Garment workers de Nueva York
En plena revolución industrial, el 8 de marzo de 1857, un grupo significativo de mujeres trabajadoras de la industria textil salió a las calles de los suburbios de Nueva York protestando por las míseras condiciones laborales. El 8 de marzo de 1908, cuando se conmemoraba 51 años de aquella protesta, miles de trabajadoras de la industria Sirtwoot Cotton decidieron sublevarse con el lema 'Pan y rosas' para reclamar igualdad salarial, disminución de la jornada laboral a 10 horas, un tiempo para poder amamantar a sus hijos y exigir el fin de la explotación infantil. La policía las reprimió y al ver que muchas se regresaron, el dueño cerró la fábrica y luego la quemó lo que implicó que más de un centenar de mujeres y niñas murieran calcinadas. Dos años más tarde, estas mujeres crearon su primer sindicato con el fin de protegerse y conseguir ciertos derechos laborales básicos, pero sin éxito.
En 1910, en plena época del funcionamiento de la II Internacional, se celebró en Copenhague, capital de Dinamarca, una reunión de mujeres socialistas en la que la revolucionaria Clara Zetkin (1857-1933), una comunista alemana, propuso crear un día de la mujer de carácter internacional para conmemorar la huelga de las "garment workers" (trabajadoras de la confección) de Estados Unidos. La propuesta se aprobó por unanimidad con más de 100 mujeres pertenecientes a 17 países.
En el año 1921, distintas organizaciones femeninas del mundo decidieron establecer el 8 de marzo como "el Día Internacional de la Mujer". En 1977, las Naciones Unidas lo declararon como el "Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional" y suele celebrarse con afiches y distintivos de color morado porque ese era el tono del tejido que las obreras estaban confeccionando el día que murieron. Sin embargo, hay que agregar que antes de estos acontecimientos hubo mucha historia en Nuestra América.
12 de octubre de 1492
En el artículo de investigación de 2016, La imagen de la mujer de élite en la costa norte del Perú a través de las crónicas de Indias, de la historiadora y antropóloga española Alicia Alvarado Escudero nos relata que "cuando los cronistas llegan a las costas del Ecuador y norte del Perú, quedan perplejos ante el número de mujeres que ‘gobiernan como hombres’. Estas mujeres son descritas desde una perspectiva subjetiva, basada en el ideal de feminidad europeo, bajo unas connotaciones medievales y católicas según las cuales las mujeres no tienen capacidad para llevar a cabo tales tareas, y donde las relaciones de género son completamente inversas. Les resulta llamativo cómo estas mujeres gozan de una distinción social, de una capacidad de acción y decisión y cómo ejecutan un mandato tan varonil impropio de su género". Esta realidad se da paralelamente en todo el continente Abya Yala en un contexto, particularmente interesante, porque Europa vive la era medieval, donde la sociedad patriarcal que se viene forjando desde la época del Imperio Romano "sitúa al hombre como cabeza de familia y a la mujer en un estatus de inferioridad frente a éste, cuyo origen se remonta a un ideal grecorromano que con la llegada del cristianismo asienta los códigos de conducta que se implantaron durante los siglos posteriores".
Misoginia eurocéntrica
Este pensamiento patriarcal misógino tiene innumerables ejemplos. Eurípides (484-480 antes de Cristo) decía: "Aborrezco a la mujer sabia. Que no viva bajo mi techo la que sepa más que yo, y más de lo que conviene a una mujer. Porque Venus hace a las doctas las más depravadas". Para Aristóteles (384-322 antes de Cristo) "en cualquier tipo de animal, siempre la hembra es de carácter más débil, más maliciosa, menos simple, más impulsiva y más atenta a ayudar a las crías. La hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades". En el Senado Consulto Veliano (siglo I después de Cristo) y el Código Justinianeo (siglo VI después de Cristo), donde suponen que la mujer tiene "debilidad" o incapacidad legal para mandar sobre sus bienes como un adulto por ser consideradas como niños o personas con problemas psicológicos. En el Código Justinianeo se definen como imbecilita sexus (imbéciles por naturaleza) y, por tanto, deben ser protegidas igual que los incapacitados. En la Partida 4, Título 23, Ley 2, de las siete Partidas de Alfonso X de Castilla (1221-1284) se expone que "de mejor condición es el varón que la mujer en muchas cosas y en muchas maneras". Erasmo de Rótterdam (1466-1536) decía que "si, por ventura, alguna mujer quisiera aparecer como sabia, únicamente lograría ser dos veces necia: sería como intentar llevar un buey al gimnasio". Fray Luis de León (1527-1591), arguye: "así como a la mujer buena y honesta la naturaleza no la hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico, así les limitó el entender y, por consiguiente, les tasó las palabras y las razones".
Para Voltaire (1694-1778) "una mujer amablemente estúpida es una bendición del cielo". Para Schopenhauer (1788-1860) "sólo el aspecto de la mujer revela que no está destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes trabajos materiales". Para Baudelaire (1821-1867) "en toda mujer de letras hay un hombre fracasado". Para Nietzsche (1844-1900) "la mujer no tendría el genio del adorno si no poseyera también el instinto de desempeñar el papel secundario. Cuando una mujer tiene inclinaciones doctas, de ordinario hay algo en su sexualidad que no marcha bien". Para Sigmund Freud (1856-1939) "la anatomía es el destino. Las niñas sufren toda la vida el trauma de la envidia del pene tras descubrir que están anatómicamente incompletas". Para Carl Gustav Jung (1875–1961) "al seguir una vocación masculina, estudiar y trabajar como un hombre, la mujer hace algo que no corresponde del todo con su naturaleza femenina, sino que es perjudicial". Para Ortega y Gasset (1883-1955) "el fuerte de la mujer no es saber sino sentir. Saber las cosas es tener conceptos y definiciones, y esto es obra del varón".
El patriarcado epistémico de Rousseau
El rol de Rousseau, explica la socióloga venezolana Indhira Libertad Rodríguez, en "la construcción de la ‘mujer natural’ en el estado presocial que describió el misógino pensador, es el switche que confinó a las mujeres a la oscuridad en el siglo de la luces". En su Segundo Discurso, cuyo título es Discours sur l'origine et les fondements de l'inégalité parmi les hommes (1754), Rousseau sostiene que a la mujer le corresponde el hogar por naturaleza. En la Carta a D'Alembert sur les spectacles (1758), Rousseau dedica varias líneas a despotricar de las mujeres: (1) asegura que no pueden ni desean ser expertas en ningún arte porque carecen de ingenio; (2) los pocos libros que algunas pocas mujeres escriben son fríos y bonitos como ellas porque no poseen la razón necesaria para sentir el amor ni la inteligencia para saber describirlo; (3) El lugar de las mujeres es el hogar. Si los hombres les permitieran estar en otros sitios sería una deshonra para ellas. En la novela epistolar Julie ou la Nouvelle Héloïse (1761), Rousseau le impone patriarcalmente a la mujer la apariencia como un deber moral sexualmente discriminatorio: "La mujer virtuosa no sólo debe ser digna de la estimación de su marido, sino que ha de procurar también obtenerla; si él la censura, será censurable; y aunque fuese inocente, tiene culpa por haber dado lugar a que sospechasen de ella, pues las apariencias constituyen también uno de sus deberes".
Rousseau publica su Émile ou de l’éducation en 1762. La escritora inglesa Mary Wollstonecraft (1759-1797) lo analiza y escribe en 1791 el libro A Vindication of the Rights of Woman (Vindicación de los derechos de la mujer) en el que sistematiza los comentarios que hace el filósofo en ese libro: (1) "El hombre ha de ser fuerte para poder satisfacer los deseos de la mujer y obtener su consentimiento, ya que utilizan la debilidad cuando consideran oportuno". (2) "El hombre y la mujer no deben tener una constitución semejante de temperamento y carácter, no deben educarse de la misma manera". (3) "El hombre y la mujer se hicieron el uno para el otro, pero la dependencia mutua no es la misma". (4) "La educación de las mujeres siempre debe de ser relativa a los hombres: agrados, sernos de utilidad, hacernos amarlas y estimarlas, educarnos cuando somos jóvenes y cuidarnos cuando somos adultos, aconsejarnos, consolarnos, hacer nuestras vidas fáciles y agradables". (5) "Cada sexo tiene su gusto propio que los distingue de ambos. Los niños se inclinan por deportes ruidosos y movidos, mientras que las niñas se sienten atraídas hacia las cosas de adorno y apariencia". (6) "Toda su vida debían de estar sujetas a la restricción más severa y constante, que es el decoro". (7) "La primera aptitud y la más importante de una mujer es la buena conducta o suavidad de carácter". (8) "La perversidad y la malicia de las mujeres es el agravante de su propio infortunio y la mala conducta de sus maridos". (9) "Cuando dejes de ser la amante de Emilio seguirás siendo su esposa y su amiga, porque serás la madre de sus hijos".
Apacuana
La alcaldesa de Caracas, Érika Farías, tuiteó el 11 de diciembre de 2018: "Apacuana resguarda la entrada hacia nuestra Caracas Insurgente. Reivindicamos la obra de una gran guerrera que en el siglo XVI se resistió a la colonización de estas tierras. Con la fuerza de nuestra historia seguiremos resistiendo ante la cultura colonial que se niega a morir". Sobre esta heroína venezolana, cuenta el militar e historiador neogranadino José Oviedo y Baños (1671-1738) en su libro 'Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela, que Apacuana, madre del cacique Guasema, organizó y dirigió en 1577 una sublevación en contra de los colonizadores españoles dirigidos por Garci González de Silva en el 'Valle de Salamanca' (actuales Valles del Tuy). La antropóloga Yraida Vargas, por su parte, nos dice que "esta indígena era una mujer muy sabia y respetada, conocedora de los secretos medicinales de las plantas, en su rol de los Quiriquires tenía mucho prestigio dentro de los pueblos de la región, lo que le permitió organizar la insurrección, que fue sofocada por los colonizadores". Según Oviedo y Baños, Apacuana fue la motora principal del levantamiento, razón por la cual una vez que es capturada, la ahorcan, "dejándola colgada donde la viesen todos, para que su cadáver moviese con el horror al escarmiento". Los invasores asesinaron esa a 200 indígenas lo que significó la posterior rendición de nuestro pueblo.
Bolívar feminista
El 24 de febrero de 2020 se cumplió el bicentenario de las palabras que dirigió en 1820, nuestro presidente Simón Bolívar "a las ilustres matronas del Socorro", población cercana a Cúcuta: "Un pueblo que ha producido mujeres varoniles, ninguna potestad humana es capaz de subyugarlo. Vosotras, hijas del Socorro, vais a ser el escollo de vuestros opresores. Ellos, en su frenético furor, profanaron lo más sagrado, lo más inocente, lo más hermoso de nuestra especie; os hollaron. Vosotras habéis realzado vuestra dignidad endureciendo vuestro tierno corazón bajo los golpes de los crueles. Heroicas socorreñas: las madres de Esparta no preguntaban por la vida de sus hijos, sino por la victoria de su patria; las de Roma contemplaron con placer las gloriosas heridas de sus deudos; los estimulaban a alcanzar el honor de expirar en los combates. Más sublimes vosotras en vuestro generoso patriotismo, habéis empuñado la lanza; os habéis colocado en las filas y pedís morir por la patria. Madres, esposas, hermanas, ¿quién podrá seguir vuestras huellas en la carrera del heroísmo? ¿Habrá hombres dignos de vosotras? ¡No, no, no! Pero vosotras sois dignas de la admiración del universo y de la adoración de los libertadores de Colombia".
Mujeres libertadoras
La participación de las mujeres en la lucha por la independencia estuvo cargada de una conciencia revolucionaria despejada de cualquier tipo de ecuación patriarcal. Muchas de ellas cargaban con los campamentos y con los niños tras los soldados de batalla, otras tejían los uniformes, algunas fungían de enfermeras, pero además de estas labores logísticas, un grupo importante de ellas participó en los campos de batalla entregando su fuerza y su vida para la causa social de la república naciente. En la Batalla de Carabobo, un grupo de 25 mujeres, dispararon, enfrentándose al feroz enemigo invasor. A estas notables mujeres se las conocía como "Las Troperas" en Venezuela, en la Nueva Granada como "Las Juanas", y en México como "Las Adelitas" y "Las Soldaderas".
Manuela Sáenz
Sobre Manuela Sáenz le escribe a Santander en 1825 defendiéndose de las acusaciones de favorecer a Manuela ascendiéndola al grado de coronela: "Usted conoce tan bien como yo, de su valor como de su arrojo ante el peligro. ¿Qué quiere usted que yo haga? Sucre me lo pide por oficio. El batallón de húsares la proclama; la oficialidad se reunió para proponerla, y yo, empalagado por el triunfo de su audacia le doy ascenso con el propósito de hacer justicia". En 1828 le escribe nuevamente a Santander defendiéndose de quienes censuran su relación con ella: "Manuela es para mí una mujer muy valiosa, inteligente, llena de arrojo, que usted y otros se privan de su audacia. No saldrá (ahora menos) de mi vida por cumplir caprichos mezquinos y regionalistas. La que usted llama «descocada», tiene en orden riguroso todo el archivo que nadie supo guardar más que su intención y juicio femenino". Después del intento de magnicidio en Bogotá, Bolívar le escribe al general Córdoba una carta en defensa de Manuela Sáenz: "Ella es también Libertadora, no por mi título, sino por su ya demostrada osadía y valor, sin que usted y otros puedan objetar tal. [...] De este raciocinio viene el respeto que se merece como mujer y como patriota".
Simón Rodríguez y la mujer
Entre abril y mayo de 1849, en el periódico Neogranadino de Bogotá, capital de la República de la Nueva Granada, Simón Rodríguez en su "Extracto sucinto de mi obra sobre la Educación Republicana" escribe: "después de las aves, las plantas son las que más se parecen a las mujeres, en su previsión para después del parto". El hombre más extraordinario del mundo da dos ejemplos: el primero, "la mujer más pobre corta sus enaguas viejas para mantillas, y de las pretinas hace fajas"; y el segundo, "las plantas más desnudas sacuden sus hojitas para que sus semillas se abriguen mientras germinan".
Simón Rodríguez en su "Nota sobre el Proyecto de Educación Popular" (Arequipa, 1830) dice: "se daba instrucción y oficio a las mujeres para que no se prostituyesen por necesidad, ni hiciesen del matrimonio una especulación para asegurar su subsistencia".
En 1847 Rodríguez escribe desde Túquerres, pueblo al sur de la Nueva Granada, al señor Pineda, noble amigo que se encuentra en Pasto: "La casualidad ha traído aquí un médico naturista suizo, que anda explorando, y me ha hecho el favor de dar algunos remedios a Manuelita".
En la partida de defunción de Rodríguez (1854) que reposa en el Archivo parroquial de Amotape dice: "fue casado dos veces y que era hijo de Caracas, y la última mujer finada se llamó Manuela Gómez, hija de Bolivia, y que sólo dejaba un hijo que se llama José Rodríguez".
El historiador ecuatoriano Alfonso Rumazo González (1903-2002), presume que "la señora falleció en Túquerres, o en el camino de retorno del educador, poco después, al Ecuador" ya que "cuando llega a Latacunga, en 1850, ya no le acompaña sino su hijo José".
Este profesor latacungueño escribe en 1976 una hermosa semblanza de esta mujer aymara: "Esa boliviana Manuela Gómez fue extraordinariamente valerosa: sufrió con intrepidez junto a su esposo la adversidad, la miseria, la desesperada angustia. Batalló con él en acto de sombra que se desdobla y protege; que busca todas las posibles salidas; que compite con él en austeridad y desinterés, situándose así a la altura del hombre noble que la había escogido. No decae, sino que triunfa sobre todo acoso y sobre todas las innumerables presiones negativas".
¡Vivan las mujeres!
Celebremos el Día Internacional de la Mujer recordando a nuestro Padre de la Patria al demostrar no sólo una posición feminista sino también maternal cuando el 10 de julio de 1825 le escribe una carta a su hermana María Antonia Bolívar en la que dice: "Te mando una carta de mi madre Hipólita para que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre: su leche ha alimentado mi vida, y no he conocido otro padre que ella".