Soy de los que cree que no existe una realidad más incómoda para un periodista de opinión o analista político que, escribir sobre un tema que no le agrade o desagrade a una persona. Yo quisiera escribir sobre contenidos que le agrade, por lo menos, a la mayoría de las personas que leen mis artículos sobre análisis de política que semanalmente publico por APORREA. Son varios años que llevo como columnista de este reconocido portal de noticias y opinión, medio de comunicación social digital que goza de la aceptación de un inmenso número de lectores a nivel nacional e internacional.
Por ejemplo, este domingo escribí un artículo intitulado ¡Échale bolas Guaidó! Con toda humildad, les confieso que me siento profundamente apenado, pues mi artículo en tan sólo tres días ha sido leído por cerca de 25 mil personas, modesta y aparte, más las que faltan. Se trata de un análisis intrínseco sobre las negociaciones en las cuales anda el señorito Guaidó, para entregar el Esequibo a la ExxonMobil y otras empresas transnacionales, verbigracia, la empresa venezolana CITGO.
Seguro estoy que mis opiniones plasmadas en ese artículo publicado en APORREA no fueron del agrado de mucha gente. Pero, como dije al principio, -cómo hace uno- para redactar un artículo sobre un tema que no le incomode a alguien en particular.
Un viejo amigo y conocido periodista me dijo un día trabajando ambos en la sala de redacción del diario El Bolívarense, mi primera escuela de periodismo, que a él se le hacía muy difícil escribir una nota de duelo. Ahora entiendo las razones de mi apreciado colega. A mi amigo no le gusta escribir sobre el dolor ajeno. Y cuando escribimos un artículo de opinión, lo más probable es que lastimamos dolorosas llagas que hieren en lo más profundo de alguien en particular.
Estoy seguro que este escrito no lo va a leer ni uno sólo de los 5 mil amigos que tengo en Facebook. Lo escribí para matar el tiempo y para que quede plasmado en este medio, como en APORREA sobre las arrecheras que paso a veces con las estupideces de algunos políticos, de uno y de otro lado, habida cuenta, porque el país se hunde cada vez más en la miseria y ninguno de los dos bandos hace absolutamente nada para aminorar esta terrible situación que nos afecta a todos por igual. Sólo Cristo salva al pueblo y con ‘él recorreremos los espinados caminos que nos faltan por recorrer.