Escribo desde Maracaibo, reproduzco ciertas imágenes del caos, la herencia guarimbera y de la desidia oficial y porque no, también de los ciudadanos, veamos los, semáforos destruidos, obra de las Guarimbas, y con ellas se crea la sensación de que cada conductor supone que debe pasar, seguir su destino, al mismo tiempo todos piensan lo mismo, creen que es su derecho, nadie cede su derecho se forman a veces nudos en los semáforos, trancas le dicen, todos a la vez al mismo tiempo quieren pasar, chocan las voluntades, es la herencia de la oposición política, la quema de semáforos, miles de ellos en todo el país, costosos aparatos que hacen posible el buen funcionamiento urbano del transporte dejaron de funcionar, creando un orden caótico del transito, una desesperación en las carreteras por falta de fiscales a lo que se le suma, la falta de dirección del transito, la carencia de cámaras, de rayado y su respeto en cada parada, urge una política de restablecimiento del orden en el transito automotor, las flechas de cruce, la aplicación de señales de transito, la educación de los conductores, la construcción de paradas humanizadas protectoras del sol y la lluvia, seguras que hagan posible un mejor vivir social.
El mayor daño que se la infligido a los ciudadanos con la Guarimba ha sido la demolición de la desesperanza, del espíritu nacional, de la dignidad del venezolano, han atacado "la autoestima nacional", el respeto por lo propio, quemando arboles, parques, hospitales, clínicas, estaciones eléctricas, saboteos de los servicios públicos, robando cables eléctricos, de telefonía, de internet, la quema de vías públicas mediante la quema de cauchos, todo con el fin de demoler el "alma nacional", el alma de la ciudadanía, asaltando la cordura, el buen juicio, el sentido común, debilitando los valores de ciudadanía y humanidad de "bondad, tolerancia, compasión y respeto" por la sana convivencia, todo lo ha quebrantado los actos terroristas de la guarimba, caotizando la ciudad, destruyendo plazas, estatuas, símbolos nacionales de la cultura, creando un clima de una ciudad hostil y amenazante, desvalorando nuestra tierra, degradando nuestro hábitats.
Hay que humanizar el transito, la rutas de los peatones, los cruces de calle, de avenidas, de carreteras por parte de los peatones, no se puede cruzar en cualquier parte, los conductores y los peatones tienen los mismos derechos, los de transitar libremente sin obstáculos, sin amenazas, la ciudad hay que socializarla, el derecho de conducir y transitar, sin agresiones mutuas, respetar los espacios de paradas, unas para vehículos públicos, otras para privados, dichas paradas deben ser seguras, protegidas del usuario, iluminadas, hay que decir también que ellas han sido destruidas en la ciudad de Maracaibo, creando esa sensación de anarquía, de indolencia, de falta de autoridad, nadie se preocupa por la ciudad, arrebatando el amor a la ciudad, sembrando desesperanza por el entorno, rabia e impotencia del ciudadano, como si no existiera el derecho a tener una ciudad organizada, libre.
Al mismo tiempo de estos problemas de crear una Venezuela bella, tiene que ver con las vías limpias, las caminerías, sin huecos, una ciudad limpia, de basura, de residuos, de escombros, de edificios abandonados, convertidos en basureros y guarida de marginados y delincuentes, con islas abandonadas, plantas secas, pocos sembradas de arboles, una ciudad que demanda muchos arboles, resulta ser una ciudad calurosa, seca, haciendo de sus ciudadanos irritables, violento por decirlo de un modo, por eso urge reeducar a los ciudadanos en el ecosocialísmo, la urbanidad, en el rescate del patrimonio social, la soberanía, pero sobre todo las cosas, volver a creer en nuestra ciudad, la Tierra del Sol Amada.
Es oportuno preguntarnos por encima de lo concreto y el asfalto, de la estatuas pétreas, ms allá del bien y del mal con Laureano: " (….) como haremos para volver a creer en nosotros mismos, para considerarnos un pueblo digno de progreso y bienestar, de libertad y democracia; digno de vivir feliz (…) Es una pregunta que nos atañe y nos concierne a todos, (…) necesitamos con urgencia en creer en algo: creer que somos posibles, que podemos respetarnos y tolerarnos, (….) que podemos transitar calles seguras, (….) que hay esperanza en el futuro (…..) no puede ser posible que una tierra que es capaz de producir tanto talento, tantas individualidades inteligentes y capaces, están condenadas al fracaso como proyecto común. Esta lucha comienza en nosotros mismos, corazón adentro, volver a creer en nosotros es el primer paso para salir de esto, porque a esa certeza no hay fuerza humana que la someta". La Misión Venezuela Bella debería asfaltar todas las calles, todas las avenidas, todas las autopistas, una Venezuela transitable, creíble de seguridad y confianza de un país que la gracia nos ha dotado del petróleo para disfrutar de las mejores carreteras del mundo.
Volver a creer en la Patria, en una ciudad, ecológica, sana, humana, segura, una ciudad republicana plena de ciudadanía, un "pueblo digno de progreso y bienestar, de libertad y democracia digno de vivir feliz" plantea el desafío de un "proyecto común" de país, en democracia y socialismo, tolerarnos, de colocar talentos apostando por la reconstrucción nacional, necesitamos creer que "juntos es posible", que esa reconstrucción comienza con nosotros mismos como ciudadanos, con "corazón adentro", el hacer de Venezuela Bella, orgullo nacional, hospitalaria al foráneo, al turista, honrando sus símbolos patrios, su moneda, el ornato del país, su cultura, sus tradiciones, sus costumbres. Tenemos derecho al futuro, a la esperanza.
