El papa Francisco a quien le profesamos un profundo respeto y admiración hace escasos días anunció que la Iglesia Católica festejará el cuarto domingo de julio, de cada año, en todo el mundo, el Día del Abuelo.
Según el pontífice se espera que ese día los abuelos estén con los nietos y los nietos con los abuelos, para que puedan soñar y que los más jóvenes, amparándose en la fuerza y en la experiencia de los abuelos, puedan ir hacia adelante.
Eso nos hace recordar que a los abuelos casi todo el mundo los quiere, aunque vemos continuamente -y no queremos generalizar- que se les ama, en muchos casos, de los «dientes pa´fuera», pues a diario se deja vigencia que se le cercenan sus derechos, como viene ocurriendo, por ejemplo, en España.
Recuérdese que en ese país de Europa una vez que la banca privada, con el silencio cómplice del gobierno, aplica los afamados desahucios, a los indefensos abuelitos los sacan a la fuerza con la policía de sus propias viviendas, para dejarlos desamparados, sin un techo en donde cobijarse y sin aliento en plena calle.
Pero hay otra realidad que aquí mismo la vivimos. El cuarto de los chécheres, es decir, la habitación más fea de la casa, muchas veces es el dormitorio de los amados abuelos, sobre todo la del hombre, que lo dio todo por el país y para formar una familia.
Hay que reconocer que muchas veces ni los propios familiares están pendientes de los abuelos, si requieren o no ser aseados, y ni para que hablar si necesitan medicinas, por ello los vemos casi a diario, en la propia calle, enfermos, mal vestidos, e incluso, oliendo a todo, menos a bueno.
Se han visto casos, incluso, que a los abuelos los propios familiares les desaparecen el dinero que devengan de sus pensiones, sin que les den parte de lo que es suyo.
Llegar a abuelo, desgraciadamente en estas sociedades, es comenzar a vivir un calvario, a sentir penurias, e incluso, hablando crudamente, se les hace ver que estorban, de allí que muchas veces los vemos olvidados en los asilos, porque si no tienen aliento para pedir, exigir o rogar, o en el mejor de los casos, suficiente dinero, nadie se acuerda que hay un abuelo encerrado en cuatro paredes, que requiere no solo atención, sino amor y sobre todo comprensión.
Quiera Dios que el Día del Abuelo contribuya en todas las familias del mundo a sensibilizarnos más por estos personajes queridos por muchos, pero abandonados por otros, para que su situación de vida cambie a su favor, púes merecen vivir los últimos días de su existencia, al menos, con dignidad, y contar al mismo tiempo con una alimentación adecuada, pero sobre todo que se sientan respetados y queridos por sus propios familiares.
En nuestra condición también de abuelo siempre hemos dicho…»bienvenido el infarto, y con ello uno sale de manera rápida del problema».