No hay nada personal contra Maduro o contra Guadó, pero si odiamos lo que Maduro y el otro representan. ¿Qué representan? Una falsa autoridad o una autoridad prestada.
Imaginen una persona mediocre –como lo somos casi todos –, pero con una voluntad peculiar para serlo, ambiciosa, que desea ser valiente y dar la apariencia de ser honesta. Bien, esto describiría a casi todos los seres, comunes y corrientes, que por un golpe de suerte o por un acto de osadía de repente se ven rodeados de aduladores y en una posición de verdadero ¡poder! por sobre la voluntad de muchas almas. Cosas como éstas se ven en las películas… y en la política chapucera de estos lares.
¿Cuándo "el autobusero" se imaginó que iba ser presidente por voluntad de otro, de un Chávez? ¿Cuándo pensó en su vida Guaidó que iba ser el presidente de Venezuela, nombrado por los Estado Unidos? Es claro que ninguno de los dos se hubiera imaginado así su destino. Sin embargo los aduladores intelectuales de oficio o especialistas de imagen deben haber escrito ya la "vida imposible" de estos dos seres para el "¿Quién es Quién? en América", donde, a través de una inteligencia excepcional y una voluntad de hierro se forjaron cada uno de ellos la suerte de sus vidas. Ellos representan este proceso de falsificación de la historia y de sus propias vidas, además de un sueño el cual es común a todos los seres –no tanto mediocres, porque mediocres somos casi todos, como de… –, aquellos que viven con la voluntad de serlo; generalmente, éstos nunca se equivocan.
La insatisfacción. Generalmente, cuándo uno ha pasado hambre de comida y hambre de éxito social, tiene un requerimiento de satisfacciones muy alto, se imagina ser presidente del mundo, o algo así; se imponen satisfacciones casi imposibles de cumplir, si empezamos desde cero. Por eso la desesperación de muchos por hacerse ricos y poderosos a gran velocidad, los lleva a no perder oportunidades, a no detenerse a pensar en daños colaterales, a avanzar sin escrúpulos por encima de lo que sea y de quién sea; ¡el hueco de las insatisfacciones casi que no tiene fondo! (y quizás no lo tenga si empezamos a llenarlo desde cero). Imagínese usted: comprarse los zapatos de aquel actor; el apartamento como el del ministro, con vista a todo el valle, el perfume Carolina Herrera para hombres, conocer la Muralla china y hacerse una selfys, ver el Perito Moreno antes de derretirse, ir a un concierto (en vivo) de Selena Gómez, luego cambiar el carro por uno importado, mudarse a la alta Florida, abrir una cuenta en dólares y otra en euros, divorciarse y casarse con una empresaria bella, probar vinos caros y hacer un curso de cata, probar la heroína, ser presidente… ¡Se trata de un proceso! Es un proceso largo y gradual, porque en la medida que vas cumpliendo con metas van apareciendo otras cada vez más grandes y difíciles. Esto nos lleva toda una vida… y al tema de la ambición.
La ambición, tal y como uno la entiende en los programas de televisión, por ejemplo, en los programas de desarrollo personal, de "emprendimientos", de los llamados "coach" y especialista (psicólogos, sexólogos, abogados, neurolingüístas etc.), no es mala. Pero y ahí está el detalle, siempre y cuando sea material y para alcanzar el éxito personal con los bolsillos llenos de dinero; la ambición está a la base del sistema, contribuye al desarrollo y crecimiento económico del sistema; muchos creen que es el asiento de la democracia, que lleva al progreso mundial, a la liberación de la humanidad… y cosas así de fantásticas.
Estos dos seres que hoy compiten por ser presidentes de un país, azotado por los capitalistas del mundo, son dos verdaderos ambiciosos; sería difícil pensar que alguno de ellos se encuentre verdaderamente preocupado por la gente común, por no faltar a sus principios morales o políticos –o en saber si los tienen –, por la paz mundial o por el Perito Moreno…, solo piensan en ellos y en el sumidero de sus insatisfacciones ¿Será posible llenarlo antes de cumplir los 70 u ochenta años? ¿Será posible dejar una marca en la historia del país que no sea una mancha?, esta última sería una de la mayores satisfacciones de la vida, por eso se debe persistir en la conquista y permanencia en el poder.
No es nada personal, Maduro debe ser hasta simpático, ¡y Guaidó!, a lo mejor nos haría reír con sus ocurrencias. Sin embargo, yo lo dudo mucho. Para cumplir con el ideal del común de los seres mediocres, de voluntades sin convicciones, a esa cosa blanda que hay dentro (lo que son Guaidó y Maduro en esencia) se le forma una costra fuera que corresponde a la esclerosis del éxito social (correlativo al personal), de aquellos que son arrastrados por los acontecimientos, que, sin pensarlo, de repente se vieron en lo alto, en lo más alto del poder, y, como el famoso Fouché, el vértigo los hará caer y se partirán en pedacitos derramándose la baba de su interior. Se conformaran con un retiro en una buhardilla oscura –metafóricamente halando –, real, si la comparamos con el palacete de sus ensueños.
Por encima de estos continentes accidentales, lo que más odiamos es la mentira, la incapacidad para la honestidad, el disimulo, la flojera para pensar y actuar, la falta de carácter y principios, la inconciencia, la indolencia, la disociación mental, la vergüenza por lo que se es y lo contrario, la impudicia, la voluntad de ser mediocre, la voluntad de ser un ignorante, la petulancia, la pedantería y la vanidad, el irrespeto a los que saben, a los que trabajan, a los que piensan, a los que crean, a la gente en general, el gregarismo y la uniformidad, la imposición de la simpleza, de los bajos y malos modales, el desprecio al espíritu, la indiferencia y la falta de solidaridad humanas, la falta de seriedad ante la vida y la muerte de los seres humanos, la cobardía y el fascismo…, de resto, no tenemos nada personal en contra de nadie.