Desde la Segunda Guerra Mundial no se ha enseñado
(en EE UU) geografía, para mantener a la gente en la oscuridad
sobre dónde estamos haciendo estallar cosas.
Gore Vidal.
Los problemas comenzaron cuando los norteamericanos, en 1999, pidieron sobrevolar nuestro territorio y el Presidente Hugo Chávez Frías les informó que aquí ya no estaba en funciones de gobierno el Pacto de Puntofijo. Estaba terminando el siglo XX, y el Departamento de Estado se preguntaba: ¿qué clase de democracia es la del señor Chávez que no es capaz de entender ni aceptar la ayuda del país más humano y el que se ha esforzado más por la seguridad, el orden, la estabilidad y la paz de la tierra?
Según Washington, una grave alteración se había producido en las reglas de juego en el terreno político de Venezuela, aunque corregible a corto plazo, podía traer serias conmociones en la región, aunado al problema de la inestabilidad social incorregible en una nación solidaria como Colombia, aunque fuese la mayor productora de coca del mundo. De inmediato se ordenaron hacer consultas de «sounding and pressure». Otto Reich realizó una serie de contactos con Gustavo Cisneros, Eduardo Fernández, José Rodríguez Iturbe, Raúl Salazar Rodríguez y Fernando Ochoa Antich.
Por lo general, las acciones de la CIA producen «benéficos» resultados en poco tiempo, porque sus acciones a alto nivel son muy bien conocidas, y los mandatarios que las reciben se ven obligados de manera muy razonable a «rectificar». Así que estas presiones se suelen ejecutar hasta un cierto nivel.
Desde el mandato de Marcos Pérez Jiménez hasta la llegada de Chávez, cada uno de nuestros mandatarios había sido, «por las buenas», asesorados, aconsejados y dirigidos por Washington, en cada una de las vitales decisiones políticas y económicas que los gobiernos habían puesto en marcha. Ni uno solo, hasta que llegó «el ogro de Chávez», había puesto CONDICIONES a los consejos y advertencias del Departamento de Estado.
Los mandatarios en Latinoamérica no son tan lerdos como para no caer en la cuenta de que si ponen reparos a los referidos «consejos» van a sufrir serios obstáculos en la ejecución de sus planes, y hasta tengan que pagar con sus vidas por oponerse a ellos. Entonces, lo prudente, lo conveniente es callar, y aceptar lo que se les imponga. Porque, además, lo que sobra en el mundo son políticos lacayos, mercenarios, fascistas y traidores, dispuestos venderse por un puñado de dólares.
En relación a Chávez, lo que se planteaba Washington, era cómo podía sostenerse un gobierno CON UNA POLÍTICA TAN ERRÁTICA, FUERA DE LOS CÁNONES DEL PROGRESO Y DE LA DECENCIA DEMOCRÁTICA. Jamás se había visto a un mandatario que ante numerosos representantes del mundo, el día de su juramentación, golpease la Constitución de su país, llamándola LA moribunda. Grave, grave, grave,… y ya, para 1999, tambores de guerra comenzaban a oírse por los cuatros costados de la república venezolana.
Fue entonces cuando Washington se comunicó con José María Aznar, y le preguntó cómo veía la situación de las inversiones españolas en Venezuela. Fue cuando Aznar decidió enviar agentes secretos del CESID para que trabajasen coordinadamente con la CIA, Fedecámaras y la CTV, e hiciese contacto con los altos mandos de las FF AA. También hablaron con el Presidente de la OEA, César Gaviria. Luego vino en persona y se reunió con Chávez en La Casona y le dijo aquello, que nadie debía preocuparse por Haití porque ese país de negros estaba hecho una mierda, sin salvación, jodido para siempre…
Igualmente Washington, se dirigió a la banca internacional para consultarle sobre la situación financiera de nuestro país y si podríamos en los próximos años honrar los compromisos adquiridos con el FMI, y si además podríamos seguir siendo un abastecedor seguro y barato de petróleo para EE UU. Sobre todo, se hizo imprescindible investigar, quiénes habían ayudado económicamente a Chávez para que estuviese ahora haciendo políticas “erráticas”, confusas, “inmaduras” tan por fuera de las reglas que, de vieja data, el Norte había manteniendo con la “querida patria de Bolívar”?
Muchas preguntas comenzaron a plantearse los dueños de los medios de comunicación estadounidenses, y sobre todo en la suprema entidad fiscalizadora de la CIA para América Latina: la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). De la SIP, estas cuestiones pasaron a la Cámara de Representantes, luego a los centros financieros de Nueva York, y comenzaron a proyectarse a la Casa de Nariño (en Bogotá), a la de la Moneda (Chile), a los centros de poder de Brasil, Perú, Bolivia y Ecuador. A la OEA se le dieron órdenes tajantes de no permitirle el menor “abuso a este nuevo tirano” so pena de aplicársele la Carta Interamericana…
En los mensajes que permanentemente estaba enviando Washington a sus aliados sobre el caso venezolano se percibía la preocupación por el AGRAVIO... EE UU se sentía defraudado y consideraba un insolente desafío a su poder, la poca amabilidad con que Chávez había estado tratando a sus amigos, a sus socios. La manera un tanto destemplada como se había dirigido a Gustavo Cisneros, el llamado a ser el “zar del Petróleo Latinoamericano”.
Ya para 1997, cuando el doctor Rafael Caldera estaba a punto de dejar el poder, así como le había traspasado por intermedio del cardenal Ignacio Velasco el Canal 5 del Estado a la ODC, de ese mismo modo se le iba a vender a los Cisneros la CITGO, de manera casi regalada.
En 1999, un equipo de sesudos analistas le explicaba a Cisneros que el “librito azul” de Chávez era toda una declaración de guerra a los intereses del imperio euro-americano en el continente. Es por ello por lo que en el Pentágono se hace una reunión para considerar los llamados “cuatro escenarios”: 1- Intervención militar de los EE UU, España, la OTAN y la OEA, en una serie de operaciones, que en el argot militar se denominan “conjuntas y combinadas”. 2- Golpe de estado. 3- Acciones de grupos separatistas promovidas por organizaciones políticas corporativas y por el crimen organizado internacional. 4- Conflicto bélico entre dos países dentro del esquema del Plan Colombia25 .
Me he dado cuenta que cuando las democracias ya
no le sirven al imperio, pues, desde el
imperio gestan golpes de Estado.
Evo Morales (febrero, 2004).