Suena a metáfora, ¿verdad? Parece utópico. Sin embargo ¿Para que sirve la utopía? Se preguntaba Eduardo Galeano y respondía ¡Para avanzar! En momentos agrios para toda la humanidad, visualizar el horizonte para alcanzar nuevos destinos, requiere un ejercicio que nos permita – colectivamente -, alcanzar un mañana con nuevas perspectivas de superar momentos difíciles en el hoy y transitar un nuevo camino de condiciones nuevas para la supervivencia. Siempre ha sido así, desde los tiempos iniciales de una humanidad errante en busca de un destino cierto.
El cemento, el asfalto, el PVC, fibras sintéticas y la multiplicidad de materiales artificiales producidos por el hombre en la modernidad, ha invadido nuestros espacios, bajo la supuesta primicia de alcanzar el bienestar del Homo domesticus, categoría taxonómica de dudosa existencia en la nomenclatura binomial creada por Carlos Linneo. Sin embargo el tiempo apremia en busca de una cura para superar este atasco ocasionado por el minúsculo, microscópico y notorio COVID 19. De lo contrario, mientras no haya una vacuna o inmunización posible, como ocurre con otros microorganismos y sus consecuencias, tendremos que acostumbrarnos a la idea – en peor escenario –, de convivir con semejante enemigo.
A todas estas, es imprescindible e impostergable el comer, el alimentarse, la producción sostenida y/o sostenible se ve como meta mas alejada ante semejante entuerto que nos encontramos. La discusión, mantenemos o levantamos la cuarentena, se hace álgida. El confinamiento nos conduce a restricciones en el desplazamiento. Estamos limitados a nuestros espacios en los hogares. El transporte a espacios alejados; digamos el campo para la producción de alimentos a escala mayor también se restringe.
¿Qué hacer? Desechar las ilusiones y asumir los compromisos por la supervivencia e incrementar la producción de alimentos. Las opciones de producir alimentos en las áreas de concentración urbana se deben tomar como posibilidad real. A partir de aquí las ideas y el rescate de tradiciones para la producción de plantas y animales domésticos deben desempolvarse. Acercarnos a la naturaleza. Reducir la distancia entre campo y ciudad es posible. Producción con semillas certificadas no nos pueden limitar; las semillas de la verdura y hortalizas que compramos sirven; auyama, melón, ají, pimentón, tomate entre otros. El uso de agrotóxicos, podemos prescindir de una buena vez. Es la oportunidad dorada entonces; la pandemia nos arrincona, pero nos pone en la opción de producir novedosas posibilidades de producir a su vez alimentos en nuestros limitados espacios sobre el cemento, en envases desechables y reutilizados. Espacios horizontales, sobre el cemento dónde se pueda fomentar un sustrato con compostaje; el desecho orgánico de comidas, vegetación espontánea, excretas de mascotas, entre otros sirven. Espacios verticales donde puedan prosperar cultivos volubles de enredaderas. Las posibilidades son varias, hasta donde se lo permita la imaginación. No quiero ponerme de ejemplo, pero les aseguro que he consumido auyamas, verdolagas, pira, espinacas, parchitas, tomates, ajíes, pimentones, condimentos, plantas medicinales y aromáticas, y espero otras obtenidas de acondicionar el limitado espacio de mi hogar sobre el cemento. ¡Seguimos tras la utopía!
Tucupita, 24 mayo 2.020 (D.C.); año cero del ataque artero a la humanidad.