Los dólares -ese billetico verde- que entra y sale de la isla con una vertiginosa prontitud que da mucho que pensar y poco por comprender de, ¿quién los trae y quién los suelta y cómo?, pero a la vista de todo público están y, los turistas no se ven por ninguna parte que pudieran ser el medio, pero no, los hoteles permanecen vacíos, esperando con su tapabocas de ansiedad que no atrae ni a una paloma guarumera, aunque las playas con su sol virginal invitan a un rato de paz que solo el margariteño traga a diario sumergido entre los tantos problemas que lo acosan en un considerando de situaciones de los que no son fáciles agarrarse como su tabla de salvación de mejores vivencias y así entre vientos y mareas le entra al día-día en busca de ese dólar que late como un lamento desconocido, pero que entusiasma y hasta salva vidas y refresca pasatiempos.
Todos los comercios en la isla de Margarita están dolarizados y el que tiene dólares le rinde, porque todos los días sube de valor, estropeando con facilidad al pobre soberano que como soberano baja de peso sin sudar mucho y adquirir lo que sea con ellos a través de tarjetas comerciales es un sufriente consuetudinario al confrontar que lo que un día tiene un precio, vuela rápido para llegar al otro día con otro precio y las ofertas son como un placebo inexistente que lo que deja es amarga de tristeza pues, todo es remarcado para llamar la atención de más hambre, porque, acá el que no sufre goza con sus dólares que atajan un saborear de vista y, vaya que eso es a diario, pero el comerciante disfruta a su gusto el comprador, porque el aumenta siempre el valor de adquisición y como quiera los precios de los artículos al dólar today, pero lo recibe a como él le parezca, nunca se ponen de acuerdo por un precio único. Entonces tienen un doble rasero a su parecer y a su beneficio.
El dólar dentro del comercio soluciona todo, tiene poder y vaya que poder y el que lo posee feliz vive, pero no lo salva de quedarse sin luz, agua, gas, que para ellos es el mismo problema del que no tiene dólares, por lo menos en eso pasamos por lo mismo, o sea que los dolarizados también sufren y, eso debe molestarlos y vaya que molesta y fastidia que sufran como sufre el pueblo neoespartano, menos mal que compartimos la luz del sol y el placer de disfrutar de un buen baño de playa que los turistas que no vienen no saben de lo que se están perdiendo. Arena, playa y sol de los margariteños con unos buenos tragos de ron para conciliar un pedazo de tiempo que no volverá y, más si tienes dólares posible es consumir un pescadito a la orilla de la playa chupando sus huesitos con una brisa suave debajo de una palmera, porque, los toldos son para los turistas.
Así que, el que tiene dólares acá lleva lo que quiera llevar para su casa, menos el agua y la luz, ni por tubos ni por cables, y tiene que esperar como el que más que vive esperando, pero podemos soñar despiertos y dormidos, y hoy domingo nos sale un baño de playa con sus olas románticas de atracción y de esparcimiento por el bien de la familia que aunque, sea una que debe ganar la familia margariteña y así despejar el aburrimiento que deja la soledad para unos y para otros ganar un buen rato.