"Te lo dije" o la necesidad de la paciencia estrátegica y la perspectiva histórica

Es justo, aunque definitivamente antipático para algunos, el tonito de "te lo dije" que usa Luís Vicente León cuando dice "los resultados del CNE no traen sorpresas. La participación estuvo dentro de los rangos reportados en las encuestas. El mapa queda fundamentalmente rojo como se esperaba, y la oposición logra tres estados, divididos entre la MUD y la Alianza, también dentro de lo proyectado. Este resultado es lamentable para la oposición, pues se definió fundamentalmente por la abstención y la división (…) El objetivo buscado por la oposición moderada al promover la participación en las elecciones regionales era validar partidos y líderes para promover cambios de la propia oposición. Este resultado, muy negativo, no ayuda a lograr este objetivo (…)" Y señala: "los resultados dejan a la oposición multifracturada en tres grandes partes: 1) MUD, 2) Alianza y 3) Gobierno Interino (…) Lo más triste es que la suma de los votos de la MUD y la Alianza en todo el país muestra una fuerza contundente contra el gobierno".

Muchos analistas ya habían anticipado esos resultados, efectivamente. Incluso, los "influencers" del grupo del "voto inteligente" (Luís Fuenmayor y Ochoa Antich, por ejemplo) habían hecho énfasis en las consecuencias obvias de la división de la oposición: la paradoja de un 80% de rechazo que es neutralizado por la fragmentación de quienes debieran haber capitalizado esa realidad de la opinión pública. Esa paradoja aritmética puede servir para inventar consuelos: se trata de una victoria pírrica del PSUV porque la suma de los votos de la "oposición" es mayor que los votos del PSUV. Incluso que los votos del gobierno se han reducido en relación a elecciones previas. Otros, demasiado optimistas para mi gusto, hasta afirman que con estos resultados, ha adquirido mayor factibilidad la opción del referéndum revocatorio.

Pero, una cosa es la aritmética, y otra la historia y la política. La negación es sólo una inevitable fase del luto y puede llegar hasta el delirio. Es demasiado dolorosa la disonancia cognoscitiva entre el nivel del rechazo y la victoria política del rechazado. He leído mensajes en que se afirma que el nivel de abstención implica una "esperanza", porque constituye un rechazo al gobierno y a la oposición. Estos argumentos son el corazón de un mundo sin corazón, el suspiro de la criatura adolorida, el opio de los pueblos. Prefiero aquella antigua consigna de unos locos que decían "desechar las ilusiones, prepararse para la lucha".

En la historia y la política hay que aplicar la hermenéutica, propia de la psicología y las humanidades en general, más que las operaciones básicas de las matemáticas de primaria, tan aparentemente exactas. Cayendo en la antipatía del "te lo dije", recordaré varios artículos míos donde explayaba las consecuencias de las derrotas históricas de la oposición, desde 1998, 2002, 2004, 2013, 2016… y la última, desastrosa, de 2021, la del "gobierno interino". Como reza el lugar común: las derrotas son huérfanas y sólo conducen a más división y nuevas derrotas. Ya comenzó la búsqueda de los culpables. Y eso es natural. Una dialéctica vertiginosa mareará a más de uno para evitar escuchar el chirrido de la disonancia cognitiva. No puede ser que seamos mayoría y que hayamos perdido. Es el momento de María Corina y hasta uno que otro "observador internacional" que hable de fraude, de "farsa electoral", y otras frases amargas que solo sirven para vomitar la propia borrachera.

Con esa historia de desencuentros, de errores estratégicos, de pérdida del sentido de la realidad, de terca negación de las propias equivocaciones, de arrogantes egos que siempre creen que se la están comiendo ¿podía esperarse un resultado diferente?

Valga en este punto una breve digresión. La lectura de la biografía de Deng Hsiao Ping me deparó la maravilla de conocer la historia de un político que fue, por lo menos en ese aspecto, exactamente lo inverso de los políticos venezolanos, mostrando de paso un rasgo de la cultura china que es también lo opuesto a la cultura de nuestra "nata" política. Deng, después de haber sido uno de los dirigentes más destacados de la "Larga Marcha", héroe de la revolución, cabeza del máximo organismo dirigente del Partido y el Estado, fue, por efecto de la revolución cultural, destituido de todos sus cargos, expulsado del PCCh, humillado públicamente y casi muerto por la ira de los maoístas, hasta terminar en una pequeña parcela donde sembraba sus alimentos. Y así duró casi 20 años, hasta que los vientos de la historia cambiaron de dirección, su némesis (Mao) tuvo que devolverlo a los cargos de relevancia, antes de morir. Y Deng se convirtió entonces en la cabeza y el símbolo de la nueva China post-Mao. Para eso se necesitaba una gran paciencia estratégica y una perspectiva histórica excelentes. Impensables hoy en cualquier dirigente político, del gobierno y de la oposición.

Lo interesante de la situación actual es que la oposición hoy, si se inspira en Deng y la cultura china de paciencia estratégica y perspectiva histórica, puede plantearse, con esas 117 alcaldías reunidas entre la MUD, la Alianza Democrática y otros factores distintos al PSUV, plantearse un trabajo de recuperación y construcción de un nuevo proyecto político para el país. Claro: esto no basta. Es necesario, y lo más importante, además de ensalivarse con esta ganancia exigua (en la que entran las gobernaciones), que piensen, que analicen por qué llegó a esto Venezuela, que factores culturales, antropológicos, históricos, etc. nos han conducido hasta aquí, y ahora se continúa con un gobierno que pretende aplicar un pastiche de medidas de Banco Mundial (las Zonas Económicas Especiales), minería ecocida, extractivismo desbocado, retorno a políticas petroleras de cuando Gómez, burla a los derechos laborales, economía cuasi criminal, casinos, aprovechamiento del cambio de perfil migratorio para acumular remesas, etc.

El período chavomadurista durará mucho más de lo que la imaginación inmediatista de los improvisadores hizo ver. Es un tiempo de luchas, de resistencia y persistencia. Pero sobre todo de búsquedas y de pensar nuevas propuestas frente a todas las rémoras de nuestra cultura política que la época llevó al paroxismo: caudillismo, autoritarismo, inmediatismo, creencias en figuras providenciales o eventos extraordinarios y mágicos como otro 4 de febrero. Es tiempo de estudio, de reflexión, de replegarse un poco a revisar las cosas con esa paciencia estratégica oriental y esa perspectiva histórica que Deng puede enseñarnos, aunque lo descartemos en todo lo demás.

Y un programita mínimo no estaría mal: 1) reactivar las instituciones y la constitución con su separación de los poderes públicos, 2) una economía independiente sin hiperinflación y con control legal de la inversión extranjera, 3) vigencia de los derechos laborales, 4) Educación para todos, 5) sistema nacional de salud, 6) independencia de todas las potencias, 7) respeto a los ecosistemas, cese del proyecto del arco minero del Orinoco, 8) desarrollo de la ciencia y la tecnología, rescate de las universidades, 9) reivindicación de las mujeres y sexodiversos, 10) servicios públicos efectivos.



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Jesús Puerta


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