¿Se acabó Guaidó y, Andrés Eloy lo describió a su gusto?

No. ¿Entonces, qué es de su popularidad, no se le esfumó? O es posible que le llegó su hora y como un héroe que se cae de la cama de la fama sin esperanza ninguna, quizás como un mal querido se involucró de errores tácticos: poco a poco y, sin velas que le dieran el poder cavó su propia tumba política, que con un vilo de su desesperación lo atrapó el poema de Andrés Eloy blanco, al descubrir y, darse cuenta que la "varita mágica" que le mandaron del Norte para que atrapara el poder de ser presidente, se la llevó el 16 de noviembre con una brisa pasajera, suave, tibia de sentimientos patrios que lo tienen desconsolado al descubierto, clamando por calle, muy mal desamparado sin calor de pueblo, sin risa de pueblo, sin aplauso de pueblo, como un mentiroso y engañoso, con un cartel a su vista que lo trata de "estafador", quizás el gran estafador de este Siglo y, apartado y disminuido del pueblo humilde que confió en él como su nuevo salvador que, ahora lo ve partir a otros rumbos lejanos, desorientado:

"He renunciado a ti. No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía. He renunciado a ti. No era posible

Fueron vapores de la fantasía;

son ficciones que a veces dan a lo inaccesible

una proximidad de lejanía.

Yo me quedé mirando cómo el río se iba

poniendo encinta de la estrella...

hundí mis manos locas hacia ella

y supe que la estrella estaba arriba...

He renunciado a ti, serenamente,

como renuncia a Dios el delincuente;

he renunciado a ti como el mendigo

que no se deja ver del viejo amigo;

Como el que ve partir grandes navíos

como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;

como el perro que apaga sus amorosos bríos

cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;

Como el marino que renuncia al puerto

y el buque errante que renuncia al faro

y como el ciego junto al libro abierto

y el niño pobre ante el juguete caro.

He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia;

como esos granujillas otoñales,

con los ojos estáticos y las manos vacías,

que empañan su renuncia, soplando los cristales en los escaparates de las confiterías...

He renunciado a ti, y a cada instante

renunciamos un poco de lo que antes quisimos

y al final, !cuantas veces el anhelo menguante

pide un pedazo de lo que antes fuimos!

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.

Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;

desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.

La renuncia es el viaje de regreso del sueño...



Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella...
hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba...

He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;

Como el que ve partir grandes navíos
como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos bríos
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;

Como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.

He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales en los escaparates de las confiterías...

He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, !cuantas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño...".

Todas las estrofas del poema de Andrés Eloy, le caben a Guaidó como caídas del cielo, ese cielo que de celos morirá con él en su pronta partida sin un descanso eterno que lo cubra de gloria, pero no parte como un cobarde, no. Parte con las manos llenas de dólares, pero vacío de no haberle servido a Venezuela en nada.

Guaidó: una esperanza que murió en el acto dentro de su misma ambición como un violador de la paz del venezolano.



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Esteban Rojas


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