Una distinción de gran utilidad metodológica es apartar, por un lado, los asuntos de la "nata política", o sea de quienes "viven de eso", o porque literalmente tienen sueldos o beneficios en contante y sonante, o porque obtienen una "satisfacción de la potencia" y hasta puras caricias al ego, y, por el otro, las cuestiones de la política entendida como algo que al final repercute demasiado en nuestras vidas hasta sin querer, y por eso no hay que dejársela a los políticos profesionales. Los dos conceptos del título de este artículo atañen a ambos niveles de la política.
En estos veinte años y pico, supongo que ya los políticos profesionales han aprendido, a punta de golpes y patadas, algo que uno asimila dolorosamente apenas en la madurez: que cada cosa tiene su tiempo y cada tiempo tiene su cosa. Que no por mucho desesperarnos, el tiempo irá más rápido. Que los procesos no se resolverán cuándo y cómo uno desea. La prisa sólo lleva al cansancio, dice el sentido común que es el menos común de los sentidos. Pero los políticos tienen de humanos que son máquinas deseantes. A veces, parecen hechos de pura voluntad, con algunas dosis de viveza criolla y hasta discursos de buena sintaxis y léxico. Los "hombres de acción" son justamente lo opuesto a los "contemplativos", como ya se sabía en la Antigüedad griega.
En Venezuela se ha producido un "atascamiento político". Detengámonos un poco con esta idea. Para los políticos profesionales la expresión pudiera referirse a una situación de empate de fuerzas por la cual ningún polo del antagonismo puede aniquilar al otro. Un bando, dispone del poder del Estado, de las armas legítimas, incluso ha podido controlar las fuerzas explosivas de la indignación y de la carencia hasta lograr una paz llena de insatisfacciones. El otro bando, después de atravesar varios espejismos (vías institucionales, insurreccionales, de intervención extranjera), ha quedado colgado de la brocha de unas sanciones impuestas desde fuera que no hacen sino exacerbar el desastre socioeconómico del cual, precisamente, hubieran podido extraer la dinamita para abrir el túnel de una salida. Así, sigue congelado justo en el fotograma que anuncia una secuencia de caída estrepitosa. La cinta de la película amenaza arder, pero no, sigue ahí. Es un efecto especial como de película de Marvel: la oposición en su no-caída indefinida.
Pero algo se mueve, por supuesto. Ha habido un desgaste del lado de los dueños del Estado. No ha habido una división, sino un permanente desprendimiento. Salen y salen individualidades, pequeños grupos, ex ministros, ex altos funcionarios, incluso consentidos de Chávez. El PCV y un apiñamiento de segmentos militantes atraviesan su trasnocho. La oposición que recibe líneas de Story ya cuenta con bajas y disidentes que han resuelto seguir ejerciendo una de las profesiones más viejas del mundo, hablando suavemente con y del gobierno, y contemplando cómo proliferan las candidaturas para el próximo proceso electoral. Ya decían por ahí que la política, esa de las natas, es un vicio, una suerte de ludopatía.
Es en ese contexto donde se hace dominante lo que los especialistas en marketing llaman "posicionamiento".
Los "reformistas" de los setenta solíamos burlarnos de la manía de ciertos grupúsculos ultras, de hacer pomposas declaraciones de "toma de posición" en las oportunidades que se le presentaban. Conscientes de que el camino al "asalto" había quedado vedado, lo importante era "tomar posición", declarar, pulir manifiestos y documentos, donde no podían faltar conceptos que de tanto uso se convirtieron en clichés: la crisis mundial del capitalismo, la clase revolucionaria, el avance de los pueblos. Algunos, llevados por la arrogancia que pronto derivaría en sorprendentes mutaciones, se burlaban de estos manifiestos y declaraciones de toma de posición. Eran "simbólicas", calificativo que creían desdeñoso, sin percatarse de la importancia que los símbolos tienen en la antropología, en la Humanidad, pues.
Todo para que ahora, en medio del atascamiento, lo más importante sea el posicionamiento. En lenguaje de marketing, el posicionamiento es un objetivo: es saber marcar de manera indeleble en la mente de los consumidores, una diferencia respecto del competidor, una diferencia que constituye una ventaja en la lucha por la preferencia de la clientela.
Sin darse cuenta, sin meditarlo, los políticos de la nata, los profesionales, los que viven de eso, están es posicionándose, sentando la diferencia, diciendo: no me confundas con el otro. Yo no soy el otro. La distinción se convierte en valor en esta competencia y es imposible agruparse para la foto porque quien lo hace pierde. Así, habrá no sé cuántos candidatos para la gobernación de cada estado, y no sé cuántas posturas en relación a qué hacer. La dispersión del polvo cósmico.
Claro, en el atascamiento salimos perdiendo todos, profesionales y sufrientes ciudadanos. Pero es la cosa de este tiempo. Porque es el tiempo del posicionamiento y el atascamiento, las dos caras de la misma moneda.