¿Maduro es neoliberal?

Voy a improvisar una breve y sencilla clasificación provisional de las posiciones políticas e ideológicas. Unas, son doctrinarias y otras, no. Las segundas, no buscan en alguna teoría general algunas verdades con las cuales orientar su acción, sino que improvisan sobre la marcha, dan respuestas inmediatas de acuerdo a las premuras y las urgencias del momento, en función de minimizar los costos y, si todo va bien, obtener alguna ganancia. Pero hay una tercera clase digamos "mixta": aquellas que usan fragmentos más o menos mezcladas de ideologías para justificar (y hasta excusar) lo hecho, utilizando incluso frases y lugares comunes de discursos contrarios a lo que están haciendo. Son artífices de la improvisación de acciones y discursos. Por supuesto, son chapuceros.

Es tomando en cuenta esa clasificación, que pongo en duda que el gobierno de Maduro sea neoliberal, en el sentido doctrinario del término.

Es cierto que aplica una política general de privatización y asociación con el capital privado, estímulo a la inversión extranjera, práctica abolición de los derechos laborales, precarización del salario (en esto entra su radical bonificación), sustitución de la moneda nacional por una dolarización permitida primero, y luego estimulada, liberalización de precios. En fin, un ajuste económico de una radicalidad tal que hace palidecer a los propios neoliberales doctrinarios ¿Entonces?

El asunto es que esta gente no es doctrinaria, es improvisada y chapucera, y, encima, es demagoga. Establecer esto es importante para entendernos. Sus políticas de ajuste no se guían por Hayek o Friedman, así como antes no se guiaron por Marx, Lenin, ni siquiera por Stalin o el Che. En esto son "originales". Hacen uso de tres cuatro frases sacadas de contexto de los discursos de Bolívar, tres o cuatro frases de un agitador nato como Chávez (quien nunca fue un teórico, sino también un gran barman de cócteles discursivos), insisten en el culto a la personalidad del Comandante y al presidente, afirman que son marxistas, maoístas, democráticos, constitucionales, exaltan la lealtad ciega, rayana en la complicidad. Pero eso no es una doctrina. Es una excusa.

Sin quitarle eficacia a las sanciones del gobierno norteamericano y sus aliados, especialmente las financieras a partir del 2019, el desastre económico del país, la anatomía de la crisis compleja y multidimensional (institucional, educativo, de servicios, de salud, etc.) que sufrimos los venezolanos, es efecto de las políticas económicas del gobierno. Estas han sido incoherentes, inoportunas, extemporáneas, contradictorias, improvisadas.

Tal vez por un reflejo escolar, de asimilar lo que tenemos enfrente con lo que leímos, podemos tender a asimilar las políticas de las dos últimas décadas y pico, con el keynesianismo. Este enfoque económico, alimentado además con las teorías del desarrollo de los sesenta, ha privado en toda la Venezuela contemporánea, desde que el ingreso petrolero se empleó para construir una burguesía, "proteger" la producción nacional, industrializar con la tutoría extranjera, asociarse con el capital transnacional y garantizar algunos avances en educación, salud y demás a los sectores populares, para garantizar su apoyo político.

Todo esto continuó hasta parecer una caricatura. Caracterizarlas como "socialistas", solo porque hubo una "ola" de estatizaciones, o porque hizo "políticas sociales" o filantrópicos, es muy discutible. Atacarlas como "estatistas" es quedarse en los lugares comunes de la derecha liberal pitiyanqui latinoamericana.

Y, sí, es cierto: se profundizaron los mismos rasgos, en primer lugar, rentistas, en segundo lugar, estatistas. De allí en adelante, lo demás fue demagogia, improvisación, iluminaciones repentinas del caudillo. Las ideas, en ese período, sólo sirvieron para arengar y agitar las fuerzas masivas enfrentadas. Hubo momentos en que las propuestas florecían. Tal vez por allá, por los años que van entre 2006 y 2009, muchos planes se discutieron y dieron pie a algunas disposiciones legales. Pero ocurrió como con todo lo demás: privó la improvisación y la chapucería. Y, como suele ocurrir, se volvió a caer, como atraídos por el centro de la tierra, en las mismas prácticas y vicios: intervención del Estado y control partidario de las organizaciones populares, clientelismo, corrupción, enriquecimiento delictivo de la renta, importaciones masivas, la repartición del dólar controlado, la muerte del bolívar. Todo esto condujo al desastre actual, frente al cual algo había que hacer. Se le dio prioridad al asunto de mantenerse en el poder. Con la cooperación de la estupidez de la oposición, se le derrotó nuevamente, con una extinción que ya parece histórica, de largo plazo. Y ahora se pretende "estabilizar" la cosa haciendo acuerdos con la burguesía vieja y "boliburguesa", y con los capitales transnacionales, atendiendo a la nueva geopolítica.

Las propuestas de Keynes, en el Primer Mundo capitalista, fueron aplicadas cuando en las élites dominantes se convencieron que los mecanismos del mercado libre son insuficientes para mantener los equilibrios que garantizaran el crecimiento. Por ello asumieron que el Estado debía resolver "los problemas sociales" y dieron paso al "Estado de Bienestar", con seguridad social, inversiones en empleo por parte del gobierno, ampliación del mercado interno para reanimar el crecimiento. Ya hacia la década de los setenta, el keynesianismo hacía aguas con un síntoma que le es propio: la inflación, a la que se le agregó el estancamiento. Entonces, adquirieron fuerza las teorías que venía cocinándose desde la década de los treinta y cuarenta, como bien narra la historia Foucault. Vino el auge del neoliberalismo, el "consenso de Washington, Reagan y la Thatcher, la desregulación financiera de Clinton que estalló en una crisis espantosa en 2008, etc. Resurge el nacionalismo semifascista norteamericano con Trump y ahora volvemos a empezar con muchas novedades: el adalid del mercado libre en el mundo es el Partido Comunista de China, aspirante a ser la primera potencia capitalista del mundo.

Lo anterior fue acompañado con animados y sustanciosos debates teóricos. Los que dominan el mundo entienden muy bien la importancia de una teoría bien coherente y consistente. De alguna manera, con intensidades variables, son doctrinarios. Evitan la chapucería.

Aquí, no. El presunto "neoliberalismo" del gobierno de Maduro es una improvisación más, un salir al paso, un desvergonzado "resuelve", una filosofía resumida en aquel memorable "como vaya viniendo, vamos viendo" ¿Pragmatismo? Tal vez. Esa corriente filosófica anglosajona, versión norteamericana del utilitarismo, parte de que lo efectivo es verdad y no que lo verdadero es efectivo; de que lo bueno lo es sólo si tiene éxito, y no que lo bueno es bueno por sí mismo. Preferiría emplear el adjetivo "oportunista", en todo caso.



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Jesús Puerta


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