Hoy casi todo el mundo la tiene olvidada, pero Blanca Ibáñez tuvo en Venezuela una extraordinaria popularidad; ella era la que mandaba en Miraflores, y el que llegaba a palacio no preguntaba por el presidente Lusinchi sino por ella, hasta los diplomáticos. Y lo más impresionante era la cantidad de obispos y curas que le pedían una cita, tantos que aquellos pasillos del palacio de Miraflores se oscurecían en pleno y ardiente mediodía. Blanca Ibáñez fue la más grande reina de Venezuela de aquellos tiempos. Se vistió de general, y ante ellas se cuadraba todo el Alto Mando Militar de la época. Tenían en palacio, una capillita presidida por su imagen en la que todos los obispos y curas le rezaban. Se llegaron a repartir oraciones con su nombre Esto es absolutamente cierto, señores, y lo probaremos en esta nota. Ella manejaba el presupuesto nacional, de ella salían todas las ayudas para las comunidades; la Universidad Metropolitana la hizo doctora sin jamás haberse leído un libro, ni siquiera el de las primeras letras de Mantilla. Le dieron la Orden del Libertador en Primera Clase, en presencia del todo el gabinete ministerial y la hicieron miembro del CEN de AD con el apoyo de Henry Ramos Allup. Hubo plazas y calles a los que se le pusieron el nombre de doña Blanca Ibáñez.

Uno de los hombres que más se benefició de aquella pobre señora fue Rafael Poleo. Este señor Poleo fundó exclusivamente el diario "El Nuevo País" con dineros del Estado venezolano, para defender a Lusinchi y a su empate con la señora Blanca Ibáñez aun cuando el presidente seguía casado con la médico, doña Gladys de Lusinchi. Hay que ver el realero que Poleo y su clan le sacaron por este motivo al país. Con ese negocio Poleo se hizo multimillonario y el más grande alcahuete de esta relación, el que cuadró el negocio con Poleo fue el entonces diputado al Congreso Nacional don Henry Ramos Allup. ¿Verdad Henry?

Fue tan popular doña Blanca que una encuesta realizada por la empresa Gaither S.A. en 1988 le atribuyó un 60% de respaldo para ser propuesta como diputado al Congreso Nacional. A pesar de haber caído en desgracia en su país luego que Lusinchi dejara su presidencia, doña Blanca siguió siendo importante personaje en el exterior, en n Estados Unidos fundó y dirigió la revista "Mujeres en Acción" para la denuncia de abusos sexuales contra la mujer.4​ También ejerció en el exterior la gerencia administrativa de la Fundación CELAC creada por el expresidente Lusinchi. Todavía para el 2017, doña Blanca vivía y allá representaba la Sociedad Internacional por los Derechos Humanos con sede en Frankfurt, Alemania.

Fue doña Blanca de familia muy humilde. De figura y trato agradable, por donde pasaba dejaba una cierta estela de serena placidez en quien la trataba. Había sido secretaria en el Ministerio de Justicia, pero en 1968 fue trasladada como funcionaria de escritorio al Congreso de la República, donde merodeaba todo un club plagado de políticos de partido dedicados al alcohol, a la juerga en hoteles de lujo y al dispendio más fabuloso. Fue secretaria de la Comisión de Comunicaciones que entonces presidía el diputado Nerio Neri (quien luego fue preso por corrupto), pero como no tenía buena ortografía hubo de ser despedida. No obstante, su gracia era encantadora y había dejado una estela de agradecimientos que mucha gente no olvidó. De modo que aquello de la mala ortografía, no fue óbice para que consiguiera otro trabajo también como secretaria. Le llovieron hartas críticas al señor Neri por las recomendaciones que hizo en varias cartas y oficios. Don Jaime Lusinchi era entonces presidente de la sección parlamentaria de su partido, y la contrató.

Un día, ya siendoe ella la reina de Miraflores y la amante del Presidente, cundieron miles de acusaciones contra ella por robos, desfalcos y abusos de poder: entre los que se pueden mencionar: cartas de recomendación para la obtención de dólares preferenciales en Recadi; la firma de contratos con el Centro Simón Bolívar; relación comercial y política con Luis Guevara y Alfonso Riverol; cuentas bajo firmas aparentemente fantasmas en el North Ridge Bank de Miami y las denunciadas por Ana Teresa Arismendi Melchert por las que poseía en el Federal Reserve Bank de Mónaco y en el Irving Trust International Bank de Bahamas; adjudicación de apartamentos en el Complejo Juan Pablo II; polémica en torno a su nacionalidad (fue acusada de colombiana) y su título de bachiller. También se cuestionaron sus declaraciones juradas de bienes, unos caballos de paso que tenía, sus relaciones con el Instituto Nacional de Hipódromos y el uso irreverente de uniformes militares. El 7 de junio de 1989 dijo en el Congreso de la República: "siempre he cubrido todos mis gastos... Los ingresos míos son los que he tenido de mis cosas particulares".

Ya en desgracia, doña Blanca Ibáñez publicó el libro "Crónicas De La Persecución", en la que aparecen fotocopias de las siguientes órdenes de pago, las entregadas al obispo de San Cristóbal, monseñor Ramírez Roa, quien en muchas oportunidades salió fotografiado con la Secretaria privada del presidente Lusinchi recibiendo cheques con donaciones a su diócesis; lo entregado a la Arquidiócesis de Valencia quien recibió el 8-12-87 un cheque por un millón de bolívares y el 15-12-88 otro millón de bolívares. La arquidiócesis de La Guaira recibió un cheque el 14-12-88 por cinco millones de bolívares y otro millón el 23-11-88 y otro millón el 1-12-88. La Diócesis de Barcelona obtuvo un millón de bolívares mediante un cheque que llevó fecha del 23-11-88. La Diócesis de San Felipe consiguió de la Secretaria privada el 26-7-88, un millón de bolívares. A la Arquidiócesis de Ciudad Bolívar, doña Blanca la gratificó el 6-3-87 con setecientos cincuenta mil bolívares. La de Barquisimeto obtuvo el 1-11-88 un millón doscientos cincuenta mil bolívares. La de Barinas no fue menos afortunada y logró dos millones. La Conferencia Episcopal de entonces consiguió de esta "pecadora", el 1-7-88, la cifra de un millón cuarenta y cuatro mil bolívares. La Arquidiócesis de Caracas no quiso quedarse atrás y reclamó su parte de la Ibáñez, la que el 23-11-88 le entregó un millón quinientos mil bolívares. La de Maracaibo con uno de sus obispos más moralistas, monseñor Roa Pérez, no pudo con la tentación y también le imploró a doña Ibáñez algún dinerito para obras pías, y ésta le gratificó con un millón de bolívares. Téngase en cuenta de que don monseñor Roa Pérez fue uno de los que analizó por la prensa el divorcio del presidente.

Tan santa dama en aquellos tiempos estaba en todos los altares adorados por la Conferencia Episcopal Venezolana. Don Baltazar Porras hacia sus primeros pininos en Mérida, preparándose para dar el asalto a obispo de la catedral, pero su jefe don Antonio Salas tenía muy buenas relaciones con el poder en Caracas, y jamás criticó para nada a doña Blanca. Don Baltazar estaba cogiendo un curso intensivo en disimulo, en abordaje con una vocecita muy suave y candorosa, en sonrisitas tenues y agarraderas no tan tenues donde se le permitiera. Estaba decidido a venderse bien caro, y lo supo hacer cuando ya escalando alto tuvo la oportunidad de prestar sus auxilios espirituales a la otra reina de Miraflores doña Cecilia Matos. Documentos para la historia, porque una delegación, con anuencias de la CEV, fue enviada al Vaticano para que allá se recibiera a doña Blanca Ibáñez, y los emisarios para este fin fueron, señores, ¡cáiganse!, nada más y nade menos que don Baltazar Porras y William Dávila Barrios. Y téngase en cuenta, que para esa época, William Dávila Barrios se encontraba empantanado en un supuesto horribilísimo pecado que espantaba a toda Mérida… ¿Verdad, Henry? ¿Verdad don Baltazar?