Amaranta y el juego del debate

Amaranta Rojas ha escrito sobre mi artículo que envié en días pasados referido al más reciente cambio de ministros. Por supuesto no voy a responderle pues hace tiempo vengo diciendo que no escribo para convencer a nadie ni para tener la razón. Pero además porque existe una alta probabilidad de que ella esté en lo cierto y yo esté equivocado. Lo importante para mí es que existan medios como Aporrea en los que se pueda confrontar distintas opiniones sin temor a la censura ni a la exclusión. Ojalá pudiera decir lo mismo de los medios del Estado, pero lamentablemente no puedo.

Considero la duda como una de las herramientas fundamentales del conocimiento. No estoy seguro de nada de lo que digo y de nada de lo que hago. A veces miro al cielo y pienso como puede ser el universo tan puramente simple y tan infinitamente complejo al mismo tiempo y, ante tanta grandeza, dudo hasta de mi propia existencia.

Acaso estos devaneos míos son completamente inútiles y solo sirven para reafirmarme en la creencia de que la pretensión de establecer un pensamiento único es una de los más grandes disparates en que puede incurrir un ser humano.

En el caso de Amaranta, su artículo tiene la virtud de esgrimir argumentos y evitar las descalificaciones. Lo menos amable que asoma es que estoy meando fuera del perol, pero qué más da, he pasado casi toda la vida errando la diana del inodoro. Me consuela pensar que quizás con los años he ido mejorando un tanto la puntería.

Más de uno que anda por ahí orondo de sus seguridades debería fijarse bien en donde le cae el orine.

 

 



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Néstor Francia


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