Era también el mes de mayo, pero del año 1967, cuando en las costas de Machurucuto, Estado Miranda, un grupo de rebeldes armados de origen cubano y aliados con algunos venezolanos, realizaron un desembarco con la finalidad de iniciar un movimiento revolucionario destinado a tumbar al gobierno de Raúl Leoni. Cuando las autoridades de entonces se enteraron se inició la persecución de los combatientes la cual culminó pocos días después con un enfrentamiento en la que algunos de los alzados fueron dados de baja y otros se capturaron, entre los cuales había dos ciudadanos cubanos identificados como Manuel Gil Castellanos y Pedro Cabrera Torres. Eso fue más que suficiente para que el gobierno, aparte de las respectivas protestas ante los organismos internacionales, cancelara cualquier tipo de relación con el gobierno cubano al cual se le acusó de estar apoyando terroristas comunistas.
Este evento fue recogido con grandes titulares en la prensa de la época y casi todos coincidieron el calificarlo como una acción armada de Cuba contra Venezuela. Posteriormente, con el paso de los días, los meses y los años, fue silenciándose hasta tal punto que al sol de hoy hay muchos venezolanos que ni siquiera tienen idea de lo que pasó.
Coincidencias, o no, el mes de mayo ha sido el escogido por un grupo armado para una nueva incursión en contra del gobierno del momento. Esta vez con una inversión de los roles: si antes aquella vez se trató de instaurar un socialismo amparado por Cuba ahora se procedió supuestamente en nombre de todo lo que representa lo contrario a eso..
De cualquier modo, más allá de las motivaciones militares de ambos bandos lo que ha resultado de mayor impacto en esta incursión es que, a diferencia de la ocurrida en los años sesenta, ésta ha venido acompañado de un nuevo virus el cual es el de la infoxicación. Esta infoxicación no es otra cosa que la intoxicación de toda la población del país por el exceso de información, cosa que no ocurría antes entre otras razones porque no se contaba con el desarrollo de los medios tecnológicos e informativos – y desinformativos – que existen actualmente, la cual genera contenidos que son sumamente difícil de digerir, de distinguir su veracidad y causa, quiérase o no, secuelas en la población a la que afecta.
Es mucho lo que se ha escrito de parte de ambos bandos acerca de lo ocurrido en Macuto y luego en Aragua. Seguramente es mucho más lo que falta todavía por escribirse. Esto va creando una especie de calima informativa, una bruma en la que cada vez se hace más difícil distinguir qué tanto es verdad o mentira. Es el virus de la infoxicación que ataca por la vista, por los oídos y que si la gente se descuida sus consecuencias se pueden somatizar en alteraciones de sueño, migraña, estrés, desacuerdos familiares y pare de contar.
De momento, pareciera que es más importante ganar ésta guerra primero en los medios electrónicos. El teatro de operaciones en el Instagram, en el Facebook o en el twitter parece ser la primera conquista que debe ganarse. Aún a costa de algunas vidas o de someter al ridículo y al escarnio a quien quiera que sea. El tipo de operaciones militares, de estrategia o combate en la realidad pasan a segundo plano. Ni qué decir que a nadie se le ocurre hablar de una propuesta política o de cómo se van a solucionar los problemas de la gente o si hay alguna ideología que pueda sustentar los tan pregonados cambios por los que supuestamente se están luchando o qué se está defendiendo.
Mientras tanto, el ciudadano común y corriente – el de a pie – sigue preguntándose cómo hará para que rendir la poca comida que le queda hasta la próxima vez que pueda ganarse algo que le permita hacer unas compras, cómo hará para ir a buscar agua la próxima vez que se le acaben las reservas que todavía le quedan o qué sorpresa le espera en los establecimientos cuando vea que no conoce ninguno de los precios de las cosas que va a comprar porque ya todas aumentaron. A todas estas angustias debe sumar ahora la de la infoxicación en la que quienes de bando y bando se las quieren dar de protagonistas luchan por demostrar por qué sus razones son las más válidas aunque no esgriman ninguna a favor de resolver los problemas que aquejan a la gente.