Se ha abierto en diversos espacios de opinión pública la discusión sobre el problema salarial de los trabajadores de la administración pública, puesto en el tapete por el presidente Chávez luego de su reciente discurso ante la Asamblea Nacional.
El tema ha sido polémico sin duda alguna, debido a que uno de los aspectos más álgidos que se viven en la actualidad aunque no se debatan públicamente es justamente el menguado poder adquisitivo de la mayoría de los trabajadores venezolanos, tanto del sector público como privado, obreros, profesionales y técnicos, y los conocidos índices de pobreza que hacen que las principales ciudades de nuestro país se encuentren rodeadas de ranchos, donde esta concentrada buena parte de la población venezolana, mientras la otra parte vive o mejor dicho, sobrevive pagando un alquiler y teniendo apenas lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas y la de los suyos.
Existe una tendencia muy errática a satanizar al funcionario público, presentándole como corrupto, flojo, echa carro, ineficiente, burócrata, etc… casi como una especie de ser despreciable sin derecho a nada, cualquier reivindicación demandada para este sector es considerada inmediatamente como una "vagabundería", bajo este pretexto el empleado público venezolano ha perdido sistemáticamente derechos laborales como su propia estabilidad imponiéndose cada vez más el esquema neoliberal del contrato (introducido desde Caldera II), donde la estabilidad laboral queda proscrita y derechos fundamentales como el derecho a huelga, vacaciones, seguro médico, etc, quedan simplemente sin efecto. Esto es un error muy grave, porque si bien en la administración pública abundan elementos con las características deplorables antes mencionadas, también es cierto que en Venezuela buena parte de su población se encuentra en la administración pública y de ahí dependen muchas familias venezolanas.
La corrupción es un problema ético estructural, también las asimetrías remunerativas que vivimos, mientras que algunos funcionarios muy contados acumulan cuantiosas sumas de dinero por abultados sueldos y jugosos bonos, (además de manejos ilícitos) la gran mayoría apenas gana más del salario mínimo, otros tantos viven pendiendo de una cuerda floja por su condición de contratados sabiendo que podrán quedar desempleados en cualquier momento y teniendo que soportar condiciones laborales en ocasiones muy despreciables, humillaciones, maltratos, violación a sus derechos laborales, portando el llamado "bozal de arepa".
Algunos podrán decir que la venta de vehículos nuevos esta a la orden del día y que en las pasadas fiestas decembrinas los centros comerciales estaban abarrotados de gente. Eso es cierto, producto de la cultura de consumo que ha caracterizado a nuestra sociedad y producto también de una circunstancia económica parcial en la que hay bastante dinero circulante, pero eso no significa que todo este bien, habrá que preguntarse si Venezuela esta compuesta solo por los que visitaron los centros comerciales de Caracas, o sí todos los habitantes de nuestro país andan comprando carros nuevos. También habrá que tomar en cuenta que los que visitan dichos centros comerciales (entre quienes me incluyo) apenas vamos a mirar lo que no podemos comprar.
Si algo debiera hacerse en la administración pública y con los trabajadores en general es buscar mejorar las remuneraciones para así contribuir a mejorar las condiciones de vida de la familia venezolana, aquí nadie pide que lo conviertan en magnate, simplemente se quiere vivir digna y holgadamente, tener una remuneración justa, que los venezolanos tengamos poder adquisitivo, donde el trabajo honrado valga la pena y la superación profesional sea estimulada con opción a mejores remuneraciones y condiciones de vida para así servir cada día mejor a la sociedad, en la actualidad eso no se da y si por algo queremos que esta revolución triunfe y se consolide es para que esos objetivos se logren, muchos hemos confiado y creído en eso durante todo este período.
El presidente Chávez ha venido sosteniendo una postura a mi humilde juicio alejada de la realidad e incorrecta, no se puede pretender establecer la pobreza como un valor "socialista", menos bajo unos argumentos tan poco consistentes como que "Bolívar lo dio todo y quedó en la ruina" o que "hay que ser pobres como Cristo", en este último caso pareciéndose mucho el discurso al de los clérigos que afirman desde un púlpito de oro que "los pobres irán al cielo y que debemos ser miserables y sufridos en la tierra para ser recompensados".
El socialismo debe justamente liberar al trabajador de la pobreza, darle las condiciones para vivir dignamente y satisfacer sus necesidades fundamentales y la de los suyos, alimento, vestido, educación, techo donde vivir, recreación, reducir las jornadas laborales para así lograr una vida más humana, desahogada y alegre. Si de buscar un sistema en el que seamos pobres toda la vida se trata, entonces quedémonos con el neoliberalismo que cada día excluye, empobrece y margina a millones de seres humanos en la tierra.
Vale la pena pensar en este momento que país queremos ser y como queremos ser vistos ante el mundo. Uno con ciudadanos con altos niveles de bienestar gracias a un gobierno socialista que se preocupa por su gente y ha logrado ir superando las inequidades y la pobreza, donde hemos alcanzado altos niveles de desarrollo social, tecnológico, económico y científico o uno donde las carencias están a la orden del día y la población se haya desmoralizada y desmotivada, donde ha perdido todo sentido el trabajo honrado y donde producto de estas condiciones el fascismo se abre paso con facilidad para tomar el poder con ayuda del imperialismo norteamericano por causa de políticas erráticas de los sectores progresistas que regentan el país.
Particularmente quiero que en mi país tengamos prosperidad, bienestar y desarrollo, que nuestra gente se sienta motivada a ser cada día mejor porque sabe que eso tendrá su recompensa y que el trabajo tenga una remuneración justa y acorde a nuestras necesidades y a raíz de eso que podamos servir mucho mejor y con más entusiasmo al colectivo.