Lecturas y lecciones, recorriendo Mérida en plena campaña con William Izarra…

  1. El Taller de Literatura de la Facultad de Ciencias de la ULA. en plena campaña por la Constituyente inició unas sesiones especiales de lectura que incluían en especial, las obras de Bolívar, los trabajos de Jean Marc de Civrieux sobre nuestros aborígenes, Maquiavelo y "Diálogos en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu" de Maurice Joly, entre otros. Uno de los libros que más discutimos en aquellos meses de 1999, fue "Las ruinas de Palmira" de Volney…

  2. Leía William con pausas y discusiones aquellos textos memorables con alusiones a los terribles días que vivíamos en Venezuela: Volney los retrataba con trazos esclarecedores: "En algunos países, los jefes iguales en fuerzas temiéndose mutuamente, hicieron pactos leoninos y asociaciones atroces; y repartiéndose las facultades, los empleos y los honores, se distribuyeron privilegios e inmunidades; se erigieron cuerpos separados, en clases diferentes, avasallaron al pueblo; y, bajo el nombre de aristocracia, se vio al estado afligido por las pasiones de los grandes y de los ricos".

  3. Así eran las lecturas de aquellos días encontrándonos ya fuese en Mérida, el Valle de Mocotíes, en el Páramo o en El Vigía. Llevábamos una buena ración de libros, y cuando nos quedábamos en casa de algún camarada, en alguna posada, siempre teníamos oportunidad para debatir y leer sobre política e historia. Nuestro compañero de viaje, el sabio Leonardo Mora Arias condimentaba aquellas discusiones con sus largas experiencias como líder caficultor creador de las grandes cooperativas de Venezuela y como guerrillero.

  4. Pero el tema de muchas de nuestras ideas durante varias noches estuvieron concentradas en los trabajos de Volney, quien decía en otros de sus apartes: "En otros países, proponiéndose igual fin por otros medios, ciertos impostores sagrados abusaron de la credulidad de los hombres ignorantes. En la oscuridad de los templos, y tras los velos de los altares, hicieron hablar y obrar a dioses, pronunciaron oráculos, exigieron ofrendas, prescribieron fundaciones; y bajo el título de teocracia y de religión, fueron martirizados los estados por las pasiones insaciables de los sacerdotes… A veces, cansada una nación de sus desórdenes, o de sus tiranos, se dio un solo dueño para disminuir la suma de sus males, y entonces se limitó el poder del príncipe; él tuvo, por el contrario, deseos de extenderlo, y si lo dejó absoluto, abusó enseguida del depósito que se le había confiado, y bajo el nombre de monarquía, se vieron despedazados los estados por las perversas pasiones de los reyes y de los príncipes". Salíamos a los caminos y carreteras, y nos topábamos en ocasiones con las caravanas vistosas, ruidosas y lujosas de nuestros contrincantes en la campaña hacia la Constituyente. Nos trataban algunos con amabilidad, otros con desdén mirándonos tan esmirriados en nuestros paramentos, tan solitarios y tan pobres de propaganda… algunas eran caravanas con camiones y poderosos altavoces, con carros de lujo, a veces hasta con cabalgatas. A nosotros, hasta los perros nos ladraban…

  5. Cientos de kilómetros recorridos sin medio en el bolsillo, con agüita de panela y cambures, cuando los medios de algún apiadado campesino así se lo permitían; estábamos haciendo una campaña fundada sobre la caridad de los pueblos que nos acogían en sus casas y nos prestaban para dormir una hamaca, un chinchorro o simplemente un catre levantado con arpilleras o fardos. Pero andábamos felices. No nos faltaba el café, y con los primeros rayos de la mañana, en algún patio, sentados sobre troncos escuchábamos la voz de William haciéndonos comparaciones en función de lo último que había leído: "Aprovechados entonces algunos facciosos del descontento de los espíritus, lisonjearon al pueblo con la promesa de un dueño mejor; esparcieron dádivas y promesas: derribaron al déspota para colocarse ellos; y sus disputas sobre la sucesión y división desolaron los estados con los desórdenes y las devastaciones que acompañaron constantemente las guerras civiles…. Valiéndose del espíritu de egoísmo que perpetuamente divide a los hombres, supo el ambicioso fomentarlo diestramente: lisonjeó la vanidad de unos, excitó la envidia de los más, halagó la avaricia de éste, inflamó el resentimiento de aquel, e irritó las pasiones de todos; oponiéndose entre sí los intereses o las preocupaciones, sembró las discordias y los rencores, prometió al pobre, amenazó a un hombre con otro, a una clase con otra; y aislados todos los ciudadanos por medio de la desconfianza, formó su fuerza de la debilidad, y les impuso un yugo de opinión, cuyos nudos se estrecharon recíprocamente. Con el ejército se apoderó de las contribuciones; con éstas dispuso de aquél; y por medio del resorte poderoso de las riquezas y de los empleos, encadenó fuertemente a todo un pueblo con un lazo indisoluble, y los estados cayeron en la lenta consunción del despotismo".

  6. Entonces tomaba la palabra Sinforiano Guerrero Lobo y decía:

  • Pero entre nosotros ocurre algo peor: vivimos en "democracia". No hay tiranos; no hay verdugos, y sin embargo padecemos un sofoco generalizado: nada funciona, no hay respeto por nada. No hay ley, no hay justicia. Una idiotez y cobardía y debilidad generalizadas. Es inútil gritar, estremecerse como lo he hecho yo, durante diez años escribiendo con sangre mis dolores y temores. Para luego proseguir William Izarra, con una selección sublime de Volney: "...los recargos hicieron onerosa la posesión de la tierra; el humilde propietario abandonó su campo, o lo vendió al hombre poderoso, y los bienes se reunieron en un número menor de manos. Y favoreciendo todas las leyes y las instituciones tal acumulación, se dividieron las naciones entre un grupo de ociosos opulentos, y una multitud de pobres mercenarios. El pueblo indigente se envileció; los grandes saciados, se depravaron, y disminuyéndose el número de los interesados en la conservación del Estado, su fuerza y su existencia se hicieron tanto más precarias".

  1. Y cada día partíamos muy temprano a algún programa de radio, a una reunión de vecino de alguna comunidad, a una escuela para departir sobre Bolívar con los maestros, rondándonos en la cabeza: "…A más, como no se ofreciese a la emulación objeto alguno de utilidad, ni al saber ningún estímulo, cayeron los ánimos en una ignorancia suprema…. Y la administración secreta y misteriosa que fundó el despotismo, produjo la imposibilidad de establecer medio alguno de reforma ni de mejoramiento; y como los jefes regían por la violencia y el fraude, los pueblos sólo vieron en ellos una facción de enemigos públicos, y desapareció toda armonía entre los gobernantes y los gobernados".

A veces Sinforiano. Escuchando aquellas lecturas soltaba una frase que caía como un escupitajo bajo el ardiente sol de El Vigía:

  • ¿De qué puede servir la verdad si no es creída?

El 7 de julio de 1999, la campaña estaba en pleno agite nacional. William Izarra había partido para Caracas, y ese día 7, con Sinforiano nos dirigimos a OMC Televisión a grabar el programa "Testimonios y Recuentos", esta vez con doña Elba Medel de Rivera. Doña Elba era una distinguida dama chilena que se instaló en nuestro país desde hacía unos 40 años, haciéndonos un aporte pedagógico extraordinario (por sus conocimientos, su dedicación y su enorme capacidad de trabajo). Conoció a Gabriela Mistral, a Pablo Neruda y Violeta Parra. Casualmente ese mismo día, el periodista Fernando Vera entrevistaba a Leonardo Mora Arias, de nuestro proyecto Democracia Directa. De modo que nos encontramos con Leonardo a eso de las 10 a.m. Estaba Leo con su fiel y dedicado amigo Juan Cristóbal, su hijo. Luego de discutir algunos planes para la campaña, yo me despedí y salí en volandas hacia la Facultad de Ciencias. Luego tuve que recoger e la escuela a Adrianita, mi hija. Una vez que dejé en casa a Adrianita salgo a encontrarme de nuevo con Leonardo y Sinforiano con quienes vamos a visitar a la Editorial Venezolana para ver si están listos los afiches que José Luis Moreno nos ha donado.

  1. Quedaban 17 días de campaña y aún no estábamos ni medianamente listos. Dejamos unas indicaciones a la secretaria de José Luis Moreno y nos dirigimos a la vieja editorial Alfa para que nos hicieran un presupuesto para 50 mil cintillos de 8 centímetros de ancho. Este cintillo llevaría nuestras fotos y los números con los que hemos salido en el tarjetón. A mí me correspondería el 13 y a Leonardo el 15. El presupuesto salía en cien mil bolívares y estábamos cada vez más apretados, sin un centavo. Leonardo adelantó 50 mil y yo quedé en buscar el resto para el día viernes. Pero sin nada de vergüenza debíamos andar haciendo de tripas corazón, porque además esta vaina a los ojos de los demás, se trata de un capricho personal, que nada tiene que ver con el bien social. Vanidad de vanidades.

  2. Partimos hacia un lugar cerca de la Pedregosa, donde debíamos recoger una invitación que estaba haciendo FEDECÁMARAS de Mérida, para un acto con los candidatos a la Constituyente. Cuando fui a retirar la invitación hube de comprobar que ya se la habían llevado. Pregunté quién, y me dijeron que ya Pausides Reyes…

El día 8 de julio, partimos ya tarde, descartando la posibilidad de que pudiéramos ir a El Vigía y dar declaraciones en el programa de Jaime Romero, en Ondas Panamericanas. Sobre todo, el problema de que la autopista crepitante con el nombre del mismo Caldera, inaugurada hace 150 días, la cerraran como lo hacen todas las tardes por unas tres horas. De modo que enfilamos hacia Tovar, donde llegamos a las 5:15. Bajamos nuestros macundales en casa de Leonardo. Tomamos jugo de melón y de inmediato a la calle. Estuvimos repartiendo un poco de propaganda antes de salir para Zea. Por el camino hacia Zea nos encontramos con una caravana de chavistas, donde iba Adán Chávez. Decidimos bautizar a la mole del jeep nuestro en el que nos desplazábamos, que le habían prestado a Leonardo El Burro de Troya.

  1. A Zea llegamos a tiempo para una entrevista en "Zea-TV". Pero en el canal no se encontraba Mario Martínez, el periodista que dirige el programa. Nos pusimos a hablar con una dama de nombre Agatha, quien era ingeniera. La entrevista estaba pautada para 7 de la noche y eran las 8:30 y nada que aparecía el dueño del canal, José Ramón Medina, y a la vez nada que conseguíamos comunicarnos con el periodista Martínez. Cuando se vio que ya no llegaría, le propusimos a Agatha, que condujese yo un programa especial haciendo el papel de Martínez, autoentrevistándome y a la vez entrevistando a Leonardo, a lo cual accedió. Las transmisión sería en vivo y Leonardo comenzó a calibrar sus dotes de buen orador y de locutor. Y entonces manos a la obra: Hice una introducción, y busqué las maneras de provocar a la audiencia. Di el teléfono, el 76115, para que la gente llamara, y concluida la primera parte, no llamó nadie. Al volver, Sinforiano me pasó cuatro preguntas planteadas por él mismo y me propuso que dijera que habían sido llamadas del público. De inmediato el teléfono comenzó a sonar. La cosa se puso candente, y algunos falsos chavistas, arrechos, solicitaban que no criticáramos al tal don Luis "Corleone" Miquilena, y que sólo nos limitásemos a hablar de la Constituyente. Uno protestó diciendo que si no fuese por Chávez no andaríamos haciendo campaña. Leonardo lo rebatió contestándole que eso no estaba en el amplio espíritu, nada revanchista ni sectario del Comandante Chávez. Como Leonardo hiciera una defensa del alcalde del lugar, al señor Guedez, ardió Troya, y entonces las llamadas se hicieron incesantes, hasta el punto que tuvimos que extender el programa, y José Ramón comentaba que nunca había visto una vaina más buena y chispeante. El director de la estación nos dijo: "Pero de nada vale la ingeniosidad cuando se carece de Tubo."

  2. Realmente, los programas más entretenidos eran los nuestros, y muchas personas que llamaban, contaban que aunque les caíamos simpáticos, lamentaban no poder darnos el voto, que era una lástima que no fuésemos con Chávez.

  3. Estuvimos de vuelta en Tovar a las 12 de la noche. Yo ocupé un bello cuarto alfombrado, con una limpísima y agradable cama en casa del dúo de mi fórmula. Ya a las 6:10 estábamos en la calle, camino de Vox, donde nos haría una entrevista el periodista Mario Martínez, que ayer nos falló en Zea. Antes tomamos un poco de café. Las calles soñolientas todavía. Vimos un cartel con las fotografías de los candidatos constituyentes en un local donde expenden café y empanadas. En Vox el joven periodista nos invitó a que hablásemos con la mayor libertad posible. En realidad, las palabras no tienen el poder de cambiar a las personas en corto tiempo. Quizás inviten a pensar un poco, estremezcan, hagan enardecer que es lo que a mí más importa, pero de cambiar, nada.

  4. De Vox fuimos a casa de Leonardo donde desayunamos. Otra vez a la calle, a la estación que dirige Eliécer Monsalve, que también es candidato con el número 7. Aquí hubo que ir a buscar al periodista a su residencia, y en ello tardamos una hora. Aproveché para llamar a casa y saludar a mi mujer, quien me informó que el alcalde Guedez, de Zea, me había estado llamando. Cosa rara. Entramos en cabina y nuestras declaraciones son vivaces y duras. Mi colega de campaña me advierte que no debo decir que el pueblo es débil y borrego. Asumo la crítica. ¡Cuándo se ha visto que un candidato llame imbécil al pueblo! El locutor nos advirtió que la entrevista sería de sólo media hora, pero entusiasmado con la vaina que estábamos echando se pasó de la hora.

Vamos repartiendo a los viandantes palos y trabucos, y en una de las calles vemos al dirigente (des)comunal Antonio Ruiz. Me pide una colaboración para ayudar a una enferma.

  • Venga profesor, no se haga el loco, que usted tiene plata.

Piensa que somos ricos por el solo hecho de ser candidatos. Esta gente cuando pide se lanza por las nubes, el tipo me pidió 10 mil bolos.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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