Desde Colombia cruzó el Atlántico en su nuevo guion distado por EE UU un gusano llamado Juan Guaidó asiste a la distintas reuniones con la burocracia de la Unión Europea en Bruselas. En el proceso, también asistió dando pena ajena, al Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), famoso por reunir cada año a lo más granado de la oligarquía financiera mundial. Intentando oxigenar su figura ya opaca y totalmente desgastada el autoproclamado Guaidó.
Este 23 de enero se cumple un año de la autoproclamación de Juan Guaidó y gobierno imaginario. Muchas operaciones fallidas y promesas incumplidas arrastra consigo el diputado, quien luego de recibir todo el apoyo económico y político de Estados Unidos durante 2019, no logró cumplir los objetivos planteados.
El cuadro internacional en el que se suscitó la autoproclamación de Guaidó es muy diferente al actual: las tensiones con Irán no habían escalado hasta el punto actual, el juicio político a Trump parecía todavía lejano y no habían estallado las protestas antineoliberales en América Latina, que colocaron contra la pared a los gobiernos respaldados por Washington en Colombia, Chile y Ecuador. Las protestas sociales que han sacudido Colombia han derivado en la crisis política más importante que Iván Duque ha enfrentado en todo su mandato.La mezcla entre radicalización de conflictos geopolíticos y la ineptitud de Guaidó provocó que el año 2020 venezolano iniciara con un inesperado viaje para intentar oxigenar la figura del autoproclamado, ampliamente cuestionada luego del revés en la Asamblea Nacional el 5 de enero y la instalación de la Mesa de Diálogo Nacional meses atrás.
Después de pasar por Colombia, Guaidó cruzó el Atlántico para asistir a distintas reuniones con la burocracia de la Unión Europea en Bruselas. En el proceso, también asistirá al Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), famoso por reunir cada año a lo más granado de la oligarquía financiera mundial.
Suele decirse que Europa es un gigante económico, un enano político y un gusano militar. Una definición que se confirma por la vía de los hechos tras el seguidismo ciego a las directrices de Estados Unidos en Irán, Venezuela y otros países víctimas de asedio.
Muy probablemente los asesores de Guaidó le han recomendado que entre más reuniones sostenga con dirigentes europeos, mejor será el resultado político de su «gira», un razonamiento que solo concluye en el efectismo. Porque, de todas formas, se trata de convencer a la Unión Europea para que tome medidas más agresivas contra Venezuela, como si ya el reconocimiento de un interinato ilegal que ha intentado fracturar la Constitución venezolana no fuese lo suficientemente grave.
Guaidó viajó a un bloque europeo en proceso de fragmentación política e institucional, con claras tendencias hacia la dictadura y el neofascismo. Y nada bueno puede salir de ahí.
Sostuvo un breve encuentro con el primer ministro británico Boris Johnson, el mismo que capitanea en el frente occidental europeo el ala euroescéptica. Justo ayer, pocas horas después de la reunión, el Parlamento británico aprobó de manera definitiva el Brexit, subiéndole la temperatura a la crisis institucional de la Unión Europea a pocos días de que el Reino Unido, oficialmente, se separe como Estado miembro del bloque.
Después, Guaidó sostuvo una reunión con el ala liberal europeísta, representada por el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, y el frente conservador del Parlamento europeo, entre los que se encontraban, además, representantes del partido ultraderechista español Vox.
En resumen, Guaidó se retrató con los oponentes de Johnson a nivel continental, y al mismo tiempo, con los detractores de Borrell a nivel partidario e ideológico en el frente local español: Vox y el Partido Popular (PP).
El rompecabezas político del bloque y su tendencia a la fragmentación, sumado al desconocimiento de Guaidó, convirtieron su «agenda» europea en un conjunto de posicionamientos contradictorios y disparatados. Durante su derecho de palabra frente a representantes del Parlamento europeo, insistió en la necesidad de que las sanciones contra Venezuela escalen, reafirmando su condición como autor material de la grave crisis inflacionaria y de servicios que sufre el país, a raíz de la imposición de medidas coercitivas unilaterales. Este equilibrismo frágil entre la postura extremista de la Administración Trump y el extremo centro del liberalismo europeo indica que, si bien el bloque no desea proyectarse como un aliado ciego de Trump, tampoco le interesa exponerse a un regaño o a una dosis de guerra comercial por contraponerse abiertamente a los intereses de la Casa Blanca.
Guaidó ha tenido un derecho de palabra en el Foro Económico Mundial de Davos, repitiendo el mismo discurso de criminalización de Venezuela, frente a un evento que nuclea a oligarcas financieros, gerentes de empresas corporativas globales y líderes gubernamentales. Se ha rodeado con las personas más obscenamente ricas del planeta. Pero aunque este movimiento puede evaluarse como «positivo» en relación a la proyección mediática del autoproclamado, no es tan así si ampliamos el foco.
El Foro es hoy el epicentro de un movimiento de contestación global contra el neoliberalismo, debido a los dramáticos registros de desigualdad que ha dejado a su paso. Como lo hace cada año, la ONG británica Oxfam expuso su informe sobre desigualdad mundial.
Este año el tema del Foro es corregir las fallas del capitalismo contemporáneo y acordar políticas comunes para enfrentar el cambio climático. Aunque se presente con esa retórica benevolente, la sociedad global entiende el Foro como un espacio que solo representa los intereses de los ricos, que poco tienen que ver con «arreglar» el capitalismo o «salvar» el planeta, una consigna que ha transformado la economía .
Guaidó fracasó en su intento de sacar a Maduro del poder