina. Estamos en el tiempo de decisiones claves para lo que resta del siglo. Mirar el futuro con los ojos del presente y la experiencia del pasado, resulta fundamental para que la historia no nos condene por haber cometido el delito de no estar a la altura de las circunstancias. Es tiempo de acción directa. De buscar en el coraje y la sabiduría de la población trabajadora, del pueblo aguerrido, de los profesionales civiles y militares comprometidos desde el alma y el cerebro con la patria que merecemos.
Existen problemas estructurales que no son únicamente consecuencias de una sociedad podrida como por ejemplo: la ineficiencia de los servicios públicos, la corrupción administrativa, la improvisación en la planificación y ejecución de objetivos económicos concretos que ataquen sin piedad la hiperinflación, también hay corresponsabilidad de quienes gobiernan desde cada una de las trincheras del poder.
Hay un golpe de estado en marcha con señales inequívocas de sus autores, locales e internacionales, pero igual hay en la calle desesperación en cada rostro que camina buscando la sobrevivencia, comer diariamente de acuerdo a las exigencias nutricionales, ser tratado con respeto por las autoridades civiles y militares. La sociedad de la gente está contra la pared porque el costo de la vida, se pierde en ceros a la derecha y las acciones del gobierno son frágiles.
Defendamos nuestra soberanía hasta con la vida, si los acontecimientos se desbocan, porque no se puede vivir con la vergüenza de haber callado cuando había que gritar, porque seríamos cómplices de una intervención insolente y criminal. Los gringos no invadirán con bombos y platillos pero tampoco permitamos que, internamente, se nos vaya de las manos esta etapa privilegiada de nuestra esencia histórica.
Cada quien tiene un papel que cumplir, aquí y ahora. Las cartas están echadas desde hace veinte años. Sabemos quiénes son los enemigos disfrazados de ovejas. Dónde están los payasos que hacen reír a sus amos del norte. Entonamos con un profundo amor el Himno Nacional como ondeamos la Bandera tricolor, no obstante, hay espacios de batalla que han sido olvidados por quienes conquistaron el poder político bajo la dirección del Comandante Chávez y ahora, del presidente Maduro.
Venezuela ni se hunde ni se rinde. Ni se vende ni se alquila. Estamos en el momento exacto de avanzar sobre las piedras y contra el viento. El resto sería una comedia. Una verdadera revolución apuesta a ciegas con el pueblo acostumbrado a vencer, rodeado de adversidades, lleno de ilusiones y con la moral inquebrantable.