Esto de la tecnología y los nuevos tiempos sin dudas ha influido demasiado en la vida de las personas quieran o no, estén conectadas o no, les interese o no, el mundo tecnológico siempre de alguna manera, directa o indirectamente, van a sentir el peso del contenido de lo que se difunde por las redes cibernéticas.
Recientemente se difundió vía internet – no sé si por otros medios también – un video donde el Presidente Maduro habla de una Venezuela bonita mientras muestra los arreglos navideños del recinto donde se encontraba presente. Su lógica parece apuntarle que, si los arreglos navideños están bonitos entonces Venezuela está bonita de lo que también podría inferir que si él está bien entonces Venezuela está bien.
Es indudable que el lenguaje también ha sido afectado por eso de las tecnologías. Es posible que reflejo de esto cada vez es más difícil percibir en la población en general el uso de los tradicionales refranes con lo que coloquialmente se trataba de explicar una situación para que resultara comprensible a la mayor cantidad de gente posible. Había uno de ellos que decía algo así como que no se debe comer pan delante de los pobres como una forma de hacer referencia a lo desagradable que podría resultar en ocasiones ostentar privilegios de cualquier tipo, delante de quienes no los tienen.
Precisamente esa es la impresión que creo que deja el video. Es realmente desagradable la sensación que produce dicho video, una muestra que raya en el cinismo cuando se afirma que nuestra Venezuela se encuentra bien y está bonita.
Esa Venezuela bonita para mucha gente no está al alcance y no necesariamente por las limitaciones del plano económico o material que ya son bastantes. Peor que eso: muchas familias se encuentran separadas o divididas ante la realidad de la emigración que han tenido que llevar a cabo muchos de sus miembros agobiados por las penurias económicas, la falta de oportunidades, la inseguridad o todas estas causas y muchas otras juntas.
Venezuela bonita es aquella donde las familias pudieran estar juntas compartiendo una comida navideña. No necesariamente con los platos más costosos ni las exquisiteces más exuberantes. Ni con los estrenos más caros. Simplemente la posibilidad de estar en familia, pero desgraciadamente eso también pasó a ser una utopía para mucha gente.
La Venezuela bonita tiene a mucha de su gente, realmente bella y preparada, vendiendo golosinas y caramelos en los buses de Colombia, Perú, Ecuador, Argentina y Chile, sin contar los que están hacia el Norte de América y hacia el Viejo Continente. La Venezuela bonita está formada por verdaderas bellezas venezolanas que han tenido que mentirles a sus familias diciendo que tienen un trabajo de oficina cuando están trabajando como masajistas o terapeutas sexuales en las calles de los países de Latinoamérica que ya nos miran con desprecio y castigan nuestra entrada pidiéndonos una visa. La Venezuela bonita está formada mayormente por jóvenes que en el extranjero tienen que ingeniárselas para reunir algo de plata para ayudar a su familia que quedó en Venezuela mientras – no importa, se dicen – les toca dormir en grupos de cuatro en una habitación en la que cómodamente cabría solamente una persona.
Indignación es decir poco, realmente ya se quedan cortos los calificativos que pueden decirse acerca de las reacciones que producen ciertas cosas que pasan en Venezuela tal como el mencionado video.
Hubo un escritor que al referirse a las contradicciones de la vida hablaba del ejemplo del panadero que le molestaba ensuciarse la ropa de harina. Lo mismo señalaba del mecánico que le molestaba ensuciarse de grasa, o al pescadero que le gustaba pescar pero le molestaba el olor a pescado. Estas contradicciones, por increíble que parezca, existen en la vida diaria y así nos encontramos con médicos que no les gusta examinar a sus pacientes, profesores que no toleran a sus alumnos, vendedores que no les gusta atender a sus clientes y así sucesivamente.
Hacerse llamar presidente obrero e imaginarse que los obreros venezolanos están bien mientras hace bastante rato que dejó de gustarle el codearse con los mismos, creer que en Venezuela todo está bonito cuando desde hace rato pareciera detestar ver la realidad cruda que en todas las calles del país se vive, proclamar humildad cuando cada vez más se aleja de ella, dice mucho de la contradicción que se vive desde el poder. Finalmente, querer ser presidente sin que gusten las incomodiades que acarrea tal posición dice mucho de la Venezuela bonita que sólo existe en la mente de quien hoy es el mandatario del país y de la ficción que quieren hacerle vivir – y quieren hacernos vivir- quienes le rodean dentro de su fantástico mundo.