La liberación del esclavo se produce cuando éste toma conciencia de su alienación opresiva

Los procesos de naturalización de las situaciones de dominación que se instalan como sistema, se prolongan por generaciones, como en nuestro país que desde hace 5 décadas, la cultura dominante neoliberal, ha instalado la colonización cultural, económica y política, como el único mundo posible para ellos, una realidad intangible en los jóvenes, que sólo viven esa experiencia y que va anulando el pensamiento crítico, construyendo su sistema de comprensión de la realidad, en el espacio escaso que les deja un proceso distorsivo de la identidad y de la memoria nacional colectiva del pueblo argentino.

Así fue en los tiempos, en largos períodos históricos en los cuales la esclavitud no era discutida, ni combatida, era simplemente un negocio de las potencias dominantes y la colonización impuesta a sangre y fuego. Era casi una normativa de guerra contra el "otro", sea cual fuese su origen, su fundamento, la historia o su religiosidad, todo era motivo de invasión y explotación de pueblos lejanos, tratados como no-humanos y por tal motivo exprimidos hasta la muerte, en función de la producción necesaria a los Imperios.

Nos contaron historias amables del "descubrimiento de América", nunca nos relataron el genocidio de los pueblos que aquí habitaban, tanto por guerra colonizadora, como por imposición religiosa y la explotación laboral, que cuando no alcanzó con los habitantes americanos, llegaron los esclavos para aumentar la producción en aquellos lugares donde no alcanzaban los objetivos económicos. Hubo una historia de los que dijeron "tierra", la conocida y otra, no contada en profundidad de los que dijeron "barcos", los primeros eran los "civilizadores", los que estaban viviendo pasaron a ser "objetos", dejando de ser sujetos de plenos de sus derechos, como hasta esos instantes.

La pregunta es si siempre fue así en la historia o los pueblos se comportaron de otra forma desde hace más de 6 mil años. Los relatos siempre hablan de guerras, prisioneros, ocupaciones, ejecuciones lo cual nos hace pensar que los seres humanos fuimos expansivos y guerreros, como sucede hoy con los Imperios, las invasiones y destrucción de ciudades que con diferentes excusas siguen sucediendo. En el mismo sentido la lucha por la libertad fue paralela a la desencadenada por el opresor, esa tensión permanente es parte de los mitos históricos en las diferentes religiones y sus respectivos relatos, donde el "oprimido" en especial en el relato judeo cristiano es el portador de la fe y el "opresor" el mal al cual vencer. El Islam no sólo apuntala esta percepción de la historia sino que aún la eleva al llevarla al territorio de lucha, no sólo de comprensión y resignación. La muerte del Cristo entregado a la cruz romana dando testimonio de compromiso y la vida del Profeta luchando contra los herejes, lo ejemplifica.

Estas reflexiones son necesarias para entender que la historia nos envuelve en un mar de conocimientos previos, que si son resignificados a los tiempos actuales repiten esquemas de dominación, que aunque parezcan más sutiles, siguen el mismo camino de la posesión del prójimo a sus propios fines. Esos conceptos anti imperialistas identificados con una potencia dominante como EEUU, ya quedan escasos en la identificación del enemigo opresor, ante la multiplicación de caras que fueron adquiriendo las diferentes formas de control social y económico de los pueblos dominados. Cuando esos mecanismos no funcionaron entonces la maquinaria bélica se puso en marcha, intentando reestablecer un orden imperial a sangre y fuego que costaron millones de vidas, desplazamientos humanos, destrucción de ciudades, dolor inmenso en los pueblos invadidos, siempre en nombre de la "la libertad y la democracia".

Esa hipocresía mundial, que se expresa también en nuestra región y en nuestro país, termina siendo un proceso cultural cotidiano, que las nuevas generaciones van adoptando como devenido de nuestra propia identidad colectiva como pueblo, cuando ha sido impuesta a costa de miles de muertos, desaparecidos, torturados, perseguidos y exiliados que a lo largo de los últimos años, desde 1955 para ser más precisos, fueron vilipendiados y denigrados como expresión mayoritaria del pueblo, en detrimento de culturas y modelos sociales y productivos ajenos a nuestros intereses nacionales.

Esa construcción de sentido, que se expresó también en la edificación de la institucionalidad, que fue moldeando los mecanismos instrumentales de la dominación, comenzó a ser comprendido como parte de una nueva realidad que ofrecía la Modernidad, no ya la del siglo XlX sino ésta la de una globalización que siempre existió en el mundo, pero en éste caso trae como "un puñal bajo el poncho", la imposición del Mercado como ordenador social y económico de los pueblos.

Entonces esa comprensión conlleva a determinar la conducta política de cada etapa. Si los márgenes de acción siendo Gobierno elegido por el pueblo, son acotados por un sistema institucional que ha sido cooptado por los grupos hegemónicos de poder económico, financiero, mediático que corrompen y desarticulan la vida del pueblo, fragmentando las luchas, reprimiendo y persiguiendo en nombre de una lógica Judicial a su servicio, la lucha política debe transitar necesariamente con habilidad e inteligencia, con la formulación de políticas que desarticulen el aparato opresor, en paz y evitando el Caos al cual siempre quiere arribar el poder concentrado para determinar procesos autoritarios, que preserven sus privilegios institucionales.

Es ahí donde la acción militante se plantea como una opción disrruptiva del orden establecido o sigue una conducta sumisa al mismo. Esta definición que parece sencilla no lo es, porque las conductas no se definen a nivel militante, sino con el concurso organizado del pueblo, en la Comunidad Organizada, en la organización popular.

No es el esclavo que escapa de la Hacienda del dueño de su libertad, es la rebelión de los esclavos lo que libera a un pueblo. De la misma manera no es el obrero que manda al diablo a su patrón, recuperando su dignidad en un hecho individual, que la acción gremial de defensa de los derechos colectivos de los trabajadores, la huelga como expresión de lucha colectiva, la movilización que visibiliza el conflicto y lo hace comprensible para el conjunto de la comunidad, esa acción construye derechos.

Entonces estamos en un punto intermedio de la Historia, en el famoso "entre" gramsciano de un sistema que no termina de morir y uno que no termina de nacer. Ese interregno confuso, violento, de caminos indeterminados, de búsqueda de salidas a la opresión neoliberal en éste tiempo, nos da un escenario en donde la mirada internacional nos permite observar cada vez con mayor firmeza, la multipolaridad de un mundo que no admite más patrones ni sujeciones, un mundo que empieza a debatir otros temas como la preservación del planeta, que es ni más ni menos que la discusión del capitalismo de acumulación infinita, de explotación sin límites, de daños irreparables a la Madre Tierra, por sobre los seres humanos que sufren cada vez sus consecuencias.

Esa discusión es además bandera de lucha de los pueblos en todo el mundo, aunque la prensa canalla lo oculte, porque expresa cabalmente la lucha del oprimido contra el opresor, esa lucha que no es por la Emancipación que siempre es dentro del sistema impuesto, sino por la Liberación que es la construcción del otro sistema nuevo, solidario y biocéntrico, de Justicia Social, Independencia Económica, Soberanía Política y Tercera Posición Internacional en el marco de la Patria Matria Grande.



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Jorge Rachid

Doctor, y dirigente peronista argentino. Asesor del gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Autor de El Peronismo pendiente, El genocidio neoliberal de fin de siglo y Sin Mordaza.

 @elkotur

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