Increíble!: Luis Herrera Campins y Rossana Ordoñez, en tiempos de dolores que no volverán…

1- Luis Herrera Campins y la periodista Rossana Ordoñez eran amigos,
se apreciaban desde distintos terrenos de la política, aunque a mi
parecer ninguno de los dos entendió este país. Lamentable. Yo llegué
un día, a ver de cerca a don Luis Herrera Campins, un día que fui al
teatro La Castellana en el estreno en Venezuela de la película "La
Batalla de Argel". Me lo encontré llegando con su comitiva de hombre
protegido, importante, y tenía el típico tipo burgués, algo adiposo,
muy bien arreglado en su eterno flux y corbata. Ya veía yo que iba a
pasar por el poder como un simple saludo a la bandera, sin pena ni
gloria. No sea atrevería a cambiar nada a pesar de que tuvo un gran
encontronazo con los medios y pudo haber metido en la cárcel a Marcel
Granier y a Gustavo Cisneros. Como llegó a criticar a los medios se
metieron con su mujer y lo humillaron horriblemente. Don Luis Herrera
sintió pavor de la guerra que le hicieron y se acobardó. El mismo
chantaje que le aplicaron a todos los presidentes de la IV República,
y que trataron de hacerlo también con Chávez para torcerle el brazo,
pero no pudieron…

2- A Luis Herrera, a diferencia de la mayoría de los políticos de
aquella prostituida IV República, le gustaba leer y tenía cierta
inclinación a la izquierda. Era de los políticos de partido de aquella
época, que querían, que soñaban con hacer lo que Chávez vendría a
realizar luego. En la cumbre de su mando, me lo volví a encontrar en
otro acto en la Casa Andrés Bello, en un ambiente que respiraba poder
burgués por los cuatro costados, y estaba ya totalmente inutilizado
como político.

3- Nace Luis Herrera en Acarigua y cerca de su casa, lo contaba él,
había bares con rockolas que tronaban todo el día con música ranchera.
Sólo una de aquellas rockolas, decía él, ponía música clásica,
imagínense, rockola con música clásica. A don Luis, de niño, le
penetran aquellas melodías hasta los tuétanos. Entonces, el muchacho
se enamoró de las rancheras, porque además se volvió adicto a las
películas mejicanas, y hay una que lo marcará para siempre: Allá en el
Rancho Grande, con Tito Guisar. Cuando Luis Herrera como Presidente de
la República viaja a México, en una entrevista lo primero que dice es:
"Allá en el Rancho Grande me hizo hombre".

4- Como la familia tenía medios, Luis Herrera estudia derecho y se
gradúa en la Universidad de Santiago de Compostela. Don Luis sí lee
algunos libros, pero el efecto, la droga de las rancheras escuchadas
día tras día, noche tras noche, que le laten en la cabeza, y en su
tocadisco cada mañana las recuerda, allá en la gris y triste estampa
de los campos gallegos. Quiso ser don Luis un cristiano
revolucionario, pero se descuidó, no hacía suficientes ejercicio
físicos, y se volvió demasiado romántico. Descubrió que lo que mejor
iba con su talento era el asunto del refranero criollo, y de allí no
salió.

5- Don Luis Herrera Campins: Fue Presidente de la República, sujetados
como todos por mil camisas de fuerza. No pudo hacer nada que valiera
la pena, y lo que hizo como todos, fue dejar hacer. Al terminar su
mandato y estando a punto de coger para Acarigua, exiliado y
ridiculizado al máximo por la oposición por aquello que dijo de que
recibía de Carlos Andrés Pérez un país en ruinas, y él lo había
empeorado; cuando fue a hundirse en sus campos y sabanas parecidos a
los que aparecen en la película Allá en el Rancho Grande, le saltaron
lágrimas tenebrosas: Miraflores había sido la Isla Barataria de sus
sueños de grandeza revolucionaria que nunca pudo cumplir.

6- ¿Pero de dónde realmente vennía don Luis Herrera Campins? Cuando se
produce el golpe del 18 de octubre de 1945, sale don Luis Herrera
Campins en nombre de la UNE (Unión Nacional de Estudiantes) a dar
gritos de que había que solidarizarse con la Junta Revolucionaria de
gobierno presidida por Rómulo Betancourt[1]. Después hizo su
peregrinación al Departamento de Estado reclamando su parte, por haber
apoyado el fulano Golpe, algo muy lamentable para un político que
luego se puso a soñar empedernidamente emn una revolución de izquierda
para su país.

7- Los adecos que fueron siempre unos ignorantes, decían que Luis
Herrera era un hombre muy culto y que nunca pudo encargarse de su
presidencia porque se la pasaba leyendo. Para que se vea la calidad
intelectual de este señor, que no podía escribir porque lo que le
salían eran chistes, refranes y incongruencias mentales, colocamos
aquí parte de un prólogo que le hizo a doña Rosana Ordóñez en el libro
"La Casa del Odio"[2] (que de paso lo recomiendo). Comienza diciendo
don Luis: "Este libro recoge puntos de vista muy sinceros. Su autora,
Rosana Ordóñez Vela como no es conocida; Rosana Ordóñez, como sí es
conocida, o Rosana, como la recuerda la gente al nombrarla sin más
aditamentos...". Por ahí va gastando tinta sin llegar a nada, luego
toma del libro de la susodicha, citas que le parecen grandiosas como
ésta: "Entré a Miraflores como árbol ornamental y salí como un roble,
con cicatrices y fortalecida. Mis caderas crecieron por la angustia y
las comidas a deshoras. Cabellos blancos llenaron mis sienes. Pequeños
surcos aparecieron alrededor de mis ojos cuarentones". Y añade el
intelectual demócrata cristiano: "Pero no pierden vivacidad ni
picardía por la presencia de líneas de expresión, como dice el
conocido eufemismo femenino. Casi nos repitió la metáfora del tango:
las nieves del tiempo platearon mi sien". No estaba don Luis para
escribir nada, la verdad sea dicha, y añade: "A diario, por tanto,
debía aflorar a su memoria la letra de la ingenua oración infantil:
Ángel de mi Guardia/ dulce compañía/ no me desampares/ ni de noche ni
de día".

8- Otra cosa que resalta Luis Herrera en este prólogo, tomado de las
notas de Rossana, y que lo hace aparecer como muy raro es éste: "En
general eran muy refinados (los ministros de Velásquez) con predominio
de ojos azules y verdes: Pablo Pulido, Luis Horacio Vivas, Carlos
Delgado Chapellín, Radaméz Muñoz León, Allan Brewer Carias, Henry
Jattar y Adalberto Gabaldón. Y añade don Luis Herrera copiando a
Rossana que Radamés Muñoz León era la vedette de los periodistas. "Era
el hombre noticia, todas las mujeres se encantaban con él, lo cual
confirma la tesis de que a nosotras nos encanta una cachucha y, en el
peor de los casos, una gorra del Magallanes". En este prólogo don Luis
Herrera se nos revela con una faceta muy delicada, que desconocíamos.

9- Así era aquella Venezuela, con sus luces apagadas, con sus
tristezas y afanes tan deplorables en los políticos de partido.

10- Un mundo, que sólo los locos y los tontos quieren que vuelva…



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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