Los sistemas sociales son cambiantes, al menos que alguien o sectores intrínsecos decidieran mantener algún elemento de su estructura, para que todo siga igual. Su supervivencia depende siempre de aquellos que cumplan esas pautas de conducta específicas; únicamente hay fútbol mientras se juegue, todo lenguaje que no se hable deja su trascendencia y la estructura de la escuela sigue siendo la misma, en tanto existan alumnos y profesores que desempeñen los viejos roles, es decir, que muestren las pautas de conducta que crean la estructura de la escuela.
Es una cuestión crucial que se necesita poder evidenciar, lo relacionado con el interior de los protocolos epistemológicos que están en juego dentro del modelo educativo heredado, un mapa cognitivo que ha implosionado y del cual no es posible salir adelante con los mismos presupuestos que están en la base de esta arquitectura académica. Lo que está requiriendo desde su interior una transfiguración del cimiento del propio estatuto epistemológico, que ha estado rigiendo los destinos de los saberes a través de su herencia con la modernidad, entre otros elementos la propia cimentación de un modo de pensar, que no puede sé reparado con modalidades de reingeniería.
Para esto no hay que olvidar que las ciencias sociales han estado permeadas e influidas por los cambios ideológicos, políticos y económicos, que el mundo ha transitado desde la generación del imperialismo, su consolidación y transformación en globalidad neoliberal. El modelo prevaleciente de educación, se basa en un proceso de aprendizaje con una racionalidad formal y tecnicista, que privilegia la trasmisión de información. Con ello se da la espalda, de forma espectacular, a la realidad contemporánea, en cuanto a la diversidad de escenarios en el que hoy se producen prácticas socialmente relevantes en lo cultural, político, económico, comunitarios, entre otros.
