Boves (II parte): El Azote del Cielo

"Muéranse llegó el hombre. Muéranse llegó Boves"

Arenga del ejército de Boves. Tradición oral de la historia de La Victoria.



Después de su deserción al ejército republicano, Boves se dio a la tarea de levantar y envalentonar, tal cual sus paisanos, a la población parda y manumisa contra los bienes criollos. Apresado, estuvo a un pelo de ser ejecutado en Calabozo, pues estaba en capilla cuando fue liberado por los suyos, después de un reñido combate de todo un día, que desatara contra los defensores el 20 de mayo de 1812, Eusebio Antoñanzas. Monteverde tomará de seguro la capital y el "patiquín" de Miranda, como era visto por el enemigo, entregado por sus propios compañeros de armas; habrase visto victoria más placentera.

Acompañó a Monteverde al oriente, pero ambos salieron con el rabo entre las piernas, derrotados en todos los encuentros, ya que la población parda oriental se había volcado a favor de Mariño y sus hombres que sí tenían pardos y afros entre sus oficiales (Piar, Bideau). De regreso, a su paso por Espino y Chaguaramal (hoy Zaraza), dejó sus primeras huellas de sangre y se enconchó la hacienda de Santa Catalina, cerca de Calabozo, donde recibe el baño de agua fría de que ya Caracas había sido tomada nuevamente por los republicanos al mando de Bolívar procedente de Nueva Granada, en una campaña veloz que había atravesado a todo occidente en solo dos meses y medio. Al asturiano lo acompañaba un ejército conformado en mucho, de antiguos amigos que serán médula pretoriana de su futura hueste.

A Tomás Montilla le encargaron de Caracas el deber de eliminarlo e incursionó hacia la muy fortificada hacienda. Los infantes lograron soltar a los caballos, entrar a la misma casa y hasta lograron herir al caudillo de un sablazo, pero aquellos pudieron recomponerse de la sorpresa y rodearon a los invasores, matando a casi todo el millar que había venido de la capital a fulminarlos. Montilla y su estado mayor se salvaron de pura suerte, evacuaron de Calabozo a todo el que quiso seguirles y no pararon hasta llegar al Sombrero. El propio Boves amarró a Rafael Delgado -el mismo que lo había condenado un año atrás-, y lo llevó de arrastre hasta Calabozo donde llegó el cadáver del patriota totalmente mutilado.

Entonces en la capital se le ordenó a Vicente Campo Elías, acabar con la amenaza, llevándose consigo al batallón Barlovento recién conformado (con seguridad, el cuerpo de infantería más victorioso de la trágica Segunda República); en el camino se le unieron dos escuadrones, uno de orientales, enviado por Mariño y mandado por el bizarro Manuel Sedeño, el otro de calaboceños mandado por Carlos Padrón y Pedro Castillo. El 14 de octubre se dio la batalla al lado del caño Mosquitero, saliendo rotundamente victorioso el patriota español. Muchos han criticado la acción post batalla de Campo Elías, por ejecutar a los sobrevivientes en contra de los postulados del decreto de Guerra a Muerte que perdonaba a los guerreros venezolanos, fuesen o no culpables, pero así habrán sido las razones de Campo Elías que no vio alternativa ante el enemigo vencido que a todo él lo califico de verdugo.

Después de esta derrota en Mosquitero, Boves reunió en la villa de Guayabal a los caudillos de guerrillas sueltas que luchaban contra la república, y publicó un bando o decreto que volteó la tortilla del destino a su favor, decretando la abolición de la esclavitud y ordenando la muerte de los dueños criollos de haciendas, como la acción inmediata de invadirlas fuesen de criollos o de blancos peninsulares que no estuviesen con él. Promulgó que la tierra pertenece a quien la siembra, o sea, a los pardos, los únicos que realmente la habían trabajado en tantos años de vasallaje blanco. El efecto fue tal que de la noche a la mañana comenzaron a llegar hombres y hasta mujeres, sea en bongos, curiaras, en bestias, a pié o como podían, hasta Guayabal, centro de operaciones. Su campaña la retomaría cuando bajasen las aguas invernales.

Mientras, por el lado republicano, la vida había tomado un cariz de emergencia espeluznante como nunca antes en este pacífico territorio. Ramón García de Sena había salido victorioso sobre el realista Reyes Vargas (13 de septiembre) cerca de Barquisimeto. El gobernador realista de Coro Miguel Ceballos, había triunfado sobre Miguel Valdés en Cabudare el 5 de noviembre, y sobre el propio Bolívar el 9 de noviembre en Barquisimeto, el que dos semanas después, junto con su tío José Félix Ribas triunfará sobre la legión española mandada por Salomón, los días 23, 24 y 25 de noviembre en Vigirima, cerca de Valencia y de inmediato hizo un llamado a sus mejores cuerpos para enfrentar a Ceballos y Yáñez que venían triunfantes sobre Caracas. Campo Elías dejó a Padrón, Aldao y Castillo en Calabozo y partió con el Barlovento y los orientales a la concentración solicitada. El 5 de diciembre Bolívar mostró su capacidad excepcional de estratega al vencer a Yáñez y Ceballos juntos en la sabana de Araure, eliminando el peligro que venía de occidente.

Fue el momento esperado por Boves, a quien aún no se le tenía por tan peligroso. El asturiano mandó avanzadas que vigiaran los alrededores de Calabozo, los que volcaron sus más bajos instintos en cuanto pueblo de en derredor se consiguieran, y creando un verdadero terror en los vecinos de lado y lado. En la villa del Rastro dejaron sus marcas macabras, cuerpos empalados, ceibas de cadalso y una gran bandera negruzca con una calavera y dos huesos cruzados pintarrajeados, la misma que usaran los piratas un siglo atrás. Aldao evacuó a los aterrados migrados hasta El Sombrero. De regreso, no quiso esperar refuerzos, ni imaginaba la fuerza del asturiano, y estando en pleno desagüe del río Guárico, le gritaron de retaguardia que venía Boves. Sin parar condujo a sus hombres protegerse dentro de unos corrales abandonados de la hacienda San Marcos; se guarecieron como pudieron, pero ya el caudillo español los tenía rodeados. La caballería de Aldao se propuso romper un frente pero fueron arropados y barridos por la de Boves que la triplicaba. El griterío hizo el resto y cayeron 900 hombres con Padrón, Castillo y Aldao incluidos.

A Calabozo entró con las cabezas de los jefes republicanos clavadas en lanza. Casi un centenar de españoles que salieron a recibirle fue apresado y ejecutado inmediatamente. Acto seguido licenció a sus hombres adueñarse de los bienes que consiguieran de los blancos, incluso mujeres, perdonó al párroco Salvador Llamozas obligándolo en adelante fuese su capellán y expresándole que él también estaba con Dios, solo que en adelante iba a ser El Azote del Cielo. Era el 14 de diciembre de 1813. Recién comenzaba el apogeo del Año Terrible.

Próxima entrega: La Puerta y La Victoria.

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Arnulfo Poyer Márquez


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