Guaidó no es el mismo: es un pobre robot

Juan Guaidó no es el mismo. Es otra cosa. Es un robot. Es como un árbol de 300 años, cuya altura no llega a cinco centímetros. En Japón castran a los árboles. No los dejan crecer, porque, según ellos, eso es una arte. Ser chiquitico es un arte. Pero las estrellas no pueden ser alcanzadas por ellos: no tienen raíces centradas en la tierra, por lo que no crecen. No se desarrollan. No son ellos mismos. Son otra cosa. Así sucede con algunos seres humanos. Son castrados desde el nacimiento, y se quedan chiquiticos, con un cerebro "chiquirriquitico". En otras palabras, son simplemente un robot, que puede ser manejado desde cualquier rincón, a través de un control preestablecido.

¿Saben una cosa? Da lástima ver a un hombre joven de 35 años, con una estatura regular, pero con un cerebro castrado. ¿Y saben otra cosa? Da pena ver como convierten, mediante un lavado de cerebro, a un niño de mediana edad, que luego, al "crecer", no es más que un árbol japonés que posa, como adorno en cualquiera mesa. ¿Y saben otra cosa? Este señor, cuando niño, no le permitieron crecer, como un niño normal. Es decir, no le inculcaron amor hacia sí mismo. Y creció sin saber quién era, convertido en un pobre robot. Por eso fue fácil lavarle el cerebro y convertirlo en lo que es hoy da: un pobre hombre joven, manejado desde la Casa Blanca, por una jauría de locos que lo que quieren es destruir a su país. ¿Y saben otra cosa? Ese señor autoproclamado no sabe lo que le están haciendo a su país, a través de su "estatura" y de su "cerebro". No piensa. No ve. Está enceguecido. Los locos de la Casa Blanca, le vendieron que él era el mesías, el salvador de la nueva Venezuela, y, lo peor, el tipo se lo creyó completico.

Quien no se ama así mismo, no ama a nadie. Ni siquiera ama a su patria, donde nació, pero sin saber que, apenas crecidito, lo iban a despojar de lo más importante que tiene un ser humano: su amor por su patria, al convertirlo en un eunuco mental. Los gringos, con sus métodos imperialistas, y la aplicación de recetas psicológicas, bien trilladas por el imperio, y aplicadas en otros países, llegando la destrucción de los mismos, han convertido al autoproclamado en un pobre robot muy útil para los enemigos de Venezuela. Y él ha aceptado ser un robot: se mueve como un robot. Habla como un robot y mueve la colita como un robot. Ahora está metido en camisas de 11 varas. Está entrampado. Y, dentro de poco, quedará sin clientela que le aplauda su poca capacidad para hilvanar ideas propias, y los gringos, que no son pendejos, le sacaran la alfombra, y quedará como lo que es: un arbolito japonés con muchos años, pero sin raíces sobre la tierra, descolorido por la estupidez, decorando alguna mesita vieja, tirada en un rincón… ¿Y saben una cosa final: Nicolás Maduro seguirá en Miraflores hasta cumplir su mandato constitucional… ¡Se cansa uno!

LA ÑAPA:

Un maestro sufí explicaba, en una oportunidad, a sus alumnos que, para encontrar agua en el desierto, es mejor y más seguro ahondar muy profundo, siempre en el mismo punto o lugar, que horadar muchos hoyos superficiales. Pienso que si Venezuela fuera un desierto, y ese desierto fuera como el cerebro del señor autoproclamado, no habría manera por más profundo que fuera el agujero, de encontrar agua, y la población perecía de sed. De un cerebro seco no brota agua, brota la idiotez y la estupidez en grado mayor.

 



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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