La situación del gobierno ante la crítica es delicada. Un gobierno débil siempre tiene como excusa para encarcelar a cualquiera esa postura pacata a nombre de la decencia, o la honorabilidad de sus instituciones, la traición a la patria, etc..., así la realidad diga todo lo contrario. Es delicada porque uno no sabe hasta dónde puede llegar esa reacción irracional frente a la crítica y los críticos. Y, aunque muchos no lo creen posible, no se sabe hasta dónde puede llegar la envidia de quienes sí pueden hacer las cosas bien.
Para el alto mando aferrarse a ser gobierno es un asunto de contar con privilegios, pero puede que sea también de supervivencia moral y física. Maduro no va a dar su brazo a torcer jamás. Nunca va a reconocer sus errores; sería como si reprobara sexto y lo mandaran para tercer grado a aprender a leer y a multiplicar bien. Reconocer que falló, que le falló a Chávez, al pueblo chavista, al país, sería perder 20 centímetro de estatura, moral y física, y reconocer que se encuentra desnudo, que ese liquiliqui blanco no existe en realidad y que necesita de alguien que lo salve de la ruina total de su carrera.
Pero también su permanencia en el poder depende de aferrarse a sus convicciones, de creerse sus propias mentiras. Si reconoce sus errores debe salir de la presidencia, si no, se queda. Es un asunto piche de conciencia.
En el caso de los trabajadores presos de PDVSA, de Corpolec, sidor, etc., casi todos (o todos los presos) son técnicos y políticos críticos al gobierno, acusados de traidores a la patria, como Aryenis Torrealba y Alfredo Chirinos, de conspiradores o de corruptos. Son presos del Fiscal en combinación con Maduro, como responsable final de la vida de todos ellos. No se les ha seguido el debido proceso judicial, muchos están aislados o incomunicados, otros enfermos, y todos perplejos por todo lo que les está pasando.
La cárcel, si no mata amedrenta a la persona, la degrada, la anula, y eso es lo que están viviendo estos trabajadores acusados de corrupción y traición. Y muchos de ellos están ahí por envidia, por verdaderas razones fútiles, por desprecio a su profesionalidad y sus conocimientos, y desprecio a sus vidas.
Igual pasa con Vivas Santana, acusado de ofender a una oficial de la GNB, de "exponerla", como si la joven no se hubiera arriesgado ella misma "al escarnio público" con esa foto hecha por ella misma (es ese "degradar la institución" lo que hay detrás de tal moralismo pacato el que usan sus defensores, en condiciones especiales. Si hubiese sido la "selfie" de otra joven no pasa nada); se "expuso" desde el mismo momento en que se toma la foto desnuda. La oficial resulta muy ingenua, o es mu pícara.
Nosotros no compartimos el estilo exaltado de Vivas Santana, pero eso no es motivo para encarcelarlo, a él y a nadie. La crítica, por más loca y visceral que sea, siempre es útil, siempre es sana, ¡por más insana que parezca!; todo depende de la inteligencia de aquel recibe la crítica: que se sienta criticado u ofendido.
Estas reacciones impulsivas del gobierno ante la crítica – porque la publicación de la foto de la oficial lo sigue siendo de alguna manera – desbordan lo legal, rayan en lo personal. La GNB, o quien haya sido, no tuvo por qué haber encarcelado al profesor Vivas Santana; eso es un exceso de poder, un abuso de su poder. En todo caso le tocaba a la joven oficial hacer una demanda civil, seguir un proceso judicial acorde con la ofensa, con el "caso". Peor que divulgar una foto de un desnudo es el contrabando de gasolina, los guardias corruptos, los ajusticiamientos, secuestros, extorciones… Sin embargo, no se trató de un desnudo cualquiera, fue una selfie de una oficial de la guardia nacional, pero "¡A la guardia nacional bolivariana… ni con el pétalos de una rosa!"
Cuando el gobernó pierde el tiempo en eso es porque hay desorden dentro, no se tiene oficio, ni certeza en lo que se está haciendo. Las instituciones no sirven, a pesar de su honorabilidad. Ni la Guardia Nacional ni el sistema judicial ni la fiscalía muestran su rostro institucional, se degradan a lo personal, al vulgar miedo a la crítica, el miedo a perder sus prerrogativas (¿su autoridad?) y el resentimiento que sienten por aquellos que no le temen al poder sin autoridad, como Vivas Santana, Aryenis y Alfredo Chirinos, y todos los que criticamos al gobierno con la esperanza vana de que alguna vez rectifiquen su soberbia y su malcriadez. Ya nosotros perdimos la esperanza de que vuelvan por el camino de Chávez y el socialismo.
Para nosotros son tan víctimas del resentimiento del gobierno Vivas Santana como los trabajadores petroleros, los militares disidentes, los periodistas, los dirigentes obreros. No vemos que haya que hacer un trato diferente entre todos ellos: todos están presos por miedo, por debilidad política y personal del gobierno. Es el mismo miedo y la misma debilidad que NO pone preso a Guaidó, aterrados de miedo, de inseguridad, frente a cómo pueda reaccionar papá imperio… la debilidad y el miedo que tiene al Fiscal haciéndose el loco, dando vueltas como un toro que se cree vaca, y de aquel que le encargó cumplir con esa responsabilidad. (Tanto maduro como el Fiscal Tarek saben que nunca van a apresar a Guaidó)
Solo nos resta decir que pueden encarcelar al país completo, pero eso no les quitará el miedo ni el resentimiento.