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La contundente victoria de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales del domingo en Venezuela no ha impedido madurar a una oposición que lleva años buscando atajos para desalojarlo del poder y ahora cuenta con un capital de casi 40 por ciento del electorado.
El Consejo Nacional Electoral informó que, con 85 por ciento de las mesas escrutadas, Chávez alcanzaba 6.191.000 votos, 61,6 por ciento, frente a 3.830.000, o 38,1 por ciento, del opositor Manuel Rosales, quien reconoció su derrota el domingo por la noche aunque estimó que la cuenta definitiva arrojará "un margen menor".
Rosales "perdió con un excelente balance de casi 40 por ciento, con la política en la calle, que va a continuar dándole organicidad al movimiento opositor para ponerle remedio a ocho años de errores", comentó a IPS su jefe de estrategia, el ex dirigente socialista Teodoro Petkoff, director del vespertino Tal Cual.
La oposición intentó sacar a Chávez del poder que ocupa desde febrero de 1999, sobre todo a partir de 2001, con marchas callejeras, un efímero golpe de Estado en 2002, una huelga petrolera de dos meses entre ese año y 2003 y un referendo en 2004 que ganó el mandatario.
Llegados los comicios parlamentarios de 2005, la oposición se retiró a última hora de la contienda, por lo que el oficialismo ocupó todos los 167 escaños en la Asamblea Nacional.
Para Petkoff "tenemos que actuar en forma extraparlamentaria, lo que quizás sea bueno, volver a lo que llamábamos política de masas", pues en su opinión los votantes de Rosales, cuya principal baza se ubica en las clases media y media-baja, "son el 40 por ciento más dinámico de la sociedad venezolana".
Leopoldo Puchi, secretario general del grupo opositor Movimiento al Socialismo, dijo a IPS que la votación de la minoría "representa un sector muy vital de la sociedad, con un gran potencial para la lucha democrática, para restablecer el juego en el que, con distintas funciones, gobierno y oposición contribuyen a las labores del Estado".
Germán Campos, de la encuestadora 30.11, que vaticinó con gran aproximación el resultado del domingo, dijo a IPS que esa consulta "reproduce lo que en números gruesos son los mismos números de las elecciones venezolanas desde hace una década, con un sector cercano a 60 por ciento que apoya cambios radicales".
El presidente que se autodefine izquierdista proclamó que su mandato para gobernar el sexenio 2007-2013 abre "la vía venezolana al socialismo del siglo XXI", que vagamente definió como "de amor, humanista, cristiano, indigenista y bolivariano", mientras sus casi ocho años en el poder han sido apenas "una fase de transición, que ya culminó".
Chávez "deberá decirnos qué significa ese socialismo, de qué está lleno, y debatirlo no sólo con los suyos sino con toda la sociedad, quienes le apoyaron, la oposición, los sectores productivos y las organizaciones no gubernamentales", dijo Puchi, un sociólogo que fue ministro de la Familia antes de romper con el presidente en 2001.
Luis León, director de la firma de consultoría y encuestas Datanálisis, comentó a IPS que "quienes votaron por Chávez lo hicieron por su política de distribución de la riqueza y en respaldo a sus misiones (programas sociales), pero en los sondeos 80 por ciento de los venezolanos rechaza un modelo de sociedad socialista como la de Cuba".
Para el analista, "deberíamos ir a un adelanto de las elecciones parlamentarias, no importa que Chávez no sea el responsable de su actual composición, para permitir una representación política de la sociedad de manera justa".
Esa propuesta encontrará resistencia en los sectores duros del chavismo, y ya el canciller y ex presidente de la Asamblea legislativa, Nicolás Maduro, dijo que "si la oposición quiere parlamentarios, que vaya a la elección en el 2010". Mientras, Chávez ha dicho que instalará en breve una comisión que proponga reformas constitucionales.
León también llamó la atención sobre el espacio que se abre para someter a referendos revocatorios los mandatos cuatrienales (que se vencen en 2008) de más de 20 gobernadores y de 300 alcaldes seguidores del oficialismo, pero cuya popularidad dista de equipararse a la del presidente.
El oficialismo, luego de la celebración dominguera ante el "balcón del pueblo" del palacio de gobierno y bajo una torrencial lluvia, mantiene una actitud discreta a la espera de su líder hable nuevamente, este martes, en una conferencia de prensa.
Su más beligerante y popular dirigente en Caracas, Lina Ron, reconoció "la hidalguía del señor Rosales al admitir el triunfo de Chávez y proclamar que va a dirigir la oposición en Venezuela, porque es válido y correcto que haya oposición".
En ocasión del referendo de 2004, la oposición denunció fraude --sin conseguir probarlo-- y durante años ha mantenido una actitud de repudio o desconocimiento al conjunto de instituciones a cuya cabeza están Chávez y demás autoridades, por lo que la declaración de Rosales, al reconocer su derrota, trae un giro de 180 grados.
En esa línea, el arzobispo de la suroccidental ciudad de Mérida, Baltasar Porras, conocido crítico de Chávez, dijo que "la vida no terminó ayer ni está comenzando hoy. No se puede continuar con el clima de pugnacidad y, si bien ha habido un triunfo abrumador del oficialismo, dentro de sus propias filas vendrán mayores exigencias".
El presidente reelecto de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien el mes pasado expresó en Ciudad Guayana (sureste) que "el pueblo volverá a elegir a Chávez", también le advirtió a éste en ese mismo discurso que "el pueblo, en tu segundo mandato, será mucho más exigente que en el primero".
Rosales reclamó a Chávez y a los suyos que "hagan una buena lectura de los resultados", que mostraron una oposición minoritaria pero musculosa.
Entre los empresarios, el presidente de la central patronal Fedecámaras, José Luis Betancourt, dijo esperar "una política de apertura al diálogo con los sectores del gobierno", en tanto elogió a Rosales porque "con hidalguía y esfuerzo consolida el pensamiento de un número importante de venezolanos".
La gran incógnita a resolver es si Chávez tenderá puentes de conciliación hacia el sector político contrario --que por primera vez admite que el chavismo es mayoría por obra de votos y no de trampas--, o si, al margen de la oposición, radicalizará cambios de corte revolucionario.
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