Balance nacional general

Económicamente, el año termina mucho peor que como comenzó. La dolarización del comercio se ha impuesto de la manera más salvaje posible, lo que conduce sólo al enriquecimiento de unos pocos y al empobrecimiento mayor de la inmensa mayoría, que hoy se debate, dentro de condiciones de vida paupérrimas, entre la desesperanza, la tristeza, la rabia y la desesperación. Las variables económicas y financieras no han mejorado. La hiperinflación, la devaluación monetaria y la ausencia de circulante, siguen presentes ante la mirada indolente y muchas veces cínica del gobierno. Aunque se argumente que hoy no hay escasez, pues los mercados están atiborrados de productos, la carestía sigue existiendo para la mayoría, ya que los altos precios no permiten la adquisición ni de los bienes fundamentales. Los salarios son los peores del mundo. La falta de gasolina agrava a su vez todo este panorama.

La situación política no ha mejorado sino muy levemente, y la mayoría del país podría, y con razón, objetar esta positiva apreciación. Las elecciones, que hubieran podido ser el inicio de un claro cambio en la política nacional, no llegaron a serlo, pues la abstención alcanzó un 70 por ciento de los votantes y la composición de la Asamblea Nacional (AN) no refleja en nada el sentir ni los deseos de la gente. El gobierno, con su sectarismo y soberbia acostumbrados, no aprovechó la oportunidad para enviar un mensaje creíble de cambio. No ha internalizado que mantener el poder tiene sentido, sólo si se mejora las condiciones de vida de la gente. La imagen gubernamental no cambió en nada, ni dentro ni fuera del país. Sigue siendo un gobierno ventajista, demagógico, tramposo, autoritario, indolente y envuelto en distintas violaciones, entre ellas las de DDHH y la de peculado de uso de los recursos públicos.

La oposición dirigida por López-Guaidó, que chantajea internacionalmente a sus prosélitos, ha favorecido las acciones del gobierno. Aunque aparentan ser sus enemigos jurados, han trabajado a favor del régimen, tanto en la época de Chávez como con Maduro. Es risible oírlos llamar colaboracionistas a quienes participaron en las elecciones recientes, cuando han sido los más eficaces y previsibles colaboradores del régimen desde hace unos 20 años. Sus depravaciones han atornillado en el poder a los supuestos revolucionarios. Ésa ha sido su función real, objetiva, medible, y ésa pareciera seguirlo siendo, pues no hay asomo serio de enmienda. Y menos ahora que le tomaron gusto a los fondos públicos que mal manejan a discreción, sin planificación ni controles, sin obligaciones para con nadie y sin limitaciones. Adolecen de las mismas lacras gubernamentales, pero potenciadas. Su conducta aduladora de la política de vacunaciones contra el CoVid-19 del presidente Duque, que excluye a los venezolanos indocumentados, demuestra muy bien su canallesca actitud.

El otro sector opositor, de carácter nacional, popular, democrático y pacífico, no ha logrado hasta ahora impactar positivamente a los electores venezolanos y, por lo tanto, no constituye aún una opción de cambio. Aunque presume de no ser sectario, su resistencia a la conformación de una unidad mayor que las débiles habidas en las elecciones de la AN, nos dice lo opuesto. En su mayoría, sigue sumido en la defensa de parcelas vacías, de liderazgos incuestionables, de siglas sin mayor significado y de cierta soberbia, proporcional a sus tamaños, pero soberbia al fin. Estas debilidades, cierto oportunismo y los ataques y chantajes despiadados recibidos de la oposición violenta, han mediatizado sus posturas antigubernamentales, lo que hace que no sean percibidos como firmes opositores. Asumir autocríticamente estas limitaciones y rectificar es fundamental para su éxito futuro.

Se instalará la AN. El gobierno intentará convertirla en un simple apéndice de sus políticas, lo que será difícil de evitar pues no existen fuerzas parlamentarias suficientes. La unidad de este sector es indispensable, no apartarse del camino democrático también lo es. El trabajo organizativo y de calle se hace imperioso. La denuncia permanente, la presentación acordada de propuestas alternativas viables y el mantenimiento del diálogo con el gobierno, serán vitales en ir fortaleciendo la retomada ruta democrática.



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Luis Fuenmayor Toro

Médico-Cirujano, Ph. D., Ex-rector y Profesor Titular de la UCV, Investigador en Neuroquímica, Neurofisiología, Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología. Luchador político.

 lft3003@yahoo.com      @LFuenmayorToro

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